Conforme las dirigencias del PRI y del PRD se desmarcan de sus orígenes para hacer frente a Morena, el Presidente López Obrador se asume como continuador tanto de la obra posrevolucionaria priista, por su defensa de las instituciones del Estado, como de las luchas antineoliberales perredistas, al enarbolar luchas sociales.
Desde que inició su administración, López Obrador ha destacado los logros de los gobiernos postrevolucionarios, incluso llamando a los priistas a retomar su ejemplo, como lo ha hecho con su reforma energética. Así como son constantes sus remembranzas como dirigente de la oposición y sus críticas a los perredistas que “traicionaron” sus principios.
José Encarnación Alfaro, exsecretario de Organización del PRI, considera que esto no es sorprendente, ya que López Obrador surgió del tricolor al igual que su ideología, aunque del sector más radical del socialismo democrático. Por el contrario, considera “interesante, más que grave”, que sea el partido el que comience a alinearse al discurso del primer mandatario.
“En los planteamientos originales de Morena, la cuarta transformación es la instauración de la República democrática, el cambio de régimen hacia un sistema semi-presidencialista. Las cosas que se pronunciaron en la asamblea del PRI son exactamente eso, están alineando al PRI al esquema ideológico y programático de Morena”.
En contraste, Verónica Juárez, dirigente nacional de Nueva Izquierda, considera que el Gobierno de López Obrador no representa las luchas históricas del PRD, señalando particularmente el estilo personalista del primer mandatario, basado en centralizar la opinión pública y concentrar las facultades del Estado.
“Ha quedado claro que el Gobierno de López Obrador no representa a la izquierda, tampoco a las grandes luchas de las que venimos. Ahora, contra todo sentido, se opone a las instituciones, desprecia a los contrapesos y desdeña por lo que siempre luchamos, que era desmilitarizar las calles”.