Mamá Elvira y la Brigada Callejera, frente a la Navidad 2022
La organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer ‘Elisa Martínez’ le ha servido como único asidero durante tres décadas a miles de trabajadoras sexuales cuyo número se duplicó durante la pandemia de COVID-19
Linaloe R. FloresDesde que fundó la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” hace casi tres décadas, Elvira Madrid Romero jamás tuvo tanto trabajo acumulado.
“Cerraron restaurantes, hoteles, tiendas de ropa, papelerías y entonces, a las primeras que corrieron fue a las mujeres, las cuales fueron a dar al trabajo sexual”, expresa Elvira con la voz potente pese a un viaje en autobús de la Ciudad de México a Tapachula, Chiapas.
En las dos ciudades, Brigada Callejera cuenta con oficinas para promover los derechos humanos del sector, además de trabajar en contra de la trata de personas y la prevención del VIH y el SIDA.
La organización tiene un centro de atención médica y aulas para ofrecer cursos de alfabetización. Además, edita el periódico mensual “Noti-calle”, que en su definición expone: “Las trabajadoras (es) sexuales son las corresponsales, la fuente y la noticia al mismo tiempo”.
Esta noche de Navidad, Elvira se enfrenta a la memoria de las trabajadoras sexuales que han partido en medio de la crisis sanitaria.
Hasta ahora no hay una contabilidad precisa, pero la Brigada Callejera reconoce más de 250 víctimas mortales en la Ciudad de México.
La enfermedad brotó en las afueras de la estación Revolución del Metro. Ahí, en 2020, la organización montó un campamento con cartón, plástico y mesas.
“Hicimos un comedor popular y se repartieron 10 mil 650 despensas, de las cuales, el gobierno de la CDMX sólo aportó 300. Así fue como nos infectamos”, relata.
El recuerdo esta Navidad también estará dedicado a Jaime Montejo, luchador por los derechos humanos de las trabajadoras sexuales, quien falleció el 5 de mayo de 2020 postrado en una cama de la Torre Quirúrgica del Hospital General de la Ciudad de México después de peregrinar de hospital en hospital en búsqueda de un respirador.
Libró batallas que incluyeron golpizas y acusaciones. Era esposo de Elvira. Completaron 33 años juntos.
Ese año, la misma Elvira se enfermó. El virus de la COVID-19 la mantuvo tres meses en cama. Después, con la recuperación, llegó la tristeza.
Elvira estaba por primera vez inmóvil y sin Jaime. Alguien le envió un mensaje: “Hay más compañeras… Hay muchas más”. Entonces quiso levantarse para continuar lo que había hecho su vida entera: brindar refugio a quienes trabajan en las calles.
“Hicimos un diagnóstico y la sorpresa fue que encontramos 14 mil 200 mujeres en el trabajo sexual, un aumento del 100 por ciento. Cuando les preguntamos cuándo habían entrado, respondieron que las corrieron de sus trabajos en el 2020”, relata “Mamá Elvira”, como la llaman en las calles desde La Merced hasta los alrededores de la estación Hidalgo del Metro.
El retroceso para las trabajadoras sexuales
En 1978, el sociólogo Francisco A. Gomezjara, al lado de Estanislao Barrera y Nicolás Pérez Ramírez, publicó “Sociología de la prostitución”, un ensayo en el que sostuvo que en México esa actividad ocurre debido a un enjambre de actores poderosos cuyo beneficio alcanza en última instancia a quien ejerce el trabajo.
Habló de cómo se vinculaban las autoridades en las delegaciones (hoy alcaldías), el sector hotelero y la policía. Expuso también que la trabajadora sexual ocupaba el último sitio en una industria pujante.
Dos décadas después, en la Universidad Nacional Autónoma de México, el maestro convocó a 25 estudiantes de sociología para realizar una investigación.
Ahí estaba Elvira Madrid Romero, quien iba de Azcapotzalco y tenía 19 años. Entonces, pisó por primera vez La Merced para ver a la cara a las trabajadoras sexuales.
“Había multas de mil, mil 500 pesos y hasta dos mil. Eran muy altas… Había madrotas y padrotes que no les gustaba que les habláramos de derechos humanos a las compañeras.
“Evidenciamos que tenían todo un piso para extorsionarlas a ellas y a los dueños de los hoteles… Vimos a un inspector de la vía pública que las tenía con mucho miedo. En pleno día, a las 12 del día, vimos cómo violó a una chica muy bonita y nadie se metió. Entonces fuimos nosotros quienes se la quitamos”, recuerda Elvira.
En su colección de experiencias está conocer a Elisa Martínez, quien se encontraba con SIDA.
Lograron que la hospitalizaran después de que recorrieron varios centros médicos.
“Una vez en un hospital la discriminaron. En el mismo plato que comía la hacían defecar. No le cambiaban las sábanas. Cuando muere, nos tocó a mí y a otra compañera vestirla, acomodarla y cargarla para pasarla al ataúd”.
Brigada Callejera fue constituida en 1995. Del grupo de 25 estudiantes quedaron tres. Además de Elvira, su compañero Jaime Montejo, y su hermana, Rosa Icela. Al nombre de la organización le añadieron el de Elisa Martínez para honrar su muerte como la última en el manto de la discriminación.
En diciembre de 2022 Elvira Madrid hace un recuento de los logros de la Brigada Callejera. Menciona el retiro del control sanitario en 2020 que servía para extorsionar, la sentencia 102/2013 que reconoció el trabajo sexual como no asalariado y dejó de asumirlo como trata de personas, así como la capacidad de organización que permite que las denuncias se interpongan desde la colectividad.
Así cae la Navidad en la Brigada Callejera.