‘Monarquía’ electoral
Ayudarse entre familiares para obtener un puesto de elección popular es un práctica que rara vez se castiga, sin embargo el costo político que trae consigo suele ser muy elevado, resultando, muchas veces, en el fracaso del candidato impuesto.
Ernesto SantillánEn México la idea de que algunas personas nacieron para mandar y otras para ser mandadas se ha vuelto un común denominador entre la clase política.
Los méritos, las capacidades, la experiencia y la trayectoria de quienes buscan un cargo de elección popular son características que se han visto eclipsadas por los favoritismos entre familiares y amigos que consideran que la continuidad de un cargo o un proyecto se lleva en el apellido y no en la preparación.
En medio de las elecciones más grandes y complejas de la historia reciente del país no sorprende que estén saliendo a la luz decenas de personajes con la intención de inmiscuirse en el mundo de la política mexicana y cuyos lazos familiares con funcionarios ya consagrados les han abierto las puertas para lograr su objetivo.
La Constitución establece de manera muy clara que el sistema político bajo el cual se rige México es el democrático, sin embargo, la costumbre de heredar puestos de elección popular o facilitar la obtención de los mismos entre familiares remite más a la idea de una monarquía que a la de un sistema donde la tarea de elegir a los gobernantes recae en la ciudadanía.
A pesar de que estas prácticas no son sancionadas por ninguna autoridad electoral el costo político que traen consigo suele ser muy elevado, resultando, muchas veces, en el fracaso del candidato impuesto.
Es difícil saber si los abanderados a los diversos puestos de elección popular que provienen de familias de políticos lograrán seguir con éxito los pasos de sus promotores, sin embargo, la ciudadanía no suele favorecer las prácticas antidemocráticas y suelen dejarlo en claro a la hora de votar.
En el 2015, en Yucatán, se dio un boom de hijos de funcionarios públicos que buscaron un puesto político en la región. Uno de los más mencionados fue el hijo del ahora expresidente de la Cámara de Diputados Jorge Carlos Ramírez Marin, quien lleva el mismo nombre de su padre, y a quien su progenitor hizo debutar como candidato a una regiduría en el estado la cual no obtuvo.
Ese mismo año, en la Ciudad de México, la exsenadora perredista Dolores Padierna intentó hacer que su hermano, Antonio Padierna, se convirtiera en el jefe delegacional de Azcapotzalco, puesto que perdió ante el candidato de Morena Pablo Moctezuma Barragán.
Por aquellos tiempos el escándalo de corrupción de René Bejarano, esposo de Padierna, en donde se le ve empacando fajos de billetes envueltos en ligas en una mochila, permanecía fresco entre los mexicanos, hecho que influyó en la derrota del cuñado del ‘Señor de las ligas’ (René Bejarano).
Otro caso similar fue el de la hermana del expresidente Felipe Calderón: Luisa María Calderón, quien gracias al poder político de su hermano logró obtener por segunda ocasión una candidatura a la gubernatura de Michoacán.
La guerra contra el narcotráfico iniciada por Felipe Calderón y los elevados niveles de violencia que el país registraba en ese entonces y los cuales no han logrado disminuir a pesar del cambio de gobierno no favorecieron la campaña de Luisa María, cuya popularidad se vio mermada entre el electorado por las deplorables condiciones en las que su hermano mantenía al país, factor que finalmente la llevó a la derrota frente al priista y actual gobernador del estado Fausto Vallejo.
La historia de Maricela Velázquez Sánchez, hija de la dirigente priista en el estado de Morelos y quien fuera nominada a una candidatura por la presidencia Municipal de Cuernavaca en 2015, es otra de las que ejemplifica el fracaso y el costo político de quienes buscaron un cargo de elección popular simplemente por provenir de una familia de políticos.
Quien fuera diputada federal ese mismo año perdió contra el actual contendiente a la gubernatura de Morelos por parte de Morena: Cuauhtémoc Blanco.
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