Los estigmas de la salud mental y la violencia de género

Incluir las adicciones en el mismo rubro que la atención a la salud mental y considerar que las mujeres deben ser las cuidadoras por su género, deriva en violencia y discriminación
Karina Vargas Karina Vargas Publicado el
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El académico de la Universidad La Salle subraya que vincular o encasillar el tema de la salud mental con las adicciones es grave, pues da pie a que se estigmatice a los pacientes.

“Para empezar, son trastornos con dinámicas y proyecciones de intervención muy distintas. Una adicción no necesariamente implica o raya en un problema de salud ni mucho menos.

“En suma, puede llevar a interpretaciones inadecuadas sobre la intervención en estos dos campos y, por otro lado, limita el acceso a la atención clínica y psiquiátrica de todos nosotros”, dice Emiliano Villavicencio.

El especialista asegura que vincular la salud mental con las adicciones de alguna forma lleva a pensar que quienes tienen acceso a los espacios de atención clínica únicamente son personas que cumplen con estos dos perfiles.

“Sin embargo, la salud mental es cotidiana y todos podemos pasar por algún trastorno, entonces relacionarla con adicciones o una enfermedad mental, descarta a quienes podemos desarrollar algún trastorno que influya en nuestra conducta o forma de pensar y que no necesariamente ello implique una patología profunda o grave”
Emiliano VillavicencioAcadémico de la Universidad La Salle

En este sentido, la premisa de la iniciativa de que todos los niveles de Gobierno garanticen una atención universal, equitativa e igualitaria podría contradecirse al no dirigirse a toda la ciudadanía.

Villavicencio agrega que con la intención de acercar la política de salud mental a toda la población, “irónicamente se está pasando por alto la sensibilidad de ambos trastornos”.

A este encasillamiento se añade la violencia de género que existe en torno a los padecimientos de la salud mental, ya que se ha registrado que las mujeres son el sector más vulnerable para presentar alteraciones en su conducta y son ellas también a las que se les deja, en el mayor número de casos, a cargo del cuidado de sus familiares.

Por este motivo, integrar la perspectiva de género al proyecto presentado por las y los diputados es fundamental, no obstante, la normativa propuesta no especifica cómo ni en qué casos se aplicaría este enfoque.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE) 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la población con síntomas de depresión asciende a 15.4 por ciento entre adultos, pero entre las mujeres alcanza el 19.5 por ciento.

Al respecto, la psicóloga Alicia Jiménez, precisa que en el tema de salud se necesita, en un inicio, una perspectiva de origen primario, pues “no es que los hombres, hasta ahorita, hayan recibido un mejor abordaje o atención que las mujeres, para ambos géneros ha sido deficiente.

“Traería buenas implicaciones si se aplica la perspectiva de género de manera cultural, no solo de salud. Esto tiene que estar bien justificado; por ejemplo, en los hospitales vemos que cuando una mujer se enferma es muy difícil ver a un hombre que la acompañe o llegan cuando el problema ya está muy grave, en cambio las mujeres están ahí para lo que se requiere”, manifiesta.

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