¿Qué mantiene a un hombre cinco años en un territorio, a veces adverso, que no es el suyo? ¿Cuál es la razón por la que un pescador que puede ganar miles de dólares se resiste a hacerlo? ¿Por qué luchar por un animal casi mitológico cuya extinción está prácticamente anunciada como la vaquita marina?
Las respuestas se encuentran en el norte de México, en la comunidad pesquera de San Felipe, en el Alto Golfo de California. Ahí, desde hace años, activistas, científicos e incluso pescadores luchan por preservar a sus especies en riesgo de extinción. La más famosa de ellas es posiblemente la vaquita marina, también conocida como la marsopa más pequeña del mundo.
La historia de la vaquita marina, cuyo nombre científico es Phocoena sinus, está llena de contrariedades. Fue descubierta de forma oficial en los años 50 y desde entonces pocas personas han tenido el privilegio de verla directamente debido a que es temerosa y huidiza, lo que ha provocado que sea considerada un ser mitológico.
Paradójicamente, está tan amenazada que los últimos informes dicen que solo quedan entre 6 y 20 vaquitas, lo que la ha puesto en los reflectores del mundo, sobre todo después de que el actor Leonardo DiCaprio presionara en el 2017 a las autoridades mexicanas encabezadas por el entonces presidente Enrique Peña Nieto.
El histrión logró la firma de un acuerdo para la protección de este mamífero marino en el también llamado Mar de Cortés y, el Gobierno mexicano, en un intento desesperado por salvarla debido a que en ese entonces ya solo se contaban alrededor de 30 ejemplares, reunió a un equipo de conservación que fue nombrado “Vaquita CPR”.
El equipo de conservación ‘Vaquita CPR’ fracasó en 2017 luego de que un ejemplar capturado muriera y el otro padeciera estrés
El proyecto tenía el objetivo de capturarlas y ponerlas en un refugio, pero fue finalizado el 10 de noviembre de 2017, después de que una de las dos vaquitas atrapadas muriera a las pocas horas. La otra había sido liberada con éxito de manera previa luego de que se determinara que tenía mucho estrés y no podría estar cautiva.
Henoch y ‘El Narval’ por la vaquita marina
Henoch Enrique Rizo llegó al pueblo de San Felipe hace más de cinco años al mando del Buque Narval, perteneciente al Museo de la Ballena, el cual fue fundado en la ciudad de La Paz, en Baja California Sur.
“Nosotros llegamos aquí invitados por una asociación que se llama WWF, veníamos a trabajar aproximadamente tres meses, en el 2016 nada más, de octubre a diciembre, y nos íbamos a retirar a La Paz, pero en esos tres meses nos dimos cuenta de la necesidad que había de quedarnos aquí”, relata el gerente de operaciones del Museo de la Ballena.
El Narval se dedica a retirar redes olvidadas o perdidas en el mar que afectan a una gran cantidad de mamíferos marinos, las cuales son señaladas como una de las causas que ha diezmado a la vaquita marina hasta llevarla al borde de la extinción.
Estas redes llamadas agalleras pueden llegar a tener una longitud de hasta 3 kilómetros y suelen ser empleadas para capturar de manera ilegal a la otra especie emblemática de San Felipe: la totoaba. Pero al hacerlo, las vaquitas quedan atoradas en sus redes y, al no poder escapar, mueren ahogadas.
La totoaba, pez endémico del Mar de Cortés, es quien dio origen al pueblo de San Felipe en las primeras décadas del siglo pasado y puede llegar a medir hasta casi dos metros. Aunque desde 1975 su pesca está prohibida y es una especie amenazada, su vejiga natatoria es tan valiosa en China que un kilo de este órgano es pagado en miles de dólares en el mercado negro.
Por eso, desde su llegada al alto Golfo de California, el Narval se dedicó a la extracción de redes para evitar la mortandad incidental de la vaquita marina, a la limpieza del mar y a atender varamientos de ballenas y otros mamíferos marinos.
‘Tres vaquitas por estribor’
Un año después de su llegada Henoch todavía seguía en el muelle de San Felipe, aún no había visto a ninguna vaquita marina e incluso ya estaba dudando de su existencia.
“A ese año que había estado yo aquí pues sacrificas familia, sacrificas hijos, sacrificas todo. Yo estoy fuera, yo soy de La Paz y me vine aquí. Entonces al año de estar aquí yo no había visto ni una vaquita, y escuchaba muchos rumores.
“Decía la gente: ‘es una vaquita que la tienen congelada las autoridades y cada vez que encuentran una muerta la echan y es la misma, nada más para que digan’ o ’es un robot’. Empiezas a escuchar los mitos, la propia comunidad decía: ‘yo nunca he visto una vaquita marina y tengo 50 años aquí’. Llegó el momento en el que yo mismo decía, ¿no será cierto que no hay vaquitas, wey? A lo mejor ya fueron o a lo mejor ni existen”.
Pero todo cambió con la primera expedición científica del Narval, cuando el primer día, a las tres horas, escucharon: “tres vaquitas por estribor”.
Entonces tomó los binoculares. “Vimos tres en ese ratito. En ese momento me sentí comprometido a estar aquí, me sentí comprometido a ayudar.
“En ese mismo año me encontré a una vaquita muerta, con marcas muy claras de que desafortunadamente era una red y entendí qué tan vulnerables son y poco a poco me fui enamorando de este proyecto y no solo del proyecto, estoy enamorado del pueblo de San Felipe, de la gente que vive aquí y de los pescadores que viven aquí porque aquí me han recibido mejor que en muchos lugares”, dice.
Aunque podría ser el enemigo debido a que las redes que recoge valen entre 50 mil y 250 mil pesos, señala que se ha ganado el respeto de los pescadores, incluso de los totoaberos, quienes lo ven como un mediador.
Lo anterior no es fácil, por ejemplo, en San Felipe no quieren a la organización Sea Shepherd, a la que acusan de ser radical y de criminalizar a los pescadores por la captura ilegal. Incluso han tenido confrontaciones directas y ya no le permiten entrar al muelle.
“Mucha gente me dice, qué haces ahí, cabrón. A mí ya me han agarrado gente armada, me han amenazado muchas veces de distintas formas y todo mundo me dice: por qué sigues ahí, wey. Y yo les digo: porque tengo la fortuna de poder servir a una sociedad y de estar en un lugar privilegiado y en un trabajo privilegiado que mucha gente quisiera y que es preservar este destino”, dice Henoch.
El encargado del Narval menciona que la mayoría de los pobladores de San Felipe buscan cambiar esa imagen negativa y junto con científicos e incluso con pescadores están haciendo un esfuerzo para salvar a la marsopa más pequeña del mundo.
“Siento que la vaquita está haciendo todo por sobrevivir, y si seguimos trabajando en conjunto, pescadores, sociedad, ONG, autoridades, pienso que podemos lograr algo”.