Mujeres buscadoras de personas desaparecidas, con todo en contra

Sin apoyo de las autoridades que se niegan a reconocer la magnitud del problema de los desaparecidos y con miles de casos en la impunidad, las personas dedicadas a estas tareas enfrentan no solo retos económicos, también psicoemocionales
Paola Atziri Paz Paola Atziri Paz Publicado el
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Entre cerros y terrenos baldíos, familiares de personas desaparecidas en la capital del país buscan a sus seres queridos, evidenciando la grave crisis de derechos humanos y seguridad que el gobierno local minimiza.

Antes de comenzar a escarbar, María de Lourdes se arremanga, se pone los guantes y sube su pantalón para hincarse.

Aunque aún faltan dos horas para el medio día, el calor hace arder la tierra y traspasa la suela de las botas.

Con sumo cuidado, Lourdes pasa sus dedos entre el sedimento, una mezcla de piedras, polvo y raíces secas en busca de un indicio que pueda llevar un poco de paz a una familia.

Es el cuarto día de búsqueda en el Cerro del Chiquihuite, donde así como en muchas otras zonas, la violencia atroz esconde sus actos en montes, terrenos baldíos o cuerpos de agua.

Además de la accidentada geografía este lugar se trata de un punto clave para la búsqueda de personas desaparecidas en la Ciudad de México, donde previamente se han localizado cuerpos.

Aunado a la exigencia de búsqueda de las personas desaparecidas, las familias exigen a la Comisión de búsqueda de la CDMX, personal de la Fiscalía General de la CDMX, Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), la Guardia Nacional y Bomberos a realizar recorridos de búsqueda que se extienden entre 5 y 6 horas, como el del pasado marzo, el último de cuatro días de esta jornada.

María de Lourdes busca a su cuñado Leonel Baez Martínez, quien desapareció el 29 de noviembre de 2019 en la alcaldía Gustavo A. Madero.

Aunque la atención mediática sobre el problema de la desaparición en el país se concentra en estados como Jalisco y Tamaulipas, la Ciudad de México atraviesa una crisis que la llevó a convertirse en la entidad con el mayor número de personas desaparecidas en el 2022 con un total de mil 311 casos, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO).

“Las desapariciones en la Ciudad de México existen, también desaparecen hombres y mujeres como desaparecen niños muy pequeños o adultos mayores.

La capital del país atraviesa una crisis que la llevó a convertirse en la entidad con el mayor número de personas desaparecidas en el 2022 con un total de 1,311 casos. Foto: Especial
La capital del país atraviesa una crisis que la llevó a convertirse en la entidad con el mayor número de personas desaparecidas en el 2022 con un total de 1,311 casos. Foto: Especial

“Nos gustaría que la gente visibilizara eso, que sí hay una crisis de desapariciones en la Ciudad”, explica María de Lourdes.

En octubre de 2022, el Secretario de Gobierno capitalino, Martí Batres, negó que hubiera miles de desaparecidos en la Ciudad, atribuyendo las cifras a ausencias voluntarias. Sin embargo, de 2021 a 2022, las víctimas aumentaron en 91 por ciento.

De los mil 311 casos, la alcaldía Iztapalapa concentró la mayoría, con 243 personas desaparecidos; seguida de Gustavo A. Madero con 199 y Cuauhtémoc con 162 registros.

Oficio de alto riesgo

Ruby Reyes busca a su hermano menor, Jesús Reyes Escobar, quien desapareció el 29 de noviembre de 2019 en la GAM.

En el segundo día de búsqueda en el Cerro del Chiquihuite, Ruby resbaló por una pendiente y se lastimó la rodilla.

Después de tres horas removiendo tierra, hizo una pausa para hidratarse y describe la complejidad de la búsqueda.

“Es muy intenso porque el calor aquí arriba es súper fuerte, ya pasado el mediodía el clima vuelve a cambiar y se viene la aguanieve. Hay mucha piedra volcánica muy resbalosa. Además hay que tener cuidado porque es un zona donde hay mucha víbora y perros… a todo eso nos tenemos que enfrentar al hacer la búsqueda de nuestros familiares”, explica.

Para hacer descensos, arrancar maleza y limpiar las zonas de búsqueda con rastrillos o palas, las familias reciben el apoyo de bomberos.

Gerardo Álvarez es bombero tercero de la estación Xochimilco, la primera corporación en la Ciudad de México en asumir la búsqueda de personas como una de sus labores.

Mientras observa cómo trabajan los peritos en una zona acordonada, Álvarez hace un breve recuento de su trabajo en la zona.

“Este es el último de cuatro días que llevamos en la búsqueda, hasta ahora se han encontrado restos de piezas dentales”.

Familiares de personas desaparecidas no solo aprenden sobre leyes, también adquieren conocimientos de antropología forense y montañismo debido al abandono de las autoridades. Foto: Especial
Familiares de personas desaparecidas no solo aprenden sobre leyes, también adquieren conocimientos de antropología forense y montañismo debido al abandono de las autoridades. Foto: Especial

Abandono gubernamental

Las familias de personas desaparecidas enfrentan la incompetencia y el abandono de las autoridades.

Por sus propios medios, tratan de realizar investigaciones para determinar qué sucedió con su seres queridos.

En el camino no solo aprenden sobre leyes, también adquieren conocimientos de antropología forense y montañismo.

“Aprendes muchas cosas, desde cómo buscar a simple vista, que a lo mejor no vas a encontrar un cuerpo completo, hasta buscar en el piso, en la tierra, estar hincada, a buscar y reconocer pequeños fragmentos de huesos”, explica Lourdes, quien además alterna las labores de búsqueda con el cuidado de sus dos hijos.

En 2021, la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México, pagó 624 mil 300 pesos para la creación de estrategias para labores de búsqueda, localización e identificación de personas, así como para trabajos de acompañamiento a familiares durante visitas a institutos forenses.

No obstante, la Comisión no comprobó la realización de estos trabajos de acuerdo con el Segundo Informe Parcial de la Cuenta Pública 2021 de la Auditoría Superior de la Ciudad de México (ASCM).

Las autoridades capitalinas se han deslindado de la búsqueda de personas desaparecidas a pesar de que la entidad se ha convertido en una de las más afectadas por esta problemática. Foto: Especial
Las autoridades capitalinas se han deslindado de la búsqueda de personas desaparecidas a pesar de que la entidad se ha convertido en una de las más afectadas por esta problemática. Foto: Especial

Marisol Valencia (53 años) es una de las mujeres buscadoras que asistió al Cerro del Chiquihuite junto con los colectivos Hasta Encontrarles CDMX, Una Luz en tu Camino y Buscando con Amor.

Desde hace más de un año busca a su hijo Carlos Geovanni Salazar Valencia, de 26 años, desaparecido el 10 de enero de 2022 tras salir de la alcaldía GAM con destino a Tamaulipas.

Al tiempo que remueve la tierra con un recogedor y una escobeta, incrementa sus exigencias ante las autoridades, especialmente después de la desaparición de cuatro estadounidenses en Tamaulipas y su localización apenas cuatro días después tras convertirse en un asunto de interés nacional a inicios de marzo de 2023.

“Las personas estadounidenses desaparecidas fueron localizadas, no importando que hayan sido capturadas por el crimen organizado o no, cuando a mí me argumentan que no pueden hacer búsquedas debido a que el estado de Tamaulipas está gobernado prácticamente por el crimen organizado.

“¿De qué se trata? ¿Porque las autoridades de Estados Unidos son más potentes y tienen más poder que una simple madre que busca a su hijo?”, reclama Marisol durante su primera búsqueda en campo mientras acusa que no ha podido realizar búsquedas en Tamaulipas debido a la falta de apoyo de las instituciones.

Impunidad, un factor de la crisis

A diferencia de otros países, la desaparición de personas es una práctica común en México.

Actualmente se tiene registro de 111mil 896 personas que no volvieron a casa según el RNPDNO.

En zonas como la capital del país, la falta de investigaciones y análisis sobre los modos en que desaparecen las personas ha imposibilitado determinar sus causas.

Para Alejandra Ramírez, Investigadora en el Programa de Derechos Humanos y Lucha contra la Impunidad de Fundar, Centro de Análisis e Investigación, esto ha posibilitado la estigmatización social y criminalización de las personas no localizadas.

“Mucha gente en esta época sigue diciendo que los desaparecidos se lo merecían sin saber realmente qué es lo que pasó”, argumenta.

De enero a marzo de 2023 han desaparecido 225 personas en la Ciudad de México. Sin embargo, la tendencia de género ha cambiado.

Por primera vez, las estadísticas muestran que este año han desaparecido más mujeres (115) que hombres (111) en la capital, según el RNPDNO.

“El escenario es distinto en cada zona, deben hacerse análisis de contexto para diferenciar de quiénes son esos cuerpos, esas vidas, en términos de género, edad y condición social que están siendo un nuevo blanco de la desaparición“, dice la investigadora.

Los costos de la desaparición

Acudir a búsquedas en campo implica una montaña rusa de emociones contradictorias para las familias.

Por un lado, la esperanza de encontrar alguna señal que les acerque al paradero de su ser querido y, por otro, el deseo ante el hallazgo de cualquier indicio de que ese no haya sido su destino.

Para Alejandra, quien también realiza acompañamiento psicosocial a familias de personas desaparecidas, como las de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, los impactos de las búsquedas no solo son físicos, también emocionales, sociales y económicos.

“Si bien las búsquedas tienen un carácter reparador para las personas buscadoras, mirar fosas clandestinas y ver la muerte cruel de cerca es brutal. Siempre está la tortura mental o psicológica de imaginar que pueda ser su ser querido”.

El precio que pagan las personas buscadoras no se limita al ámbito económico, el estrés y la incertidumbre son también factores que juegan un papel muy importante Foto: Especial
El precio que pagan las personas buscadoras no se limita al ámbito económico, el estrés y la incertidumbre son también factores que juegan un papel muy importante Foto: Especial

Ruby Reyes y su hermana Paula han asistido al menos a diez jornadas de búsqueda en diferentes zonas de la Ciudad de México.

“Se lo prometí a mi mamá y es algo muy doloroso porque todos los días que salimos a buscar está con la esperanza en la casa de que lleguemos con él”, relata Reyes.

La falta de respuestas y la no localización de personas alimenta una espiral de incertidumbre y desesperación.

“Hay dolor, frustración y angustia que a la larga genera daños en la salud, por ejemplo, algunas personas no pueden dormir ni comer y se van generando padecimientos como el cáncer, esa es una investigación que se debe hacer”, asegura Alejandra, quien lamenta que durante las búsquedas las autoridades no asuman sus responsabilidades y no den acompañamiento psicológico a las familias.

La desaparición de un ser querido trastoca todos los ámbitos de la vida de una familia, sin embargo, el impacto no se limita únicamente al núcleo familiar, sino que avanza de generación en generación, sobre todo en aquellos casos que se alargan durante años.

Realizar búsquedas modifica los hábitos, las tradiciones y las rutinas de las personas que las llevan a cabo.

Cuando hay búsquedas en campo, muchas de las personas que las realizan deben faltar a sus trabajos y asistir constantemente a la Fiscalía y a la Comisión de Búsqueda para revisar los avances en sus casos.

Aunque la desaparición parece afectar únicamente a familiares, de acuerdo con Alejandra Ramírez, investigadora en el Programa de Derechos Humanos y Lucha contra la Impunidad de Fundar, Centro de Análisis e Investigación, también tiene un impacto en la sociedad.

“A final de cuentas estamos atestiguando esta violencia y encarnándola, aunque la gente no lo exprese, el solo hecho de saber que un vecino ya no está y que fue desaparecido, genera miedo e inseguridad”.

Las mujeres buscadoras, hijas, madres, hermanas o cuñadas han encontrado la fortaleza en la búsqueda colectiva.

Pese a tener todo en contra, la posibilidad de encontrar cualquier indicio que pueda llevar de regreso a casa a una persona desaparecida es su mayor motor.

En el camino, no solo buscan a sus familiares, también a miles más.

“Estar hincadas en el piso buscando a ras de tierra, ensuciándose las manos, eso es búsqueda… para nosotros es muy valioso encontrar algo, porque un simple fragmento de hueso le puede dar paz a una familia. Para nosotros que nos encontramos en esta situación, son tesoros”, concluye Lourdes.

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