Las grietas de Coquimbo
El edificio que se encontraba en el 911 de Coquimbo estaba en medio de dos construcciones exactamente iguales, el 909 y 911-Bis. Su colapso, sigue siendo un misterio, pues de la zona de Lindavista fue el único inmueble que se derrumbó
Eduardo BuendiaEn la esquina de Coquimbo con Sierravista todavía son visibles las grietas.
Esas fisuras qué forman una equis y que en algunas de ellas se alcanza a ver el tabique rojo -entre la pintura color crema- parecen ser un recordatorio constante de vecinos y familiares de víctimas de lo que ocurrió hace 365 días.
La señora Laura Morán, quien el 19 de septiembre de 2017 a la 1:14 PM estaba en su departamento en Coquimbo 909, nunca olvidará el fuerte movimiento y tampoco el estruendo que provocó el edificio contiguo al momento de colapsarse.
“El temblor tan fuerte, después el ruido que hizo el edificio de al lado, al desplomarse. Salí y la calle estaba llena de personas…una situación muy fuerte”, comenta Morán.
Dos de las nueve personas que fallecieron en el derrumbe de Coquimbo 911 eran amistades suyas, se dedicaban a dar mantenimiento al edificio que sucumbió y quedaron sepultados entre los escombros.
El edificio que se encontraba en el 911 de Coquimbo estaba en medio de dos construcciones exactamente iguales, el 909 y 911-Bis. Su colapso, sigue siendo un misterio, pues de la zona de Lindavista fue el único inmueble que se derrumbó.
Una de las teorías es que los edificios 909 y 911-Bis, con el movimiento telúrico, ejercieron mucha presión sobre la construcción que colapsó, la hipótesis se refuerza por la forma en la que paredes, trabes y columnas, vencidas hacia el centro.
Hoy, en el lugar donde se encontraba el edificio de 6 niveles solo hay tablas que cubren lo largo del predio, del cual fueron extraídas 2 mil 500 toneladas de escombro.
Las labores de remoción de concreto y cascajo culminaron en diciembre de 2017, pero la tragedia sigue para sus vecinos, quienes tuvieron que abandonar los edificios contiguos.
La señora Morán dice que aunque la autoridad ha atendido a los vecinos desde el sismo de hace un año, la reconstrucción se ve lenta, pues los edificios se encuentran de pie pero con grietas, apuntalados en la parte de abajo y habitado solo por las palomas que han hecho de las decenas de balcones su casa.
Son las 13 horas con 16 minutos y la alerta sísmica comienza a sonar, a unos pasos del derrumbe. En los oídos de los deudos y de los vecinos llegan los recuerdos del 19-S; se escuchan los rezos de una señora que papel en mano se limpia algunas lágrimas.
Las palomas vuelan de los balcones, dejan su nueva casa por un momento, impactadas por el fuerte sonido.