En 1962 se fundó en Estados Unidos la Asociación Nacional de Campesinos de la mano de Dolores Huerta y César Chávez, dos activistas en pro de los derechos de los trabajadores del campo.
A raíz de la “Huelga de la Uva”, que se originó en 1966 en los viñedos de Delano, California, por el uso de pesticidas que enfermaban a los campesinos, se ganó un contrato colectivo, salario justo y seguridad en el trabajo bajo el lema de “¡Sí se puede!”.
A más de 50 años de distancia, los derechos de los trabajadores del campo siguen sin ser efectivos y aunque son considerados empleados esenciales, no se les trata como tal por ser, en su mayoría, personas indocumentadas.
“Es falso, nuestros migrantes vienen a hacer el trabajo más difícil porque es un trabajo físico y solo lo pueden hacer los profesionales”, comenta Teresa Romero, actual presidenta de la United Farm Workers of America (UFW), el sindicato agrícola más grande de Estados Unidos.
Desde que comenzó la pandemia, la UFW ha intentado hacerle contrapeso al abandono de las autoridades estadounidenses y mediante cabildeos o protestas han ganado algunas batallas.
“Desafortunadamente como son personas indocumentadas todos los beneficios que el Gobierno da, no los incluye, ni siquiera si tienen hijos ya nacionalizados en Estados Unidos.
“Por eso hemos estado trabajando, en California ya logramos que las personas contagiadas tengan el derecho a 2 semanas de cuarentena para que puedan estar en su casa y se les pague. También estamos peleando para que los trabajadores puedan reclamar un monto económico como riesgo de trabajo si se contagian”, dice Teresa.
En la UFW ayudan a los jornaleros que trabajan en las empresas que tienen contrato con el sindicato, pero también a los que se encuentran completamente desamparados.
“Desgraciadamente muchas trabajadoras y trabajadores no tienen contrato con un sindicato, nosotros tratamos de darles información, incluso, mediante donaciones compramos y les damos máscaras para que se protejan.
“También les damos información para que se mantengan seguros porque los empleadores no los están informando. Nosotros estamos tratando de ayudarlos para que se mantengan sanos, pero si ha habido contagios en la Casa Blanca, en el campo puede ser peor”, concluye Romero.
Leydy Rangel, especialista en comunicaciones de la Fundación de la UFW, trabaja directamente con los migrantes todos los miércoles y con el apoyo de la World Central Kitchen del chef José Andrés Puerta, lleva alimento a los campesinos.
Solo durante el mes pasado repartieron cerca de 20 mil platos preparados y entregaron 3 mil cajas con alimentos no perecederos, frutas y verduras.
Para ella, uno de los principales problemas que enfrentan y por lo cual se pueden contagiar es que viajan hacinados a sus destinos de trabajo para recortar gastos.
“Los campesinos son un grupo muy vulnerable porque cuando viajan al trabajo usualmente comparten auto los más que quepan para recortar gastos. También sabemos que hay empleadores que utilizan su propio sistema de transporte. Esa es otra manera en la que pueden contagiarse porque viajan muy cerca uno del otro, pues no tienen otra manera de ir”, revela.
Al inicio de la pandemia, la Occupational Safety and Health Administration (OSHA por sus siglas en inglés) del Department of Labor (Departamento del trabajo) emitió recomendaciones para proteger la salud de los trabajadores, pero no han supervisado su cumplimiento”.
“OSHA emitió recomendaciones pero no vigila que se cumplan, siempre es así, los trabajadores del campo siempre son excluidos de sus derechos laborales, por ejemplo, en California es el único lugar donde les pagan extra si trabajan más de 40 horas a la semana”, señala.
Valor ignorado de los trabajadores del campo
Los jornaleros connacionales que trabajan en Estados Unidos no solo tienen una valía para ese país, en México representan un fuerte ingreso por el dinero que mandan a sus familias.
Para José María Ramos, profesor investigador del Colegio de la Frontera Norte (Colef), sus remesas van a ser de vital importancia para los meses que vienen.
Pese a esta valía, el Gobierno mexicano también los ha olvidado, pero de acuerdo con el especialista, es el momento de tomarlos en cuenta.
“En este marco en donde se está hablando de una nueva relación con Estados Unidos a raíz del apoyo que México ha dado en materia de seguridad fronteriza en el sur y en el contexto del próximo encuentro que se va a dar entre ambos presidentes, es la oportunidad de insistir en el fortalecimiento de los protocolos sanitarios en las actividades agrícolas.
“Este es un problema que desafortunadamente pese al aporte que están haciendo los jornaleros agrícolas en términos de las remesas, no se logra resolver. Se necesita que las autoridades fortalezcan la atención y generar algunos esquemas de colaboración con las instancias de EU”.
Si Estados Unidos no quisiera cooperar para apoyar al sector, José María Ramos opina que el asunto se podría escalar a instancias internacionales, partiendo de que recientemente la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó un documento en el que plantea las acciones y políticas públicas que se deben de llevar a cabo para reducir las situaciones de contagio.
“Es un problema que tiene muchas aristas: sociales, laborales y ahora con el tema de la pandemia se puede agudizar, por eso debemos de ayudarlos”, concluye.