Librerías en peligro de extinción por pandemia
Las librerías independientes viven en la incertidumbre desde que se clausuraron todas las actividades no esenciales por la pandemia de coronavirus. A pesar de que varias trasladaron sus tiendas a un modelo digital y ofrecen promociones, la falta de ventas y las elevadas rentas les impide resistir mucho tiempo antes de tener que cerrar
Hidalgo NeiraLas librerías independientes viven en la incertidumbre. Los comerciantes de México se enfrentan a su prueba máxima en un país que se encuentra en su pico más alto de la pandemia por Covid-19.
La CDMX se ve desolada y con cada vez menos transeúntes y locales abiertos, además la insistencia de las autoridades de suspender hasta nuevo aviso todas las actividades que no sean esenciales, es un señalamiento persistente.
Lugares como centros comerciales, gimnasios, parques y museos, entre otros, cesaron sus labores hace poco más de un mes por disposición del gobierno capitalino.
Ante este llamado expedido por la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, dueños y locatarios de librerías de segunda mano, tuvieron que clausurar de manera indefinida sus lugares.
La consternación y la duda de si su labor seguirá en pie es latente, ya que no son vistos como un negocio vital, una muestra de que la cultura es innecesaria para las autoridades, ahora más que nunca en momentos de coronavirus.
“Si tú revisas no dice librerías, aunque sí nos dijeron que ‘hay que cerrar’. De pronto nos da risa, de pronto nos enojamos, pero creo que lo que nos están diciendo es muy importante, el visibilizarnos, el decir sí somos un rubro, un gremio. Hay países como España o Argentina que hay carreras para ser libreros, aquí en México no hay”, explica Gema Contreras, co-propietaria de las librerías Tomo Suelto.
Reporte Índigo conversó con otros dueños de establecimientos literarios, todos presentan preocupación real por mantenerse a flote durante y después de la cuarentena, ya que en este momento sus ventas no alcanzan para cubrir gastos operativos, nómina o la renta del local.
“Ahorita solo contamos quizá con un dos por ciento de la venta, es prácticamente nula, es decir, nosotros estamos nadando en las aguas tranquilas de la incertidumbre, en realidad no sabemos qué vaya a ocurrir”, comenta Max Ramos, quien cuenta con cinco librerías.
“Simplemente no hubo posibilidad de negociación, sino que además, como si el horno no estuviera ardiendo, nos subieron la renta, estamos ahí intentando ver cómo maniobrar para capotear este momento difícil”, platica Luigi Amara, co-fundador de La murciélaga librería.
Según datos de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), con el cierre de las librerías físicas, aumentó alrededor de un 30 por ciento la compra de libros en línea.
Por lo tanto, los vendedores de volúmenes de segunda mano, se encuentran armando estrategias digitales para tratar de salir adelante, además de otras promociones como extender bonos de compra a futuro y descuentos.
“Ahora estamos intentando abrir la librería virtual y me he dado cuenta de algo curioso y muy triste: se redujeron mis gastos operativos a nada, no pago renta o nómina ya que yo soy mi única empleada (…) lo que a mí me da mucho pesar, pues son estos 20 empleados que se quedaron sin trabajo”, comparte Selva Hernández, quien tiene La oficina del libro en la colonia Condesa.
Pero aún con las ventas del Internet, los vales con descuento o los pedidos especiales, muchos de los libreros no podrán sobrevivir y algunos tendrán que dejar su vocación.
También puedes leer: Librerías independientes viven “Día del Libro” a punto de la quiebra
Librerías En números rojos
Con más de tres décadas en el negocio de los libros, Francisco López Casillas — hijo del fundador de Tomo Suelto, Ubaldo López— Gema Contreras y su hija Aura López, los propietarios de la librería, cuentan que es una empresa familiar que ha logrado perdurar por el gusto de la lectura de los mexicanos, pero ahora mismo es notorio que apenas logran subsistir.
En marzo pasado vieron que las ventas habían decaído un 75 por ciento, pero desde años atrás observan que pausadamente ha disminuido la compra de los libros de segunda mano, ahora mismo están manteniéndose con un 10 por ciento de ingresos gracias a la venta de bonos que se harán válidos acabando el encierro.
“Tenemos cerca de 20 mil clientes suscritos en nuestra base de datos a los cuales convocamos e invitamos a que participaran, que nos solicitaran libros o alguna forma de poder trabajar ahorita con ellos, y poder dar el servicio por medio de bicicletas o paquetería. Yo creo que es un 10 por ciento de las ventas que normalmente deberíamos de tener, eso es lo que estamos obteniendo ahorita”, platica López Casillas.
Tomo suelto cuenta actualmente con cuatro sucursales, dos en la zona centro, una en la colonia Roma y otra en Coyoacán, los dueños prevén que tendrán que cerrar uno de estos locales para posiblemente evolucionar a uno virtual que ya se encuentran preparando.
Con la tradición cultural de 25 años, la librería A través del espejo, ubicada en Álvaro Obregón 118, ahora se encuentra a punto de su cierre definitivo, así lo expresa Selva Hernández, quien heredó el negocio de su madre hace un lustro, y debido al flujo comercial, que ha aumentado con el paso de los años, la renta se ha encarecido
“La librería ya estaba padeciendo severos aumentos de renta, entonces decidimos dejar el local y ahora con el Covid-19 tuvimos que acelerar los procesos, y es muy probable que la librería se mude o desaparezca”, expresa Hernández.
La también propietaria de La oficina del libro revela que la renta que paga en el inmueble de la Roma es de 34 mil pesos, la cual se volvió incosteable. Lamentablemente, este es el punto débil de quienes se dedican a vender libros de paso en la Ciudad de México.
Rentas, el talón de Aquiles
Entre montañas de más de 50 mil volúmenes, en la calle de Liverpool número 12, se encuentra Jorge Cuesta, librería de viejo que inauguró Max Ramos hace siete años.
Paseando por la segunda planta, el hombre dedicado a la cultura, se muestra sensible y preocupado por el futuro de su comercio, ya que además de esta tienda de letras, tiene cuatro más.
Al tercer día de que cerraron uno de los espacios, una de las caseras presionó a Ramos exigiendo el pago mensual del inmueble, el librero explicó que ellos viven al día, de las ventas de los ejemplares, la respuesta de la mujer fue fría y directa: “si no pueden desocupen”.
“Yo tenía un ligero ahorro, más lo poco que se fue vendiendo en los primeros días del cierre, nos falta por ejemplo el 30 por ciento de la renta de los cinco espacios, para el próximo mes va a estar peor el asunto. El ecosistema de las cinco librerías para subsistir con sus gastos fijos ascienden alrededor de unos 85 mil pesos mensuales”, se sincera Ramos con voz entrecortada.
Para Tomo suelto, la situación de las rentas también es un golpe duro, ellos manifiestan que solamente de su local en la calle de Donceles, pagan cerca de 40 mil pesos, mientras que en la calle de Allende su librería tiene una renta de 28 mil pesos aproximadamente.
“Lo que nos complica más finalmente a las librerías son las rentas y los servicios (…) no podemos cancelar la luz, los teléfonos, algunos caseros nos dicen ‘sí no hay problema, vamos bien’ y otros nos dicen ‘sí está bien, pero te vamos a cobrar interés’ de los meses que no paguemos durante esta pandemia“, relata López Casillas.
También puedes leer: Diputados aprueban estímulo fiscal a pequeñas y medianas librerías
Sin apoyos para la lectura
Dedicado a la poesía desde hace más de dos décadas, cofundador de Tumbona Ediciones e integrante del Sistema Nacional de Creadores de 2005 a 2008, Luigi Amara conoce el oficio de los libros muy bien, el cual asegura persiste gracias a la entrega de quienes se dedican a ello, pues en materia de apoyo gubernamental, los esfuerzos son imperceptibles.
Ramos ni siquiera ve que su oficio tenga acceso hacia un privilegio gubernamental, él se siente como cualquier comerciante, y nunca ha aspirado a una dádiva por parte del Estado, pero admite que de existir esto para los libreros, la recibiría sin chistar.
“Yo como librero no soy más que un carnicero o un pollero, no tengo ningún pequeño escalafón que me haga sentir diferente, entonces nunca he aspirado a una beca de cultura o apoyos, es decir, si nos las dan es bien recibida, pero tampoco estamos con esa expectativa ”, dice el dueño de El Hallazgo, fundada en 1999.
Hernández muestra su molestia con las instancias públicas culturales, ya que cree que son risibles los estudios que se han hecho sobre el impacto de la lectura en la sociedad, e insiste en que se deben de hacer campañas que realmente incentiven a la ciudadanía a leer.
“Las iniciativas que hay para el fomento de la lectura están mal hechas y son tomadas al vapor. No están basadas en estudios serios, por ejemplo, el Inegi tiene un estudio sobre la lectura, pero además de que es muy breve y no es profundo, arroja datos como el de que la gente dice que el libro que más lee es la Biblia, pero eso no nos sirve para nada. Porque no nos arroja información que nos permita ser innovadores, no nada más a los libreros, sino a los editores y editoriales independientes”, ejemplifica.