Las mujeres ‘fallidas’ del DF

Justo el 10 de mayo la “Mala Madre” ingresó al penal de Santa Martha. “Ya llegó la tipa que mató y violó a su hija”, dio el pitazo una de las celadoras y solo eso bastó para que otras presas la picaran con las agujas de rafia, plumas y le abrieran la cabeza a cacerolazos.

Karen está presa por homicidio en grado de parentesco. El hombre con quien vivía y que no era el padre de la menor de apenas un año y medio, violó y mató a su hija mientras ella se bañaba.

“Fractura craneoencefálica, desgarre anal”, decía el reporte médico. De inmediato fue detenida.

Icela Lagunas Icela Lagunas Publicado el
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A través de un programa de muralismo carcelario, las prisioneras tomaron las paredes del penal para sentirse libres
Mujeres en Espiral descubrió que, por su calidad de mujeres reclusas, los procesos de muchas de ellas están saturados de irregularidades y arbitrariedades
https://www.youtube.com/watch?v=3y8B7e0eQqQ
Expertos coinciden que algunas mujeres que transgreden los roles de género reciben condenas excesivas a manera de ejemplo 
https://www.youtube.com/watch?v=0i6gkC1Ew6I

Justo el 10 de mayo la “Mala Madre” ingresó al penal de Santa Martha. “Ya llegó la tipa que mató y violó a su hija”, dio el pitazo una de las celadoras y solo eso bastó para que otras presas la picaran con las agujas de rafia, plumas y le abrieran la cabeza a cacerolazos.

Karen está presa por homicidio en grado de parentesco. El hombre con quien vivía y que no era el padre de la menor de apenas un año y medio, violó y mató a su hija mientras ella se bañaba.

“Fractura craneoencefálica, desgarre anal”, decía el reporte médico. De inmediato fue detenida.

“¿Así lloraba tu hija cuando la mataron?”, la interrogó el Ministerio Público de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) cuando empezó el proceso que aún la tiene hundida en la cárcel y en la culpa.

Mucho antes de ser juzgada la expusieron a la prensa, donde un grupo de periodistas la interrogó a partir de la historia que las autoridades les contó. Luego, la subieron a un coche, la llevaron de nueva cuenta a su domicilio para tomarle nuevas fotografías en la recámara de la niña. “Esta es putona, caza hombres. Puta chacal”, le gritaron los agentes de la Policía Judicial y los del Ministerio Público.

Por toda esta campaña que se armó desde su detención la “Mala Madre” ya era esperada en Santa Martha, donde le dieron la bienvenida con una tremenda golpiza de la que no recibió atención médica.

“Firma ahora y luego lo niegas todo”, fue la recomendación que le hizo desde el primer día su abogado de oficio, porque lo realmente urgente para el litigante era brincar ese proceso para ayudarla a salir.

Las denuncias de intimidación, malos tratos, golpes, insultos y tortura de nada valieron para la jueza encargada de su caso, quien no ordenó ninguna investigación al respecto. 

Karen, la “Mala Madre”, fue sentenciada a pagar una condena de 60 años y siete meses de prisión. Ella roza los 25 años, lo que equivaldría a pasar el resto de su vida detrás de los muros.

La “Mala Madre” recibió una condena “ejemplar”. Una pena que advierte a todas aquellas mujeres que transgreden los roles de género, divorciadas, separadas, percibidas como malas mujeres, malas madres, ligeras o excesivamente autónomas o masculinas.

Así lo distinguen los especialistas de la Clínica de Justicia y Género Marisela Escobedo, que se creó con el apoyo de la Facultad de Derecho de la UNAM y de la Comisión de Derechos Humanos del DF (CDHDF).

La clínica se desprende del proyecto denominado Mujeres en Espiral: sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia que desde el 2008 se adentró a la problemática que padecen a diario las mujeres privadas de la libertad.

La doctora Marisa Belausteguigoitia Rius, directora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la UNAM, cabeza de este proyecto en las cárceles, explica que durante todos estos años el trabajo que inició como una contribución de muralismo carcelario se convirtió en algo mucho más complejo que pone a las presas en acción.

Color a su desesperación

Contrario a la naturaleza de las cárceles que se apoderan de sus prisioneras y las minimizas. Ellas, las presas, tomaron las paredes de la  cárcel y ahí representaron su realidad, sus historias, dolencias, reclamos y sed de libertad a través de los murales “El Grito”, “El Tiempo”, “Caminos y formas de la libertad” y “Acción Colectiva por la Justicia”

Así se apropiaron de los muros de Santa Martha. Desdoblaron su personalidad para autoretratarse, verse frente al mar e incluso sentirse libres. Leyeron a Elena Garro, Rosario Castellanos y Octavio Paz, entre otros. 

Pero no solo eso, a través de especialistas, se les ha empoderado para que se hagan conscientes de sus expedientes, de los rebuscados términos jurídicos que escuchan durante el desahogo de sus procesos.

Porque la desesperación por salir va de la mano con la angustia que padecen al sentirse cada día más abandonadas, por sus parejas, por hijos que crecen allá afuera, sin ellas, y sus madres que de golpe y porrazo tienen que sacar a esos niños adelante.

Cada día en prisión son más invisibles, advierte la especialista, en la cárcel terminan de desaparecer, la piel se les pone opaca, gris, la mirada limitada y el intelecto atrofiado.

Y es que, lo que comenzó con un proyecto cultural de convertir en murales las paredes de Santa Martha, obligó a inmiscuirse con la realidad de miles de mujeres que ahí adentro evidencian las graves fallas del sistema de justicia en México.

Mujeres en Espiral descubrió que, por su calidad de mujeres reclusas, los procesos de muchas de ellas están saturados de irregularidades y arbitrariedades.

Para la especialista, no es exagerado declarar que por ser mujeres que “defraudaron” a sus familias y a la sociedad, se percibe un aumento en la pena.

Porque no hay investigaciones ni registros que documenten la frecuencia con que las mujeres se involucran en crímenes a solicitud de los hombres de la familia.

Es decir, la mayoría de las veces no llevan los roles protagónicos del delito. En el caso de  las drogas, por ejemplo, las mujeres participan como mulas, ganchos, correos, donde desempeñan roles secundarios y al final, cuando las cosas salen mal, se “hacen cargo” de los delitos cometidos por su hombre y pagan por ellos la pena.

Como Karen, la “Mala Madre”, cuyo caso se revisa por Luis Alberto Muñoz y Gladys Fabiola Morales, expertos de la Clínica de Justicia y Género Marisela Escobedo, a fin de ayudarla a limpiar un proceso plagado de irregularidades que eventualmente le reduzca la pena y la lleve a la libertad.

De mujeres “fallidas”, como son vistas por la sociedad, está lleno el penal de Santa Martha Acatitla. Tan solo ese centro alberga a mil 742 de las dos mil 4 internas del Sistema Penitenciario del DF, el resto están tras las rejas de Tepepan.

La mitad de esas 2 mil presas son jóvenes que no rebasan los 30. La estadística penitenciaria perfila a las mujeres “fallidas” como jóvenes cuyos estudios promedio son primaria y secundaria; solteras o en unión libre que se dedicaban a labores del hogar o bien trabajos eventuales por su cuenta.

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