La sociedad que despertó

La crisis humanitaria que se vive en la frontera de Tijuana despertó a la sociedad civil.

A raíz de la llegada de miles de personas provenientes de Haití y otros países, desde Irak, Siria, Pakistán o Ghana, fueron los ciudadanos quienes han ido solucionando los problemas de albergue y alimento que estas comunidades requieren.

Las escenas de decenas de personas durmiendo en las calles de la ciudad provocaron un movimiento social pocas veces visto en Tijuana, a pesar de ser una ciudad con problemas históricos relacionados con la migración.

Imelda García Imelda García Publicado el
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Somos una Sociedad de migrantes, y aquí la gente se toca el corazón y ha salido a ayudar. Ciertamente los albergues están rebasados, y esa es la preocupación” 
Juan Manuel GastelumAlcalde de Tijuana
https://youtu.be/KQLIFThkkBc

La crisis humanitaria que se vive en la frontera de Tijuana despertó a la sociedad civil.

A raíz de la llegada de miles de personas provenientes de Haití y otros países, desde Irak, Siria, Pakistán o Ghana, fueron los ciudadanos quienes han ido solucionando los problemas de albergue y alimento que estas comunidades requieren.

Las escenas de decenas de personas durmiendo en las calles de la ciudad provocaron un movimiento social pocas veces visto en Tijuana, a pesar de ser una ciudad con problemas históricos relacionados con la migración.

Ni los deportados que viven en situación de calle, ni la trata de personas que es visible a todas horas del día en el centro de la ciudad, ni las víctimas de la violencia que ha azotado a la región durante años. Nada ni nadie había logrado que tanta gente se uniera en una misma causa.

Ante un Estado que ha permanecido casi estático frente al reto de atender a los grupos de migrantes que llegan a la ciudad en su paso hacia Estados Unidos, iglesias y organizaciones tomaron en sus manos el reto de solucionar lo que ellos ya catalogan como una crisis humanitaria.

Para las autoridades es distinto. Juan Manuel Gastélum, alcalde de Tijuana, señaló que el Gobierno federal cataloga esta crisis como “extraordinaria”, más no humanitaria, lo que ha limitado los apoyos que envía al municipio, por lo que la socie dad civil ha salido al quite.

“Lo que pasa es que Tijuana es una sociedad poderosa, somos una sociedad de migrantes, y aquí la gente se toca el corazón y ha salido a ayudar. Ciertamente los albergues están rebasados, y esa es la preocupación”, expuso.

Sobre todo, iglesias de varias denominaciones tomaron la responsabilidad de dar posada y alimento a miles de migran tes.

Algunos ciudadanos crearon grupos de ayuda para canalila zar los apoyos que envía la población, como ropa, comida  medicinas; y otros sirven como vinculación para llevar diversas actividades a los albergues.

El Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol), dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social, ha destinado 4 millones de pesos para atender la crisis por el flujo de migrantes.

Actualmente son 24 las estancias de extranjeros que existen en Tijuana; la mayoría son  iglesias de diferentes denominaciones que han sido acondicionadas como dormitorios y comedores.

Se calcula que por esta frontera han transitado más de 10 mil extranjeros –principalmente haitianos- en los últimos meses; de manera constante permanecen en el país alrededor de 3 mil, pues mientras algunos llegan, otros salen hacia su trámite de asilo en Estados Unidos.

Y aunque todos tienen como meta llegar a Estados Unidos, algunos han decidido quedars en México y tramitar su ciudadanía.

Las autoridades de la ciudad afirman que, aunque la presencia de estos migrantes ha estado marcada por el orden y no se han presentado desmanes o conflictos, algunas alertas ya han sido activadas.

Aun así, su labor ha sido mínima comparada con la de los grupos de la sociedad civil.

Crisis constante

Son las 10 de la noche del sábado 17 de diciembre.

A las puertas del Desayunador del Padre Chava han llegado más de 100 migrantes provenientes de Haití para que puedan pasar la noche. El termómetro marca 5 grados centígrados y hay viento. Se espera una noche fría.

En el Desayunador hay más migrantes de los que pueden sostener. Han hecho esfuerzos por acomodar ahí a casi 500 personas. Esa noche cabrían pocos más.

Decidieron que podían albergar a las mujeres y los niños; los hombres fueron enviados a otros lugares. Esa noche nadie se quedó en la calle.

Lo hicieron en coordinación con un grupo de la sociedad civil que está en constante comunicación para alertarse cuando una contingencia así ocurre; esa noche, al saber lo que ocu rría, alguien llevó cobijas y otros ayudaron a gestionar con los albergues.

Una vez más, los ciudadanos conseguían hacer frente a la crisis que se viven muchas noches en esta ciudad fronteriza.

No ha sido así siempre. En los meses que ha durado la contingencia, varias noches decenas de personas tuvieron que dormir en la calle porque, aunque se hiciera el mayor de los esfuerzos, no había más espacios para ellos.

Pero con la temporada invernal se han estirado los esfuerzos para evitar que haya gente sin techo.

Los haitianos llegan a Tijuana sabiendo a dónde dirigirse.

Han establecido una red de cooperación vía Whatsapp, de tal manera que quienes vienen en camino se comunican con los que ya están establecidos en esta frontera y les dan indicaciones. Si en algún albergue hay algún beneficio, lo comunican a través del celular a sus connacionales y se mueven hacia allá.

Saben que deben acercarse a los oficiales del Grupo Beta para pedir ayuda y que ellos pueden gestionar con los albergues para poder colocarlos.

Saben que deben ir a la línea fronteriza a iniciar su trámite para solicitar asilo en Estados Unidos y que no pueden detenerlos en México por ser extranjeros si portan su permiso, que la mayoría obtuvo en Chiapas, por donde ingresaron.

La mayoría trae sus gadgets consigo. Se les ve acostados en las colchonetas o sentados en las sillas tomando el sol y revisando sus redes sociales o escuchando música. Esperan ahí el paso del tiempo hasta que les llegue el momento de ir a las oficinas estadounidenses.

Según las personas que administran los albergues, son más activos quienes vienen de otras regiones del mundo, como Asia o África, quienes incluso han comenzado a trabajar en establecimientos de la ciudad para tener algún recurso antes de que les llegue el tiempo de ir a su cita en la frontera de Estados Unidos.

Trabajan en los “car wash”, lavando coches; en las cocinas de algunas fondas o en obras de construcción.

Emmanuel Nelson, un migrante haitiano que llegó hace unas semanas a Tijuana, tomó un trabajo armando ramas que simulan pinos de Navidad. A pesar de que en México llegó a vivir a un albergue ubicado en la colonia El Pípila, una de las más pobres de la ciudad, considera que se tienen mejores condiciones de vida que en su país.

“Haití tiene muchos problemas; nosotros queremos trabajar y allá no hay trabajo. Por eso vinimos aquí, solamente por eso”, dice en un español incipiente que ha aprendido en las últimas semanas.

El trayecto desde Haití para llegar a México les tomó más de un mes. En algunos tramos viajaron en avión o en autobús; hubo quienes tuvieron que caminar durante varios días en otros países de Centroamérica por la selva, para evitar ser detenidos en su camino hacia Tijuana.

Puertas abiertas

Magdalena Díaz es pastora de la Iglesia Evangélica Roca de la Salvación que, en una de las laderas del Cerro Colorado –al este de Tijuana- atiende a decenas de migrantes haitianos des de hace algunos meses.

Ella y su esposo han atendido a la comunidad migrante desde hace más de una década. Él fue deportado de Estados Unidos, hecho que lo sensibilizó mucho hacia quienes son ex pulsados de un país.

“Mi esposo ya era pastor evangélico en California (…) y a él lo deportan y eso es lo que lo motiva a él a hacer este trabajo, porque cuando llegó vio la necesidad que había aquí y lo que batallamos para conocer, porque nosotros aquí no conocíamos a nadie”, narró la pastora.

Con la llegada de cientos de haitianos a la ciudad, Magdalena y su esposo decidieron que debían atender a los más necesitados y se llevaron a un grupo de ellos a la casa que rentan, y que usan como hogar y templo.

Otra de las iglesias que abrió sus puertas fue la Iglesia Cristia-

na Bautista Emanuel.

Al principio hospedaron a cinco familias y 15 varones. Ahora ya hospedan a 84 personas.

“La verdad sí es mucho dinero, y no solamente dinero para la comida, sino para medicamentos, para luz, agua, jabón (…) ellos toman mucha leche y comen mucho pan.

“El gasto también es excesivo en luz y agua, porque siempre está las 24 horas prendido,y tienen boiler de paso para bañarse. Tenemos dos estufas y dos veces en el mes se compran los tanques de gas, cada uno cuesta 580 el tanque”, señala Verónica Guadalupe Alvídrez, esposa del pastor de la Iglesia.

La ciudadanía les ha ayudado con leche, pan, arroz, frijol y otro tipo de alimentos; vales de despensa; o mano de obra, ayudando a limpiar o a cocinar; o llevando alguna actividad re creativa.

La mayoría de los gastos salen de la bolsa de los pastores y su congregación; y hace dos semanas comenzaron a recibir ayuda de la Secretaría de Desarrollo Social para comprar comida.

El Estado, dicen quienes dirigen los albergues, ha quedado rebasado por la situación y ha sido omiso en la atención a los extranjeros.

Juan José Moreno, pastor de la Iglesia Central del Nazareno de corte evangélico-, reconoció que aunque el gobierno sí ha prestado ayuda, es insuficiente, además de que para acceder a fondos federales de ayuda se tienen demasiados candados.

“(El Estado) se nota que están rebasados en todo. Hasta dan ganas de darles terapia también, por su estrés y ansiedad”, comentó.

Cuestionado sobre por qué la sociedad civil no se había volcado con tal interés ante otros sectores de migrantes, el pastor reconoce que se trata en parte de la discriminación que se siente hacia los connacionales.

“Esta situación movió a mucha gente; y sí tengo la impresión que hay una especie de inclinación al extranjero. Creo que todavía hay cierta descon fianza al migrante nacional o al latino; porque si te dicen: ‘oye, albérgame a 50 para que duerman ahí’, latinos o mexicanos deportados, sí la piensas más, todavía se siente esa desconfianza.

“Yo agradezco al pueblo haitiano que esté sacando lo mejor de nosotros”, remató.

Sociedad civil, a la carga

Un grupo de nueve mujeres creó el Comité Estratégico de Ayuda Humanitaria Tijuana, mismo que se ha dedicado a gestionar y organizar apoyos, así como a promover en redes sociales la participación ciudadana.

Soraya Vázquez, una de sus miembros, comentó que ellas acudían como voluntarias al Desayunador del Padre Chava, y conocieron de primera mano la crisis que atravesaba para atender a todos los migrantes.

“Ahí dijimos, los del albergue están vueltos locos, el gobierno ni se entera ni le interesa, y ahí decidimos formar el Comité (…) empezamos a ver que se abrieron albergues emergentes, porque la autoridad les decía que se abrieran y ellos apoyarían, pues lo hicieron muy poco y la ayuda se concentraba en pocos lugares”, sostuvo Vázquez.

Su primer reto fue que los donativos que la gente hacía se repartieran equitativamente con otros espacios; crearon una página de Facebook y otras redes sociales para solicitar donaciones u otro tipo de apoyo, como servicios médicos o psicológicos.

“Tratamos de ser un puente entre la sociedad civil y los albergues y, por otro lado, presionar un poco a la autoridad porque al final de cuentas ellos son los responsables”, expuso.

Para Soraya, la respuesta de las autoridades ha sido muy limitada porque niegan la dimensión del problema. Tan es así que han perdido el control de quiénes llegan y quiénes se van.

“La autoridad no sabe que están, y no saben las condiciones en que están, y tendrían que estar al tanto de eso (…) antes había más o menos un orden y la autoridad sabía, pero ya no, porque se establecen redes entre ellos mismos y ya no necesitan a las instancias ni nada, ya entre ellos mismos se comunican y llegan directamente a un albergue.

“La autoridad de alguna manera ha perdido el control. Y como tampoco tenían un plan de acogida ni nada, entonces lo soltaron.

Y como vieron que la sociedad civil lo atiende y proveen, pues así resuelven el problema, y no”, criticó Vázquez.

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