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Un día cuando se trasladaba a su trabajo Nancy Landa fue detenida por “la migra”. Los oficiales de migración le exigieron papeles que, como indocumentada, no tenía. Estuvo 8 horas retenida en un centro de detención y después fue deportada a México.
Era 2009. En ese momento, Nancy dejó atrás todo: su familia, su trabajo y sus estudios universitarios. En fin, su vida.
Nancy era apenas una niña de 9 años cuando sus padres decidieron dejar para siempre su hogar en el Estado de México y buscar el “American Dream”.
Cruzaron de manera ilegal la frontera y se instalaron en Los Ángeles.
La niña comenzó pronto a acoplarse a su nuevo país y a sus costumbres: aprendió a hablar inglés sin olvidar el español.
La inscribieron en la escuela junto a niños norteamericanos y latinos. Luego al high school y después, a la universidad.
El sueño americano comenzaba a cristalizarse para Nancy…pero su destino era otro: ser una “dreamer”. Una de los 2.1 millones de indocumentados que llegaron a Estados Unidos siendo niños.
Nancy asegura que el día que fue deportada a México fue el peor de su vida.
Los oficiales de Migración la regresaron a un país que había dejado 20 años atrás, por Tijuana, una ciudad desconocida en donde no tenía nada.
Era una “sin papeles” en Estados Unidos, y ahora lo era también en México, el país donde había nacido.
“No sabía dónde me iba a quedar esa noche”, recuerda Nancy. “Ahí comenzó mi trayectoria del retorno”.
La acción diferida
Los “dreamers” son uno de los temas principales en el debate migratorio en los Estados Unidos. Hace dos años, tras movilizaciones importantes en todo el país, el presidente Barak Obama implementó una acción diferida (DACA, por sus siglas en inglés) para intentar detener las deportaciones de estos jóvenes y brindarles un número de seguro social y permisos de trabajo durante dos años.
‘Los otros dreamers’
Jill Anderson es una investigadora estadounidense que desde hace 8 años reside en la Ciudad de México. En la zona donde vive operaba una empresa de callcenter, donde trabajaban jóvenes mexicanos que hablaban con fluidez el idioma inglés.
Ese fue el primer acercamiento que tuvo Jill con los “dreamers”. Un contacto que marcó su vida persona y profesional.
“Ellos son jóvenes bilingües y biculturales, que por varias razones no tienen acceso a sus derechos binacionales ni en Estados Unidos ni en México. Esa quizás es la definición más importante de lo que es un ‘dreamer’ hoy en día”, explica la autora del libro “Los otros dreamers”.
La obra fue publicada de manera independiente el mes pasado y tiene el apoyo de asociaciones civiles como Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo, Iniciativa Ciudad de México, US Mexico Foundation y el Gobierno del Distrito Federal.
Este trabajo, que realizó junto con la fotógrafa Nin Solís, documenta el testimonio de 26 jóvenes que han sido deportados por las autoridades migratorias de Estados Unidos o han decidido voluntariamente regresar a México por la falta de oportunidades en el vecino país, dada su condición de ilegales.
En Estados Unidos hay un movimiento social y político de los derechos a los jóvenes sin documentos que llegaron antes de los 15 años. Que llegaron como niños o adolescentes y se formaban su identidad y su lenguaje todo en Estados Unidos, pero sin las posibilidades de los derechos legales”, recuenta Jill.
En entrevista para Reporte Indigo, la escritora explica que cada uno de los chicos ofreció sus testimonios en inglés o en español.
“Cada quién escogió el idioma que querían hablar o querían escribir”, comenta la investigadora.
Del sueño americano a la pesadilla mexicana
Después de ser deportada a México, Nancy vivió la pesadilla de ser también una invisible para las autoridades mexicanas.
En Estados Unidos cursó con esfuerzos la licenciatura de administración de negocios en la Universidad Estatal de Northridge. Su condición de indocumentada la privó de conseguir una beca para cubrir los gastos universitarios, pero igual logró el título universitario.
De regreso a México, Nancy intentó en vano que le validaran sus estudios para realizar un posgrado. Nunca pudo. Ninguna universidad mexicana aceptó lo que cursó como ilegal en Estados Unidos.
Simplemente Nancy, la profesionista, no existía.
Una vez más tuvo que apostar por el destierro y se trasladó al Reino Unido para poder realizar su posgrado. Fue el único país que no le puso trabas para revalidar sus estudios.
“En México no se me facilitó seguir estudiando por el obstáculo de la revalidación”, comenta a Reporte Indigo. “Me puse a ver opciones y vi que en el Reino Unido no me pedían una revalidación entonces ahí empiezo a realinear mi vida para seguir ese sueño y viajé a Londres el año pasado”.
Hoy Nancy tiene 34 años y una maestría en Migración Global en University College London. Vive en la Ciudad de México, pero se considera ciudadana universal. Viaja por estudios a Canadá y países de Europa, pero no puede volver a los Estados Unidos.
Tras su deportación, el gobierno norteamericano la condenó a no pisar tierras estadounidenses por 10 años. Le faltan cinco años para solicitar una visa y poder ingresar legalmente al país donde creció y estudió profesionalmente.
“Hoy pienso que la movilidad es cuestión de personas privilegiadas muchas veces y no un derecho que puede ejercer todo el mundo. Sí me gustaría regresar a Estados Unidos a visitar. No me gusta tener esta restricción de no poder aunque sea visitar a mis amistades que todavía están allá”, detalla.
Los padres de Nancy también fueron deportados a México poco después de que a ella la expulsaron de los Estados Unidos.
‘Esperé 20 años la reforma migratoria’
Tanto la autora Jill Anderson como Nancy Landa muestran su decepción con el gobierno del presidente Barack Obama y su fracaso por llevar a cabo una reforma migratoria para legalizar la situación de millones de indocumentados que existen en Estados Unidos.
“Yo creo que como muchos esperé mucho de Obama”, comenta Jill. “Sí estoy decepcionada porque todavía no han logrado realmente una reforma, un apoyo real, porque siguen haciendo deportaciones, cientos de deportaciones diarias por todo el país, (…) realmente no se están dando cuenta de lo que pasa después de la deportación”.
Nancy confiesa que ella esperó durante 20 años la reforma migratoria y nunca llegó.
Sin embargo, no pierde las esperanzas de que algún día se concrete la legalización de los mexicanos y latinos que viven como indocumentados en los Estados Unidos.
¿Por qué Dreamers?
En Estados Unidos, Dreamer es una palabra política originada en 2001 con el acta “Development, Relief, and Education for Alien Minors”.
Esta iniciativa fue conocida también como Dream Act o La Ley Dream. Hasta el momento esta legislación, que buscaba legalizar la estancia de miles de jóvenes que habían llegado de niños a los Estados Unidos, no ha sido aprobada por el Congreso.
Mayores informes sobre este libro hay en las páginas www.losotrosdreamersthebook.com y www.losotrosdreamers.org
‘Dream in México’
Igual que Nancy, Daniel Arenas es un “dreamer”. Pero su caso es diferente.
Daniel dejó León, Guanajuato, y cruzó como ilegal a los Estados Unidos junto con su familia cuando tenía cuatro años.
Se fueron para seguir a su padre que trabajaba como indocumentado en Carolina del Sur.
En la ciudad de Spartanburg, Daniel cursó la primaria, la secundaria y la preparatoria. Soñaba con ir a la universidad, pero sabía que eso era imposible porque no era un ciudadano legal en Estados Unidos.
Entonces fue cuando tomó una decisión radical: dejar Estados Unidos, el país que consideraba su hogar, y regresar a México por su propia voluntad para estudiar profesionalmente.
“Regresé a México en el 2007”, recuerda Daniel, quien tiene hoy 25 años.
Se instaló en Monterrey para cursar la licenciatura de Relaciones Internacionales en el ITESM Campus Monterrey, con una beca y financiamiento que le ofreció la institución.
“Cuando regresé, me di cuenta que tenía muchas oportunidades en México, tenía más oportunidades de las que fueron evidentes en Estados Unidos en cuanto al estudio”, dice a Reporte Indigo.
Como estudiante del ITESM, Daniel pudo regresar a Estados Unidos para realizar intercambios académicos en las universidades de Virginia y Austin. En esos viajes de estudios se involucró con la University Leadership Initiative (ULI), una institución que apoyaba a los estudiantes indocumentados.
Un tiempo después, fundó “Dream in México”, una asociación que brinda ayuda y asesoría a los jóvenes mexicanos que como él residen en Estados Unidos como ilegales, pero buscan realizar estudios profesionales.
“Mi más grande sueño es que más jóvenes mexicanos indocumentados que están en Estados Unidos puedan considerar a México como una opción, si es que no están viviendo una situación ideal en Estados Unidos (…) y no lo vean como algo pesimista”, explica.
Hace tres años, Daniel fundó esta organización que hoy es conformada por miles de jóvenes que fueron deportados a México por los Estados Unidos o decidieron por su cuenta regresar a su país natal para continuar sus vidas.
“Estos jóvenes pueden ser un actor muy positivo en cualquier país, porque son biculturales, bilingües y muy talentosos y tienen un potencial enorme”.
El libro
El libro, que aborda el fenómeno de los dreamers en México, se publicó el mes pasado con un tiraje de 3 mil ejemplares en su primera edición apoyada por asociaciones civiles como Iniciativa Ciudadana para la Promoción de la Cultura del Diálogo, Iniciativa Ciudad de México, U.S.-Mexico Foundation, Iniciativa Ciudad de México y también del Gobierno del Distrito Federal.
Nin Solis: diálogo en imágenes
Las historias que escribe Jill Anderson en “Los otros dreamers” son acompañadas por fotografías captadas por el lente de Nin Solís. La fotógrafa acompañó a la autora y convivió con los chicos que le permitieron retratar sus vidas.
Nin viajó hasta Londres para vivir en el dormitorio que rentaba Nancy cuando realizaba su posgrado y acompañó a Daniel al pueblo de Guanajuato donde nació años atrás.
“Lo que yo quiero contar con estas imágenes es una historia paralela a la de los testimonios”, explica la fotógrafa.
“Los testimonios por los general comienzan en un momento en el pasado y se acercan al presente. Las fotos intentan capturar el presente, alguna huella del pasado y las fantasías sobre un posible futuro”.
Nin buscó retratar a los dreamers en su entorno inmediato: sus casas, sus recámaras y sus pueblos natales.
“En cada caso intenté que las imágenes funcionaran como un espacio para pensar y dejarle al espectador la última palabra. (…) Para mi era muy importante lograr un equilibrio entre lo poético y la visibilización de esta generación de jóvenes que vivieron durante años en las sombras”.