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López Obrador vuelve combativo

En el cruce de las calles Insurgentes y Filadelfia, y sobre Dakota, lo esperaban varios de sus seguidores. A un costado de un Café Punta de Cielo se escucharon por momentos loas eufóricas: ¡Presidente Obrador, Presidente Obrador!

En el cruce de las calles Insurgentes y Filadelfia, y sobre Dakota, lo esperaban varios de sus seguidores. A un costado de un Café Punta de Cielo se escucharon por momentos loas eufóricas: ¡Presidente Obrador, Presidente Obrador!

Las mantas las colocaron frente a la valla de policías federales que daban el paso a los invitados que, en auto, acudían al evento. “El verdadero cambio está en tus manos”, se leía en una de ellas. Dos “Morenas” enardecidas la exhibieron ante la ventanilla de un Mercedes Benz de vidrios polarizados que subió la velocidad al pasar junto de ellas.

Son las expresiones ciudadanas que se alcanzaron a ver fuera del WTC a favor de uno de los candidatos presidenciales. Rostros emocionados, expectantes. “Estoy con López Obrador desde hace mucho… esta vez, venceremos”, me dice un viejo humilde, de pelo encanecido y sonrisa de dientes rotos.

Adentro del recinto ya no se ve a la gente de a pie. Al iniciar el debate se comprueba lo que ya se sabía de antemano: que el formato no le favorecería. Que dos minutos para elaborar una idea le suponen una tortura. Se conoce de sobra cómo habla, lento, pausado. Él mismo ironizó sobre eso en una entrevista reciente con la periodista Carmen Aristegui.

Así que no fue sorpresa

El reloj le ganó al principio. Las propuestas sobre los temas que debía dar no llegaban. “No estoy entendiendo la estrategia de López Obrador”, posteó uno de sus seguidores en Facebook, desconcertado.

Pero el tabasqueño, al parecer, sí la tenía clara.

“Sabemos que las cosas no van bien… y quiénes son los responsables…” , profirió. Y entonces, como acostumbra, Andrés Manuel López Obrador apeló al pasado. A la memoria. A identificar a ese grupo de hombres que han llevado a México “a esta crisis”.  El grupo “de los que no dan la cara”, que “no quieren dar el cambio” y que “tiene el control del PRI y del PAN”.
Así fue preparando el terreno para lograr subir al ring al único contrincante al que le interesaba llevar a las cuerdas. A partir de ahí, prosiguió con su contragolpeo sobre el tricolor:

Porque no ha habido crecimiento, empleo, bienestar, ni seguridad… Porque son dueños de los medios de comunicación… Porque “quieren con publicidad y mercadotecnia imponer a Enrique Peña Nieto”.

Era claro. El discurso amoroso había quedado atrás. El conocido boxeador, fajador y contragolpeador, estaba de vuelta. Andres Manuel López Obrador reapareció sobre el ring fiel a su estilo de ataque. Para bien y para mal.

Avanzó…

AMLO, como ahora todos le dicen, se anotó unos puntos a favor en algunos de sus temas de agenda. Como el de los monopolios. “Que se modere la opulencia”, dijo, parafraseando a Morelos.

También cuando recordó que la inversión pública y el bienestar social serían otra cosa sin el Fobaproa –esa deuda privada que volvieron pública quienes sólo “reparten migajas”.

El tabasqueño logró asestar unos ganchos a su contendiente tricolor en algunos rounds del supuesto debate.

Por ejemplo, cuando le dijo a Enrique Peña Nieto que en un solo año de gobierno se había gastado 691 millones de pesos en publicidad sólo para Televisa. O cuando denunció que vive protegido bajo el cerco de las televisoras.

Su izquierda fue eficaz cuando recordó su vínculo con el polémico ex gobernador Arturo Montiel, ícono de la corrupción.

Aunque la foto que mostró de los cercanísimos mexiquenses no logró verse a cuadro, consiguió su objetivo: el priista reaccionó con un consecuente derechazo.

El señor López Obrador suele recurrir a la mentira, dijo Peña. Y agregó: olvida quiénes formaron parte de “su círculo cercano”.

No fue necesario ver la foto del “señor de las ligas” ni su “fajo de billetes”. La grotesca imagen de la campaña de 2006 reapareció nítida en la memoria colectiva.

Ni cómo ayudarle, pensaron muchos… Pero el veterano supo reaccionar, con espontaneidad, a la provocación del tricolor. No sólo Bejarano sino también Ponce, dijo echado pa’delante. La única diferencia es que Bejarano fue a la cárcel y Ponce sigue ahí, “pero usted está aquí”, devolvió otro gancho el tabasqueño.

…Y retrocedió

Así como ganó unos rounds, perdió otros.

Su alusión a José María Morelos y Pavón, para fundamentar su postura antimonopolios, seguramente sólo la comprendieron en su justa dimensión algunos ilustres.

Quizá varios del “círculo rojo” y tal vez algunos de sus fieles seguidores recordaron las palabras textuales del considerado precursor del constitucionalismo mexicano: “Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto”.

Aunque buena parte de su fortaleza como político se sustenta en su conocimiento del pasado, y en precisar el rol que jugaron los actores principales que han determinado el presente, dar por supuesto que la gente tiene la habilidad de seguir sus argumentaciones resulta un tanto naíf.

¿Qué les habrán dicho, a los jóvenes que nunca han vivido bajo la Presidencia del PRI, las menciones de “Morelos”, “Fobaproa”, “Ferrocarriles Nacionales”, “Santa Anna”, “Montiel”? Tal vez algo, quizá nada.

Lo cierto es que las nuevas generaciones no recibieron, en muchos casos, propuestas claras y contundentes por parte de AMLO. Ajeno, arcaico debió apreciarse desde la óptica de quienes viven en la era del “tuit”, donde los mensajes fluyen velozmente.

Muchos de los que por vez primera votarán en julio próximo se debieron quedar en blanco. Atestiguando cómo el candidato del Movimiento Progresista estaba arrojado de lleno en su contragolpeo incesante.

Pero ¿y las temáticas que les preocupan a los jóvenes? Salvo la mención de otorgar becas a algunos estudiantes el tabasqueño no definió políticas claras en torno al empleo, la ciencia, la tecnología. Su argumentación sobre tecnologías de la información se percibió “lamentable”, según un tuitero.

¿Ganó adeptos de las nuevas generaciones López Obrador? A lo mejor algunos, y con trabajo.

¿Cómo reinventarse?

Es posible que otras de sus propuestas hayan abonado a su favor. Como la de que se bajará a la mitad el sueldo, si ocupa el Ejecutivo federal. Como que someterá su administración a evaluación cada dos años. Como que aplicará políticas de austeridad y terminará con los privilegios de la alta burocracia.

¿Serán las buenas intenciones suficientes para remontar en las encuestas?

Muchos consideran que la campaña electoral de AMLO requiere de una cirugía urgente, estratégica, camino al siguiente debate que se realizará en Guadalajara.

Si quiere repuntar, considerablemente, deberá ir más allá de sus simpatizantes tradicionales. Deberá no conformarse con el voto duro que le asegurarán “las izquierdas”. Deberá aspirar a que lo dejen de ver como “el menos peor de los tres fuertes” para que lo vean, con convicción, como una posibilidad del “cambio verdadero” que asegura enarbola.

La de 2012 será, probablemente, su última pelea sobre el ring. Su última oportunidad para intentar ganar el cinturón presidencial.

Quienes no ven ni al PRI ni al PAN como una alternativa de gobierno, anhelan que sin dejar de ser el fajador que es, Andrés Manuel López Obrador consiga superar su estilo de contragolpeador “demodé”. Que el boxeador se supere a sí mismo. ¿Podrá lograrlo?

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