La violencia sexual y de género han provocado un incremento en la migración de mujeres de países como Cuba, El Salvador, Haití, Honduras, Guatemala y Venezuela, quienes solicitan asilo en México, señala un estudio del Instituto para las Mujeres en la Migración (Imumi).
Sin embargo, el huir de sus países de origen no necesariamente significa la desaparición de la violencia, debido al alcance internacional con el que en ocasiones cuentan los victimarios, entre los que destacan miembros de pandillas, grupos delincuenciales y familiares, menciona el documento.
Además, muchas veces al cruzar la frontera sur de México, la violencia en su contra se incrementa, lo que se traduce en experiencias de vida aún más violentas para esta población, pese a que muchas veces no viajan solas, sino que van acompañadas de sus hijas e hijos.
“La violencia de género que viven las mujeres migrantes se correlaciona con otros factores estructurales, como la dificultad para acceder a los servicios de salud, educación e incluso una vivienda digna en el país de acogida.
Aunque la meta es llegar a los Estados Unidos, los cambios en las políticas migratorias de esta nación han hecho que México sea visto como un lugar para buscar una nueva vida.
La organización alerta que esta situación es un reto para quienes están involucrados en la atención de mujeres migrantes, sobre todo las autoridades, debido a que tienen que evaluar sus protocolos de protección con perspectiva de género.
Gobiernos sin interés en violencia de género
El estudio “Contexto general de la violencia en Centroamérica, Cuba, Venezuela y Haití. Un acercamiento para reconocer la violencia de género como causal de asilo en México”, del Imumi, explora de manera general la situación de violencia que enfrentan las mujeres en estos países y las obligan a huir.
De acuerdo con la investigación, la violencia generalizada, sumada a leyes que no protegen a las mujeres de la violencia de género, la cultura patriarcal, la impunidad, la condena hacia las mujeres que denuncian, las amenazas y los gobiernos indiferentes ante la vida de las mujeres y las niñas, propician un caldo de cultivo para que cada vez más esta población salga de sus países.
También se menciona que la transversalidad del desinterés e ineficiencia de las autoridades ante el fenómeno de la migración en América Latina y el Caribe es una constante para todos los casos estudiados en este documento.
“Si bien es evidente la necesidad de adoptar una perspectiva de género aunada a un enfoque de derechos humanos en el quehacer de los actores clave, no existe evidencia de un esfuerzo integral en los países de la región.
“Lo que no solo ilustra su actuar ineficaz, sino también las limitaciones en cuanto a las herramientas para brindar servicios de calidad a la población migrante, en particular a las mujeres, las niñas y las adolescentes que huyen de sus países de origen por la violencia y la persecución”, explica.
Países sin oportunidades para las mujeres
En el caso de Cuba, el estudio destaca que el cambio de políticas migratorias por parte de Estados Unidos ha propiciado que las personas migrantes vean a México como un país para asentarse.
Respecto al marco legal contra la violencia de género, Cuba no tiene una legislación que formalmente reconozca y sancione la violencia familiar. Además, no ofrece opciones sustanciales a quienes se encuentran en esta situación.
Su estadística sobre feminicidios no tiene cifras actualizadas y las defensoras de los derechos humanos de Estados Unidos confirman que la violencia contra las mujeres es un problema porque no se denuncia y la policía no investiga de manera adecuada.
Mientras que en El Salvador, ha habido un incremento en el número de peticiones de asilo en México. Además, las mujeres salvadoreñas enfrentan niveles extremos de violencia de género, sobre todo por integrantes de pandillas.
“Las pandillas, en particular, utilizan la violencia sexual como medio para mantener la autoridad y el dominio sobre una zona determinada, al tiempo que reprimen la resistencia. La condición de las mujeres se vuelve muy peligrosa debido a la cultura machista del país, unida a las prácticas de las bandas criminales que promueven la violencia y desvalorizan a las mujeres, como el secuestro, la violación, la agresión sexual y el acoso a niñas y mujeres de forma habitual”, dice.
También se menciona que los integrantes de pandillas las perciben como de su propiedad y las obligan a mantener relaciones sexuales o incluso a participar en actividades delictivas.
En Guatemala, la pobreza generalizada se ha convertido en un factor importante para la migración, así como la violencia generalizada y la violencia de las pandillas.
“Las mujeres sufren altos niveles de violencia de género, que es una de las principales causas de la migración. Guatemala tiene una de las tasas más altas de feminicidio con dos asesinatos por cada 100 mil mujeres, la cuarta más alta entre los países de América Latina”, menciona el estudio.
Las mujeres deben esconderse dentro de sus casas con sus hijos e hijas sin poder trabajar o llevarlos a las escuelas, porque temen las amenazas. “Estas utilizan la violación como una estrategia para ‘disciplinar’ a las mujeres, a las niñas y a sus familias con el fin de mantener su autoridad”.
Mientras que en Haití, la violencia sexual y de género se incrementó desde el terremoto del 2010. “Según Médicos sin Fronteras, el 77 por ciento de las sobrevivientes de violencia sexual y de género que atendieron entre mayo de 2015 y marzo de 2017 eran mujeres y niñas menores de 25 años; el 53 por ciento eran menores de 18 años”.
Además, las sobrevivientes de estos tipos de violencia tienen pocos recursos para abordar estos problemas y muchas no se atreven a denunciar estos casos a las autoridades, ya que existe una impunidad rampante.