Los médicos de México que atienden casos de COVID-19 se han tenido que acostumbrar a dejar de ver a su familia y ver morir a sus colegas. Así lo cuenta el urgenciólogo José Maya Ramírez, quien radica en el Estado de México.
“Se cambiaron por completo las rutinas de trabajo, ahora es indispensable destinar cambios de ropa, cambios de zapato, tomar medidas de prevención extremas, no tener contacto con la familia y desde la entrada al trabajo todo es diferente.
“Todo el tiempo utilizamos el equipo de protección personal, cuesta trabajo acostumbrarse. Ya tenemos marcas en la cara y en las orejas por el uso del equipo de protección personal, lo cual llega a ser doloroso”, relata el urgenciólogo.
José considera que en algunos hospitales la atención ya se centralizó en un solo tipo de padecimiento, que es el COVID-19 y ello cambió el trato con los compañeros de trabajo y con el paciente, además de que las cargas de trabajo son extremas.
En el aspecto laboral ha cambiado hasta la manera de manejar los materiales más comunes, no se diga un estetoscopio u otro accesorio médico, incluso una pluma para escribir, pues hay que tener cuidado, ya que en los objetos el virus puede estar activo.
“Los equipos de protección ya están desgastados, ya están demasiado usados, cuesta ver a través de los goggles que nos dan. Es una situación extrema la que estamos viviendo”, explica.
José Maya Ramírez trabaja en dos hospitales del Estado de México, por lo que llega a estar hasta 18 horas al día cerca de gente con COVID-19.
El sabe que es su trabajo y lo hace con gusto, pero las condiciones por ahora no son las óptimas ya que solo tiene lo básico para cumplir con su labor.
“Desafortunadamente se incrementó la consulta, hasta la semana pasada aproximadamente estuvieron llegando un promedio de 25 personas en cada uno de los hospitales en los que laboro por turno. Todos infectados”, afirma el médico.
En las semanas recientes le ha tocado ver casos complicados, incluso tres veces más que en los primeros días del brote en el Estado de México.
“Son pacientes que llegan con estadios avanzados. No son pacientes que estén iniciando el cuadro, muchos de ellos graves, con síndrome de insuficiencia respiratoria aguda muy grave y lo que estamos notando es que la mortalidad se ha disparado”, explica.