Así como ocurre en otras áreas de las actividades que tradicionalmente hacían hombres, también hay mujeres en el ámbito criminal. Foto: Especial

Mujeres en el crimen organizado, obligadas a una vida de delincuencia

Las mujeres que permanecen en centros de readaptación social, a menudo, se vieron envueltas en una vida de crimen debido a sus parejas y otros factores en los que ellas, al igual que en otros ámbitos, se encontraban desfavorecidas

En la actualidad, es común ver mujeres detenidas o vinculadas con células criminales como presuntas cómplices de delitos de alto impacto, cuando al menos en México, hace una década, para el ciudadano común aún era “raro” ver que una mujer fuera detenida por participar en actividades delictivas.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en Nuevo León habría poco más de 400 internas, de unas 13 mil que hay a nivel nacional; siendo los delitos más frecuentes por los que se les juzga:  participación en secuestros, homicidio doloso y posesión de narcóticos con fines de comercio y suministro.

Sin embargo, lo que se desconoce, más allá de la información que la autoridad y los medios de comunicación hacen del dominio público, es que en la mayoría de los casos estas mujeres fueron obligadas de una u otra forma para participar en los hechos, detalló Consuelo Bañuelos, fundadora y directora de la asociación Promoción de Paz.

La activista señaló que es importante revisar con lupa los casos, sobre todo en una sociedad como la mexicana, donde la estigmatización, el juicio y prejuicio se dan con facilidad.

Explicó que, así como ocurre en otras áreas de las actividades que tradicionalmente hacían hombres y en las que hoy las mujeres han incursionado, también sucede así en el ámbito criminal.

Aunque, añadió la activista, se debe revisar la historia de cada una de estas mujeres y las causas por las que haya cometido el delito.

“Sí, ha aumentado la participación de las mujeres (en el crimen organizado) como va aumentando en todos los ámbitos de la vida: en la política, en el área laboral, en la educativa”, dijo Bañuelos.

La explicación de la activista coincide con lo publicado por el Consorcio Internacional sobre Políticas de Drogas (IDPC, por sus siglas en inglés) que, en el documento informativo “Mujeres, delitos de drogas y sistemas penitenciarios en América Latina”, explica que en la mayoría de los casos las relaciones de género son otro detonante para que una mujer se involucre en las actividades criminales de alto impacto.

“Suelen involucrarse en estos actos ilícitos a partir de sus relaciones familiares o sentimentales, ya sea como novias, esposas, madres e hijas, y en cumplimiento de los roles asignados por relaciones de género”, señala el documento.

Una investigación del International Crisis Group señala que las mujeres en México son arrastradas al crimen organizado a través de dos rutas principales:

“Parejas románticas que están involucradas en actividades ilícitas o conexiones que forjan en el tráfico de drogas y puntos críticos de consumo de drogas en comunidades empobrecidas”, indica el documento.

Asimismo, entre las causas para que la mujer participe en actividades criminales, también se ha detectado que uno de los factores principales es el nivel socioeconómico, que por lo general es de los sectores más vulnerables.

Por otro lado, el mismo análisis señala que, aunque la presencia de las mujeres en los grupos del narcotráfico ha ido en incremento, también apunta a que estas por lo general no son destinadas a los rangos altos y tienen puestos como narcomenudistas, ladronas de autos, sicarias, supervisoras y pocas veces, jefas de grupo.

Así tampoco son asignadas como encargadas de la operación de secuestros, extorsiones y tráfico de migrantes.

Enfoque legal

Una primera observación es que el aumento del número de mujeres encarceladas por drogas no indicaría solamente su mayor involucramiento en el tráfico. También es producto del enfoque de la persecución penal, señala el informe del IDPC.

Es decir, no sólo las mujeres participarían más en actividades de venta y transporte de drogas, sino que estas actividades son más perseguidas.

Además, suele ocurrir, de acuerdo con un informe del Instituto Nacional de las Mujeres, que cuando las mujeres involucradas en una célula criminal cometen el delito, se encuentran en la escala más baja de la organización.

Y en consecuencia no cuentan con recursos ni contactos para enfrentar el proceso legal.

Las familias

Cuando una mujer es privada de su libertad, se debe atender a las familias, sobre todo a los hijos de estas personas; puesto que por lo general quedan al cuidado de las abuelas, sin embargo, debe verificarse que éste sea el adecuado.

“¿Tienen la posibilidad de tener una vida que les fortalezca, que les haga crecer con salud a esos niños, esas niñas, a esos adolescentes? ¿O inmediatamente van a una vida de consumo de drogas, de prostitución, de soledad, de enfermedades mentales ante la depresión y ansiedad que les puede causar una situación así?”, comentó Bañuelos.

A diferencia de lo que ocurre en los centros penitenciarios para hombres, las mujeres suelen quedar en soledad cuando son privadas de su libertad.

“Vemos en los centros penitenciarios las filas de esposas, novias, madres a sus familiares hombres y no hay nadie en los de las mujeres. Van sus madres, la mayoría de las veces son las que se quedan cuidando a sus hijos, porque el 80 por ciento de las mujeres que están privadas de su libertad tienen hijos”, agregó Bañuelos.

Te puede interesar