La primer fuga de “El Chapo”, las versiones
La segunda fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán trajo a la memoria los días aciagos que se vivieron en su primera escapada, en el sexenio de Vicente Fox, el panista que había tomado protesta como presidente de la República apenas 50 días antes.
Era viernes 19 de enero del 2001. Joaquín Guzmán llevaba ya casi ocho años preso, luego de que fuera capturado en 1993, en el puente El Talismán, en la frontera de México con Guatemala.
“El Chapo” ya conocía el penal de El Altiplano, de donde se fugó la noche de este sábado.
Imelda GarcíaLa segunda fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán trajo a la memoria los días aciagos que se vivieron en su primera escapada, en el sexenio de Vicente Fox, el panista que había tomado protesta como presidente de la República apenas 50 días antes.
Era viernes 19 de enero del 2001. Joaquín Guzmán llevaba ya casi ocho años preso, luego de que fuera capturado en 1993, en el puente El Talismán, en la frontera de México con Guatemala.
“El Chapo” ya conocía el penal de El Altiplano, de donde se fugó la noche de este sábado.
En 1993, cuando su captura fue anunciada por el entonces procurador General de la República, Jorge Carpizo, Joaquín Guzmán fue trasladado al penal de Almoloya de Juárez, en el Estado de México –que después cambiaría su nombre al Altiplano-.
Era el tiempo de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari y Guzmán Loera aun no era el poderoso capo en que se convirtió años después.
Desde ese primer internamiento, Guzmán ya mostraba su intención de fugarse. Tras un intento de escapatoria en 1995 del penal de Almoloya, las autoridades federales –ya bajo el mando del presidente Ernesto Zedillo-, decidieron trasladar al capo al penal de Puente Grande, Jalisco, en noviembre de ese año.
Ahí permaneció por varios años. Se dice que durante su estancia en ese penal de máxima seguridad, Guzmán controlaba todos los aspectos de la vida de la prisión, desde el menú que se daba a los presos hasta la posibilidad de hacer fiestas e ingresar hasta bandas de música o mujeres, que permanecían con él durante varios días.
El sinaloense también tenía incidencia sobre el rol de trabajo que cumplían los custodios de la prisión.
Según información de la PGR, corrompió a las autoridades del penal, quienes le permitían tener una vida sin muchas limitaciones, como se esperaría que ocurriera en una prisión federal.
Unas semanas antes de la fuga de Guzmán del penal de Puente Grande, varios custodios habían denunciado ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, presidida por Guadalupe Morfín, que la corrupción en el penal era tal que quien no entraba en ella, era golpeado y amenazado de muerte.
Sin embargo, justo antes de que se instrumentara una nueva forma de vigilancia y se le trasladara a una zona de mayor vigilancia, el narcotraficante escapó.
La versión oficial: el carro de lavandería
La noche del viernes 19 de enero del 2001 fue la última que se le vio al “Chapo” en el penal de Puente Grande; fue el último día que ocupó la celda 307 del módulo 3, de esa prisión de máxima seguridad.
La versión oficial de las autoridades fue que el traficante escapó escondido en un carrito de lavandería cubierto con una sábana y sobre quien se habían colocado un colchón y varias prendas para no ser visto.
“Ese día, de manera directa, al menos 15 servidores públicos cuidaron que el carrito de la lavandería ascendiera tres niveles, pasara al menos seis puntos de vigilancia y saliera de la zona del estacionamiento sin problema. Supuestamente, bajo el colchón iba un kilo de oro que el maestro del taller había pedido a ‘El Chapo’ que lo enviara fuera del penal”, narró el diario La Jornada.
Las autoridades federales afirmaron que se halló que 71 personas en total estuvieron involucradas en la fuga más sonada en la historia de México.
Según la averiguación previa PGR/UEDO/001/2001, el 13 de enero del 2001, seis días antes de su fuga, “El Chapo” mandó llamar a su celda a dos custodios de su confianza para decirles que ayudaría al maestro del taller para sacar de la prisión un kilo de oro que había juntado de los residuos de trabajos realizado por los internos.
El narcotraficante dispuso que la noche del 19 de enero estuvieran en servicio varios custodios que dejarían pasar objetos sin mucha vigilancia para poder “ayudar al maestro”.
Pero ese día, la prisión recibió la visita de Jorge Tello Peón, quien entonces era subsecretario de Seguridad Pública del llamado “gobierno del cambio”, acompañado de personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, quienes llegaron ahí para tomar medidas por el nivel de corrupción que imperaba en Puente Grande.
Según la averiguación previa, el funcionario ordenó que se trasladara a “El Chapo” a una zona con mayor seguridad en la prisión, orden que el director de la prisión, Leonardo Beltrán Santana, no cumplió.
A las 15:00 horas, Guzmán Loera se entrevistó con Beltrán Santana y una hora después se dio la indicación: “Van a sacar la basura que tú ya sabes”.
Para las 20:30 horas de ese viernes, uno de los custodios empujaba el carrito de lavandería y las puertas se abrían sin ningún tipo de vigilancia; llegaron hasta el vehículo del vigilante donde esperó varias horas, hasta que pudo salir de la cárcel.
Esa noche, “El Chapo” Guzmán disfrutó de nuevo la libertad. Pudo alejarse de los terrenos de la prisión pues su fuga fue conocida hasta la medianoche.
En junio del 2010, Leonardo Beltrán Santana, el entonces director de la cárcel, fue beneficiado con la libertad anticipada; solo cumplió nueve años en prisión de los 18 con que se le había condenado en un principio.
Luego de haber escapado de prisión, Joaquín “El Chapo” Guzmán se convirtió en uno de los criminales más poderosos, ricos y buscados de todo el mundo.
La otra versión: escapó como policía
En su libro Los Malditos, el periodista Jesús Lemus escribió otra historia sobre la fuga de “El Chapo”.
El periodista, que permaneció preso en Puente Grande por cuestiones políticas, narró en su texto los relatos de presos que estuvieron en esa prisión cuando ocurrió la fuga del capo y que, aseguraron, escapó “por la puerta grande”.
Según los testimonios recabados por Lemus, el viernes 19 de enero del 2001 se había presentado el personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sin que el capo fuera avisado.
Por la tarde, el narcotraficante se quejó de un fuerte dolor de cabeza, por lo que –sorpresivamente- acudió a la enfermería a tomar un medicamento. Ya nadie volvió a verlo dentro de esas paredes.
“(Lo del carrito de lavandería) fue un invento del gobierno para tapar la forma en que se fugó ‘El Chapo’. El jefe se salió vestido de policía, por eso fue que luego encontraron ese uniforme en la enfermería”, citó Lemus a uno de los presos.
Al activarse la alarma por la fuga de Guzmán, elementos de la Policía Federal entraron al penal y se apoderaron de todas las zonas de la prisión.
Las versiones recabadas por el periodista señalaron que fue en ese momento que el traficante cambió su atuendo de preso por otro de policía, por lo que horas más tarde salió enfundado en un traje con capucha, casco y lentes como el que usan las autoridades.
“Lo pensamos todos los que estamos aquí. En esta área, se dice que El Chapo, luego de llegar a la enfermería, esperó en ese lugar a que se diera el código rojo por su ausencia. Pienso que alguien le ayudó para esconderse ahí (…).
“Se esperó a que reconocieran que faltaba en la cena y se dio la voz de alerta en su ausencia. Él sabía que ante la fuga de algún interno de una cárcel federal se activa una alerta que obliga a que lleguen policías de México a relevar a todos los mandos de la cárcel. Y esperó a que pasara eso”, narró Lemus.
Los presos contaron al periodista que esa noche, cuando los policías realizaban las verificaciones en las celdas para buscar al preso fugado, había entre los guardias uno que pedía que no se maltratara a los reclusos, además de que algunos le identificaron manías, como la forma de levantar un brazo o mover el cuello.
“El Chapo tuvo la inteligencia y la sangre fría para permanecer en esta cárcel en máxima alerta cuando todo el mundo lo estaba buscando y se confundió entre los que lo buscaban. Se volvió un policía más y pudo engañar a todos”, le dijo un recluso al periodista.
Esta versión no oficial de la fuga del narcotraficante coincide por la publicada por la periodista Anabel Hernández en su libro “Los señores del narco”.