San Bartolo Cohuecan es una comunidad donde cada día miles de piezas nacen del barro.
Mientras amanece, la mayoría de los habitantes de este pequeño lugar ya están preparando el material con el que a lo largo de la jornada le darán forma a ollas, cazuelas, sartenes, jarros, platos, macetas y otros productos de la alfarería tradicional mexicana.
Cohuecan también es uno de los 217 municipios del estado de Puebla, con poco más de 4 mil 500 pobladores. Su nombre significa “Lugar peligroso y escondido” y se rige por usos y costumbres.
La mayoría de sus habitan tes se han dedicado a la alfarería por generaciones y, ahora, un grupo de mujeres alfareras busca romper con una de las tradiciones más antiguas: el uso de esmaltes a base de óxido de plomo, también conocido como “greta”, que aunque es tóxico, es lo que le da brillo a las piezas.
En este lugar, desde hace casi dos años, una veintena de mujeres alfareras aprenden cómo crear piezas sin usar este componente. Integran el “Círculo de Mujeres Hechas de Barro”, que es parte del programa Barro Aprobado de la organización Pure Earth México, y cada mes realizan una “quema” donde aplican sus conocimientos.
Ahora, los utensilios que emplean para cocinar y que han creado ellas mismas — como ollas y cazuelas— ya están libres de plomo, pero aún falta perfeccionar la técnica y la siguiente fase es lograr un comercio justo.
Una nueva era en Cohuecan
A diferencia de la mayoría de los habitantes de Cohuecan, Esmeralda no nació en una familia que se dedica a fabricar objetos de barro cocido, sino en una que crea escobetillas, la otra artesanía del pueblo. A los 19 años empezó a vivir con su pareja, cuya familia es alfarera, y ahí surgió el deseo de aprender a dominar el barro.
No fue fácil porque al principio no le salían las piezas. A veces no las cortaba bien, en otras ocasiones le salían chuecas o pegaba mal las asas. Para ella, lo más fácil fue empezar a pintarlas y a decorarlas. Pero poco a poco y con el apoyo de su esposo y de su suegro, a quien le dice papá, aprendió.
“Algo que me decía mi suegro era: ‘tú vas a dominar el barro, el barro no te va a dominar a ti, si tú quieres que el barro salga de esta manera, yo sé que tú vas a poder hacerlo. Yo sé que todo lo que te propongas lo vas a hacer’. Así me decía él, entonces esas palabras me ayudaron, me sirvieron de mucho para ver que sí podía hacerlo y que lo iba a lograr”, relata.
Un día, un cliente le dijo que sus productos estaban muy bonitos y que debería de participar en concursos, entonces, motivada por la curiosidad, entró en internet y encontró algo que le cambió la vida: la existencia de productos de barro libres de plomo. Ella no sabía que las piezas que creaban y vendían tenían ese material, tampoco conocía lo tóxico que puede llegar a ser.
“Empecé a investigar más sobre qué era el plomo, cómo nos hacía mal y qué dañaba y así fue como me di cuenta de que lo libre de plomo ya existía aquí en el pueblo, había una familia que ya trabajaba así, pero fue hasta que me comuniqué con la maestra Netzy y con Joseline (de Barro Aprobado) que me dieron indicaciones de cómo me podía integrar a este círculo de mujeres.
“Y pues dije: ‘yo tengo que aprender porque debo erradicar el plomo de mi familia, quiero que mi familia y mi hija crezcan bien. No quiero que tengan ese contaminante en su vida, entonces fue así como me integré al círculo de mujeres’”, relata.
Cuando Esmeralda se integró al grupo, éste ya llevaba más o menos medio año de trabajo, pero eso no fue impedimento para que ella se pusiera al corriente. Actualmente llevan casi dos años de aprendizaje y aún les falta uno, en el que les enseñarán todo lo relacionado con las finanzas del barro libre de plomo para poder comercializarlo.
Otro de los retos es que la mayoría de las personas, incluida la familia de Esmeralda, sigue trabajando con productos de plomo debido a que todavía están en proceso de encontrar la fórmula perfecta para el barro libre de este metal y la resistencia a cambiar la “greta” por otro material, así como la negación de que es un metal tóxico. De hecho, muchos justifican que sus antepasados lo hacían y nunca se enfermaron.
“Nosotros todavía seguimos trabajando el plomo porque nos falta llegar hasta ese proceso, es un proceso largo que aún nos falta recorrer, porque aún no tenemos los precios, los costos. Nos vienen a enseñar pero nos falta un taller que es de contabilidad, es para saber los costos, precios, cómo manejarlos, aún desconocemos el valor del esmalte, de las pinturas. En cuanto a la “greta” es más fácil porque el proceso ya lo tenemos, por así decirlo, viene de los abuelitos. Aparte aún no tenemos clientes que vengan y nos compren el libre de plomo, tenemos clientes de años que nos vienen a comprar el de “greta””, explica Esmeralda.
La alfarería en México
Según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en México existen 41 mil 289 personas que se dedican a la alfarería, de las que el 55 por ciento son mujeres.
Debido a que son ellas quienes históricamente han sido asignadas al cuidado de la familia y de la comunidad, son quienes principalmente reaprenden a trabajar libre de plomo.
El Círculo de Mujeres Hechas de Barro ha beneficiado a más de 170 personas de las comunidades alfareras del país y, según sus datos, ha ayudado a la disminución de hasta en un 51.2 por ciento del nivel de plomo en la sangre de algunas de las participantes de Cohuecan, Puebla
El Círculo está conformado por 68 alfareras de Acteopan y Cohuecan, en el estado de Puebla, quienes aprenden a construir y emplear hornos tradicionales de alta temperatura, así como a usar esmaltes libres de plomo de acuerdo con el tipo de barro que existe en su comunidad.