Migración, ¿qué puede hacer México?
La migración es el terreno natural donde México sufrirá las mayores consecuencias con la llegada de Donald Trump al poder. Por ello, el país debe prepararse no solo para defender a los mexicanos que viven en Estados Unidos, sino mejorar las condiciones de quienes migrarán al país.
Mediante herramientas legales y humanitarias, el Gobierno federal deberá procurar que los mexicanos, especialmente quienes son indocumentados, estén protegidos.
La migración es el terreno natural donde México sufrirá las mayores consecuencias con la llegada de Donald Trump al poder. Por ello, el país debe prepararse no solo para defender a los mexicanos que viven en Estados Unidos, sino mejorar las condiciones de quienes migrarán al país.
Mediante herramientas legales y humanitarias, el Gobierno federal deberá procurar que los mexicanos, especialmente quienes son indocumentados, estén protegidos.
Aunque no esté completamente en sus manos, el gobierno mexicano debe lanzar algunas estrategias para intentar proteger a sus ciudadanos, como apoyarlos legalmente en los casos de deportación que se sigue contra ellos o brindarles asesoría de emergencia cuando así lo requieran.
Por ejemplo, el Gobierno mexicano puede exigir a Estados Unidos que antes de deportar a cualquier persona, demuestre documentalmente que alguien es mexicano, lo que congestionaría el sistema judicial de EU.
Ya en el Senado de la República se han prendido luces para apoyar a los consulados de México en la Unión Americana que deberán extender sus actividades de forma exponencial.
Una de las aristas más necesarias, sin embargo, será la información. Decir a las personas cuáles son sus derechos bajo la ley norteamericana, es de vital importancia para que no se cometan abusos.
La protección a los migrantes es una tarea que no solo interesa al gobierno mexicano.
Ya en el Congreso estadounidense se gesta una iniciativa impulsada por un legislador demócrata y otro republicano para evitar que se dé marcha atrás al programa DACA, que protege a quienes cruzaron a Estados Unidos siendo menores de 16 años.
El reto de México no solo será en territorio estadounidense. Al interior también debe prepararse para recibir a miles de indocumentados y sus familias y a crear estrategias que permitan la inserción de estos en la economía y la unión familiar, aunque estén divididos por la frontera.
Otro reto de la administración mexicana será qué hacer con todos los migrantes centroamericanos y de América del Sur que decidan quedarse en México ante la imposibilidad de pasar a Estados Unidos.
¿Congestionar el sistema?
En diciembre pasado, un grupo de 30 líderes migrantes se reunieron en México con intelectuales y legisladores, convocados por la revista Nexos, para conversar sobre las necesidades reales que tienen los mexicanos en Estados Unidos, más allá de los discursos donde se les dice que estarán protegidos, sin saber realmente cómo.
Ahí, los líderes comunitarios expresaron que México podría tomar acciones como provocar un congestionamiento del sistema de justicia estadounidense para demorar los procesos legales y, con ello, ganarle un tiempo a la deportación.
Una de las estrategias podría ser, por ejemplo, que el Gobierno mexicano exija al estadounidense que cada vez que quiera deportar a alguien, deba comprobar con documentos que se trata de un ciudadano mexicano.
Esto provocaría que las autoridades norteamericanas tuvieran que invertir más recursos en la investigación de cada caso, llevándolo a un colapso financiero en poco tiempo, por el volumen de casos que se procesan.
Todavía como candidato presidencial del partido republicano, Trump prometió que deportaría a más de 3 millones de indocumentados que tienen antecedentes criminales.
Aunque no hay una cifra exacta sobre la cantidad de personas sin documentos en Estados Unidos, se calcula que son alrededor de 11 millones de personas indocumentadas.
En 2013, un informe del Departamento de Seguridad Interna reveló que había en el país 1.9 millones de “extranjeros criminales removibles”.
Sin embargo, tras las deportaciones hechas por Barack Obama, que se calculan en tres millones de personas en los últimos años, los números pudieron cambiar.
Otra de las alternativas es que las autoridades mexicanas apoyen a los connacionales que decidan no tomar la opción de la repatriación inmediata, sino que decidan irse a juicio, con el apoyo de abogados especializados en migración.
Esto provocaría impugnaciones masivas a cientos y cientos de procesos, lo que también acarrearía que el sistema de justicia estadounidense se viera saturado.
Sin embargo, los líderes migrantes llamaron la atención también sobre la importancia que tendrá lanzar campañas de información oportuna para que los migrantes conozcan sus derechos, como qué se puede hacer en caso de una detención, en qué momento pueden detener a alguien o cómo evitar ser molestado en su hogar o trabajo.
Además de ello, es indispensable que el Gobierno federal invierta también al interior del país para procurar fuentes de empleo y oportunidades de estudio para quienes puedan ser deportados.
Rechazo cíclico
En cada crisis que enfrentan los Estados Unidos, los mexicanos han sido señalados como culpables de quitar empleos a los ciudadanos norteamericanos y siempre la consecuencia es el inicio de una era de rechazo y deportaciones contra los connacionales.
Las amenazas de Donald Trump no son nuevas. Ya en otras épocas las autoridades norteamericanas han visto en la deportación de mexicanos la solución a muchos de sus problemas.
Ocurrió así en la época de la Gran Depresión, en la década de 1930, cuando los mexicanos fueron objeto de ataques por considerar que tenían gran relación con la caída en el empleo para los ciudadanos de EU.
Algunos calculan que, entre 1930 y 1933 fueron deportados 319 mil 673 migrantes mexicanos, que representaban el 30 por ciento de los connacionales que vivían en Estados Unidos. Otros afirman que fueron expulsados 1 millón de personas.
En su libro “Voces de la Repatriación” (2015), Fernando Alanís Enciso, investigador de El Colegio de San Luis, presenta la historia de John C. Box, un senador que en la recesión de 1929 encontró a un presunto culpable.
“Los trabajadores mexicanos quitan el trabajo a los norteamericanos; hay que deportarlos”, habría dicho Box.
La similitud con las condiciones actuales es evidente. Ahora, Donald Trump ha criticado no solo a los migrantes que se encuentran en Estados Unidos, sino a las empresas que han salido del país para crear empleos en México y no en suelo norteamericano.
En su texto “Década de traición” (1996), los investigadores Francisco Balderrama y Raymond Rodríguez hablan sobre la traición de los Estados Unidos hacia los mexicanos, la comunidad que los ayudó a construir su nación.
La crisis de rechazo para los mexicanos de esa época terminó una década después, cuando Estados Unidos participó en la Segunda Guerra Mundial, por lo que se quedó sin mano de obra.
Ahora, está por comenzar una nueva era de rechazo para los mexicanos, en una abierta política antiinmigrante. ¿Qué la hará terminar?