En México, la cultura no ha desaparecido. Aunque los teatros, cines, librerías y museos cerraron sus puertas como medida de prevención ante el COVID-19, los artistas y creadores siguieron compartiendo su talento, pero esta vez a través de las plataformas digitales.
De acuerdo con el Artículo 12 del Reglamento de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, con el uso de las tecnologías se tendrá el propósito de establecer estrategias digitales para el acceso a la cultura y el arte, una regla que ya se comenzó a implementar.
La dependencia le prometió a los participantes un monto único de 20 mil pesos netos a cambio de la difusión de sus propuestas artísticas.
Y aunque la SC le pagó a los artistas por su participación, hay puntos que las autoridades no les han dejado en claro a los espectadores: que la cultura no es gratuita.
Carlos Lara, doctor en Derecho Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid, explica que aunque los mexicanos tienen Contigo en la distancia es la plataforma digital que la Secretaría de Cultura (SC) lanzó en marzo pasado para difundir el arte y la cultura entre los mexicanos a la cultura y las artes, eso no significa que deban obtenerlas gratuitamente, como por años las han exigido.
Por ejemplo, en México ya hubo dos intentos de legislar en contra de la descarga de contenidos de manera ilegal, una en la Cámara de Diputados y otra en el Senado de la República; sin embargo, ambas fueron retiradas por la cantidad de comentarios y presión que comenzaron a surgir en contra de estos proyectos.
De acuerdo con el analista, por estar exigiendo el libre acceso a todas las artes, a la gente se le olvida el derecho que tienen los artistas a vivir de lo que producen. “Ahí es cuando volteamos la mirada al cielo”, dice.
En entrevista con Reporte Índigo, el analista comparte que para que el gobierno pueda distribuir cultura correctamente en las plataformas, obligatoriamente debe lanzar una política digital bajo la cual se respeten tanto los derechos de los consumidores como los de los creadores.
“Se trata de crear una política con todos sus pilares, con continuidad y transparencia. Una verdadera política orientada a difundir de manera estratégica estos bienes y servicios culturales, debe ser algo más estructural que sólo coyuntural”, detalla.
Lo cierto es que esta pandemia hace ver la necesidad de que tanto artistas como autoridades comiencen a trabajar y dejen las reglas claras; por un lado, los creadores tendrán que profesionalizarse más y preparar contenidos de calidad para estas plataformas, y por el otro, el Estado tendrá que crear leyes para un ejercicio justo.
Librerías, sin inversión para el mundo digital de la cultura
Debido a que las personas no han tenido la oportunidad de acudir a las librerías para comprar publicaciones en formato físico, algunos de estos comercios han tenido que subir sus ejemplares a las plataformas digitales, aun cuando no tienen la inversión para hacerlo.
La escritora Marlene Diveinz asegura que para poder afrontar situaciones como la actual, las librerías deben contar con una inversión en infraestructura para seguir difundiendo sus libros a través de Internet.
“Para vender libros digitalizados se necesita más que sólo una aplicación digital, se requiere una inversión en infraestructura que permita crear un concepto, una editorial, una producción; este trabajo es mucho más complejo que la venta del libro tradicional”, asegura.
De acuerdo con la también maestra de escritura creativa, las autoridades deben invertir más en libros digitales porque prácticamente se tiene muy poca experiencia con ellos, a diferencia de los escritos en físico, que llevan siglos en el mercado.
Por otra parte, la escritora declara que con la venta de libros digitalizados debe dejarse en claro que los escritores, así como otros creadores, deben recibir un pago por su trabajo, algo que a veces se queda en el olvido.
“Hasta donde sé, cuando uno hace un contrato con editoriales medianas o grandes, cede la explotación de su libro sin derechos a regalías por contenidos derivados, entre ellos contenidos digitales o adaptación, eso es algo que tenemos que observar. Deberíamos establecer que el pago por escrito sea una condición para publicar”, señala Diveinz.
Se debe hacer un llamado a los lectores para entender que escribir cuesta años de aprendizaje, de práctica y de oficio para que, al final, sólo reciban lo mínimo de su gran esfuerzo, dice la escritora.
“Seamos conscientes de este dilema del libro digital, debemos defender nuestros derechos, que la gente esté dispuesta a pagar por todo lo que hacemos con relación a la cultura, trabajamos ocho o 10 horas cada día para elaborar un texto”, añade.
Asimismo, la doctora Lucy Acosta, coordinadora de Difusión Cultural de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, añade que si se llega a un balance entre lo que ofrece una plataforma digital y un recinto físico, como las librerías, las personas tendrán más alternativas de aprendizaje y desarrollo cultural.
“Creo que después del confinamiento, si se invirtió bien en la cultura, tendremos escenarios híbridos, es decir, la gente tendrá la oportunidad de elegir entre hacer una actividad en línea o de manera física”.