Lamento entre los desechos

En la Colonia Obrera, la escuela Simón Bolívar sufrió graves afectaciones y los equipos de rescate sacaron de los escombros a por lo menos un par de niños que habían quedado atrapados
Ernesto Santillán Ernesto Santillán Publicado el
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De entre los escombros se podían escuchar los gritos de auxilio después de que al menos una decena de personas quedaran atrapadas debajo de las ruinas de un edificio de siete pisos que colapsó sobre ellos durante el terremoto del día de ayer.

“Ni siquiera alcanzamos a escuchar la alerta sísmica”, confiesa uno de los jóvenes cubierto en polvo que apenas logró salir de la fábrica de telas en donde laboraba.

El lugar del siniestro, ubicado en la Colonia Obrera, entre las calles de Chimalpopoca y Bolívar, fue uno de los más afectados del centro de la Ciudad de México.

A las 9 de la noche, rescatistas del ERUM podían confirmar cuatro personas muertas y por lo menos otro tanto igual de heridos.

A un lado de la maquiladora se encuentra la escuela Simón Bolívar, la cual también sufrió graves afectaciones y de donde los equipos de rescate tuvieron que sacar de entre los escombros a por lo menos a un par de niños que habían quedado atrapados.

En apenas unos instantes, los habitantes de la Colonia Obrera llegaron al lugar de los hechos, formaron filas para sacar miles de cubetas llenas de escombros para que las personas que quedaron ahí atrapadas pudieras ser liberadas.

Otros ayudaron con donativos, desde carretillas y herramientas hasta linternas, comida y agua para que los voluntarios pudieran hidratarse, alimentarse y seguir con las labores de rescate.

Pero los cientos de voluntarios que llegaron a la zona también provocaron confusión, ya que en su intento por ayudar, muchas veces estorbaban el paso de las ambulancias que entraban al lugar para atender a los heridos y de los camiones que iban y venían de un lado a otro trasladando los escombros.

El ruido provocado por las personas que se encontraban en los alrededores también dificultó el uso de los perros de rescate, pues de acuerdo a lo que explicaron los rescatistas, el ruido suele confundir a los perros, pues son muy sensibles a su entorno.

La desinformación también predominaba en la zona, ni los rescatistas, ni la policía federal o los bomberos sabían con certeza cuántas personas fueron sepultadas ni si eran alumnos de la escuela Simón Bolívar o trabajadores de la maquila.

Conforme pasó el tiempo las cosas se dificultaron. La noche comenzó a cubrir con su velo los edificios derrumbados y el personal que se encontraba laborando con el fin de rescatar a los afectados no contaban con el equipo suficiente y básico para laborar como lo son linternas y pilas.

Otros materiales de los que carecían el personal de rescate eran seguetas, desarmadores y pinzas para cortar alambre. No obstante, los vecinos de la zona se las arreglaron para conseguir y donar todo lo que les fue solicitado.

Alrededor de las 10 de la noche un nubarrón cubrió las ruinas y dejó caer la lluvia sobre ellos dificultando las labores de todas las personas que ahí se encontraban.

Las trabajos de rescate continuaron a lo largo de toda la noche, autoridades y voluntarios operaron a través de un sistema de relevos para que las labores de rescate continuaran de forma ininterrumpida.

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