Cada que Hanna recorre los pasillos de la Central de Abasto (CEDA) de la Ciudad de México para visitar el negocio familiar, miradas y comentarios incomodan su trayecto.
Con tan solo 16 años de edad, la adolescente ha pasado por distintas situaciones de acoso en el sitio donde trabaja su abuelo y en el que es locatario desde más de 30 años.
Sin embargo, dentro de las naves de la Central nunca ha vivido una agresión física porque su abuelo siempre procura acompañarla al momento de entrar y salir.
Hanna dice que esa medida de “acompañamiento” ha sido tomada con todas las mujeres de su familia que acuden a la plaza, pero no siempre ha sido efectiva. “A mi mamá una vez la nalguearon, creo que hace como cinco años y eso es lo más cercano que me ha tocado ver”, lamenta la joven.
El Fideicomiso para la Construcción y Operación de la Central de Abasto (FICEDA) ha impartido talleres para prevenir y mitigar diversas problemáticas que actualmente aquejan a la ciudadanía en general y las mismas no exentan a la población mayorista.
Mediante una serie de conferencias informativas, especialistas han abordado temas sobre acoso sexual y laboral, además de violencia de género, en las cuales los comerciantes han podido compartir experiencias y acordado la adopción de conductas ‘antiacoso’ que incluso son replicables fuera de su zona de trabajo.
La importancia de los temas de acoso y violencia de género, entre otros, llegan a parecer tan comunes que muchas veces la gente no se da cuenta de que son un problema, dice Atenea González Vargas, gerente de Recursos Humanos del Fideicomiso, pero cuando existe un especialista que orienta y señala cuáles son las expresiones mínimas y máximas en el tema se puede lograr hacer algo.
Por eso los talleres en la materia tratan sobre cómo detectar y evitar la violencia recurrente o sistemática que se pudiera presentar sobre una u otra persona causando perjuicio profesional, daño patrimonial, económico, así como sufrimiento psicológico o físico.
“Un ‘violentometro’ no existe, pero si imaginamos una escala y nos ubicamos en un nivel de consideración, uno puede percatarse de que las bromas lascivas, el ser ignorado y demás se pueden tornar en un rango y ahí es cuando te das cuenta, pero porque ya tienes la información y ahora sabes cómo actuar… así es como la gente ha percibido los talleres”, dice.
Pese a todo, usuarias y visitantes coinciden en que algunas de la partes de la Central son un poco ‘pesadas’, ya que suele ser común que se presenten situaciones de acoso.
Lo más incómodo es que luego los cargadores se te queden viendo y se digan frases obscenas entre dientes, asegura Ivonne Gonzales, quien diariamente acude al ‘mercado más grande del mundo’ y debido al ahorro de hasta un 30 por ciento que ello representa.
“Que algún día me hayan hecho algo pues no, hasta el momento, pero sí me han dicho de piropos a veces normales o más de lo normal… casi en todas partes pasa eso y sobre todo son los diableros quienes más irrespetuosos llegan a ser”, señala.
En cuanto a la seguridad, la clienta asegura que la plaza se ha convertido en un lugar muy tranquilo gracias a la presencia de uniformados, tanto al interior como al exterior, aunque le gustaría que hubiese una especie de sanción para quien incurriera en actos de acoso hacia las mujeres, ya que llega a ser “molesto e incomodo que te estén diciendo de cosas”.
¿Problema resuelto?
Desde mediados de 2016, el FICEDA comenzó a celebrar convenios con instituciones públicas y privadas especializadas en salud mental, las cuales ayudaron a coordinar las primeras jornadas de orientación y tratamiento de problemas en materia psicológica y de adicciones, aseguró en entrevista Atenea González Vargas, gerente de Recursos Humanos del Fideicomiso.
Tras el terremoto del pasado 19 de septiembre se comenzaron a impartir talleres para combatir los efectos post-sísmicos, de manejo de estrés, así como de tanatología, y entonces nos dimos cuenta de que la aceptación comenzó a ser mayor, refirió la licenciada, por lo que posteriormente se planificaron más reuniones .
“Después hubo temas de suicidiómetro, violencia de género, jubilación o retiro para personas de la tercera edad y autoestima. Hemos tenido la programación de muchas pláticas que hasta ahorita han impactado aproximadamente a unas 400 personas de nuestra población y hemos detectado que éstas han sido muy concurridas debido a que la gente ha mostrado un interés verdadero por estos asuntos que son del dominio común”.
Se realizan carteles y se colocan en puntos estratégicos de las instalaciones de la Central con la intención de que las personas puedan verlos y se puedan comunicar a los teléfonos que incluyen para así poder agendar su asistencia; en caso de requerir atención más personalizada, los interesados son canalizados a las instituciones participantes.
Guadalupe González Esteban, administrativa de la Central de Abasto y asistente de varios talleres, comenta que las reuniones no están dirigidas exclusivamente a personas que se encuentran padeciendo los problemas que son tratados en las ponencias.
“Todas las pláticas son interesantes, ya que de ellas salimos con nuevos aprendizajes que podemos replicar en casa y con los compañeros de trabajo… Nos ayudan de manera personal y laboral, ya que nos vemos de manera diferente y se fomenta el compañerismo”, precisa la también psicóloga.
La puesta en marcha de esta “jornada de salud mental”, asegura personal del Fideicomiso, no se debe a una reacción por incidencia o presencia especifica de ciertos problemas al interior de la CEDA, sin embargo, las actividades se realizan para “cuidar, prevenir y combatir ciertas conductas que podrían estar presentes entre los trabajadores de la población comercial”.
Lugar de tradición
L a Central de Abasto de la Ciudad de México es considerada por la Unión de Mundial de Mercados Mayoristas como el centro de suministro alimentos más grande del mundo, ya que a diario recibe una afluencia de 500 mil visitantes, tiene la capacidad de almacenar hasta 120 toneladas de alimento y en sus instalaciones se distribuye hasta el 35 por ciento de la producción hortofrutícola nacional.
Ubicada desde la década de los 80 al suroriente de la capital, en Delegación Iztapalapa, la CEDA ocupa un área de 327 hectáreas, superficie equivalente a 31 Zócalos capitalinos, y a diario convergen cerca de 90 trabajadores, además 13 mil 800 carretilleros.