Menos subsidios, mejores servicios
A todos nos gusta la energía barata, pero cuando los subsidios a la energía no van dirigidos a un sector específico y con los esquemas adecuados, terminan beneficiando a los más ricos.
Gabriel Di Bella, especialista del Fondo Monetario Internacional, asegura que en los países de economías emergentes y de bajo ingreso, un 43 por ciento de los subsidios energéticos benefician al 20 por ciento más rico de la población.
Generan desperdicio de recursos, afectan la fiscalidad en los países y retroceden la competitividad de la economía, indica. Y México no se salva de esa práctica.
Georgina HowardA todos nos gusta la energía barata, pero cuando los subsidios a la energía no van dirigidos a un sector específico y con los esquemas adecuados, terminan beneficiando a los más ricos.
Gabriel Di Bella, especialista del Fondo Monetario Internacional, asegura que en los países de economías emergentes y de bajo ingreso, un 43 por ciento de los subsidios energéticos benefician al 20 por ciento más rico de la población.
Generan desperdicio de recursos, afectan la fiscalidad en los países y retroceden la competitividad de la economía, indica. Y México no se salva de esa práctica.
Hoy, el país ocupa el tercer lugar de latinoamericana entre los que más otorgan subsidios generalizados a la energía y que no focaliza adecuadamente.
México, igual que Chile y Perú, explica Di Bella, aplica esta clase de subsidios para suavizar el impacto interno del aumento en los precios del crudo que se traslada a la gasolina y la electricidad.
En muchos casos, explica el especialista, los subsidios se otorgan porque las tarifas de electricidad no cubren completamente los costos que comprenden el robo de energía o su no pago como en Haití, Honduras, Nicaragua y República Dominicana.
Pero lo grave de estas políticas, advierte, es que si se implementan por un periodo largo y los beneficios están mal diseñados, los subsidios a la energía pueden tener consecuencias negativas.
Sobre todo, explica, porque se trata de una reducción artificial de los precios que producen sobreconsumo por parte de los hogares, y reducen el incentivo de las empresas a invertir en tecnologías que utilicen la energía de manera eficiente.
También, aclara Di Bella, producen efectos negativos sobre la inversión en el sector energético, afectando finalmente la calidad y la cantidad de su oferta, así como la competitividad de la economía.
“En la mayoría de los casos se otorgan de manera generalizada, y su falta de focalización termina beneficiando a los grupos de mayores ingresos. De hecho, en algunos países de América Latina son mayores que el gasto en educación y salud”, detalla.
Además, alerta, su magnitud y volatilidad restringen la política fiscal y en muchas naciones son el principal factor detrás de los déficits fiscales.
Di Bella recuerda que en la mayoría de los casos este tipo de políticas comienzan como medidas transitorias, pero después con el tiempo su reducción se torna difícil.
“México comenzó a reducir los subsidios a los combustibles a principios de la década, y espera terminar de hacerlo pronto, luego de cuatro años de aumentos de precios”, dice.
Para el analista, la experiencia internacional destaca que la racionalización de la política de subsidios tiene más probabilidad de éxito si se aplica de manera programática.
Es decir, reduciendo los subsidios generalizados de manera gradual, mejorar la calidad del servicio y liberar los precios.
“La población debe comprender que los subsidios implican costos para le economía y para la sociedad en general, no beneficios”, acota.