La pesada herencia de Narro en la UNAM
Enrique Luis Graue Wiechers comenzó con el pie izquierdo su rectorado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no solo por las protestas que enfrentó en su toma de protesta, sino por la compleja situación que enfrenta la máxima casa de estudios.
José Narro, hoy ya exrector de la UNAM, dejó una pesada herencia a Graue.
Problemas de inseguridad, narcomenudeo, instalaciones tomadas o la invasión de vendedores ambulantes en algunas áreas, son algunos de los retos que Graue deberá enfrentar.
Imelda Garcíahttps://www.youtube.com/watch?v=GfAl6WbQkr4
Enrique Luis Graue Wiechers comenzó con el pie izquierdo su rectorado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no solo por las protestas que enfrentó en su toma de protesta, sino por la compleja situación que enfrenta la máxima casa de estudios.
José Narro, hoy ya exrector de la UNAM, dejó una pesada herencia a Graue.
Problemas de inseguridad, narcomenudeo, instalaciones tomadas o la invasión de vendedores ambulantes en algunas áreas, son algunos de los retos que Graue deberá enfrentar.
Después de ocho años de mandato de José Narro, donde se privilegió la estabilidad y se prefirió cerrar los ojos a algunos de los problemas más visibles, Graue hereda conflictos tan añejos como la toma del auditorio Justo Sierra o el crecimiento en el ambiente de inseguridad, sobre todo en Ciudad Universitaria.
Graue Wiechers forma parte del grupo político de Juan Ramón de la Fuente, exrector de la Universidad, y uno de los líderes universitarios con mejor prestigio.
De la Fuente y Narro se distanciaron en los años de éste último como rector, por lo que ahora la llegada del nuevo líder universitario garantiza el regreso del grupo de De la Fuente a la UNAM.
Lo que Narro dejó
El legado que José Narro deja a la nueva administración de la UNAM obliga a que el nuevo rector y su equipo no pierdan tiempo para enderezar el rumbo en algunas áreas.
Quizá el conflicto más visible que enfrenta la Universidad es el estado de excepción que prevalece en ciertas áreas de la Universidad, como el auditorio Justo Sierra, de la Facultad de Filosofía y Letras.
Aunque el espacio, hoy llamado auditorio Ché Guevara, fue tomado hace 15 años –el 4 de septiembre del 2000-, la administración de Narro no pudo desalojar el inmueble, a pesar de que pidió ayuda a la Procuraduría General de la República.
El problema del auditorio no es solamente la ocupación desde el año 2000, sino que ahora no se tiene ningún control sobre quienes se encuentran ahí ni las actividades que ahí se realizan.
La primera alerta roja que le tocó enfrentar a Narro en ese lugar ocurrió en junio del 2009, cuando a unos metros del auditorio Justo Sierra, en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras, fue asesinado Ricardo Valderrama, un presunto narcomenudista que ya había estado preso varias ocasiones.
En esa crisis, decenas de académicos y universitarios ilustres exigieron a Narro su apoyo “decidido” para liberar el auditorio porque, consideraron, era esa la raíz del problema de inseguridad que impera en la zona.
“Si se sigue permitiendo la violencia, el narcomenudeo y la ilegalidad que, como todos sabemos, existe en la zona de tolerancia que se extiende desde el auditorio Justo Sierra hasta el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras, y a lo largo del corredor que llega a la Facultad de Derecho, pronto cobrará otra víctima”, acusaron los universitarios en un desplegado, publicado en junio del 2009.
Nada ocurrió. José Narro mando retirar puestos ambulantes de la zona, pero la prohibición duró poco tiempo, pues los comerciantes regresaron a esa zona de Ciudad Universitaria.
El auditorio Justo Sierra dio otro dolor de cabeza a Narro; otra crisis en la que se refrendó su incapacidad para resolver el problema.
En diciembre del 2013, un grupo de supuestos anarquistas tomó por asalto el auditorio de la Facultad de Filosofía y expulsó a los ocupantes originales, miembros de corrientes de izquierda radical de la UNAM y de otros grupos ajenos a la máxima casa de estudios, que se enquistaron en ese lugar después de la huelga de 1999-2000.
Nuevamente, nada hizo la Rectoría ante esa situación. El problema avanzó un poco más y terminó en un conflicto mayor.
En marzo del 2014, un grupo de encapuchados, a quienes se identificó como parte de los primeros ocupantes, se enfrentaron con los anarquistas por retomar el control del auditorio.
Lo hicieron sin éxito; se enfrentaron ambos grupos y el incidente terminó con algunos jóvenes lesionados.
“No hemos tenido la capacidad de resolver el problema”, reconoció Narro días después, “espero que podamos hacerlo muy pronto”, prometió. Nada pasó.
El exrector culminó su periodo como rector este lunes, sin que el problema del auditorio se haya resuelto. Un pendiente heredado a Enrique Graue.
El problema de la inseguridad
Otro de los problemas que Narro lega al nuevo rector es el de la inseguridad y la venta de drogas.
En los últimos años, el ambiente de inseguridad ha crecido en algunos lugares de la Universidad, sobre todo en Ciudad Universitaria, campus principal de la UNAM.
Al ser un campus abierto, Ciudad Universitaria es un lugar vulnerable a las actividades delincuenciales, sobre todo en delitos como el robo y la venta de narcóticos.
A pesar de haber echado a andar programas que intentan combatir la inseguridad, como Transporte Seguro o Sendero Seguro, en Ciudad Universitaria abundan historias de personas que han sufrido un asalto o les han robado sus pertenencias dentro del campus.
Para nadie es un secreto que en la zona de las Islas, apenas a unos metros de la Torre de Rectoría, es común que en todo momento, a plena luz del día, narcomenudistas venden sus productos a estudiantes o cualquier persona que quiera comprar un estupefaciente.
No solo eso. La impunidad en el campus llega también al grado de que las drogas se consumen en el lugar, siendo apenas molestados por los elementos de Vigilancia UNAM.
Si bien no se trata de un espacio en el que solo se consumen drogas, sí es un problema visible. El olor a marihuana en algunos núcleos de jóvenes, habla por sí mismo.
En septiembre pasado, durante una sesión del Consejo Universitario, la Comisión Especial de Seguridad Universitaria dio a conocer que se tuvo noticia de que, en promedio, ocurrieron 944 delitos cada año, durante el rectorado de José Narro. Más de dos delitos cada día.
Sin embargo, no se tiene la certeza sobre el número real de delitos, pues se calcula que apenas el 39 por ciento de ellos es denunciado.
En los dos periodos de Narro al frente de la Universidad, fueron presentadas apenas 2 mil 955 denuncias, algunas ante la PGR y otras ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF).
El tema de la inseguridad también trajo una crisis a Narro, quien tuvo que enfrentar un conflicto entre estudiantes y agentes de la PGJDF, en el que un estudiante resultó lesionado de bala.
En noviembre del 2014, un grupo de policías ministeriales se encontraba haciendo una investigación por el robo de un celular en las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras.
Al ser detectados por supuestos estudiantes y otras personas que se encontraban en el auditorio Justo Sierra, fueron rodeados y amenazados. Uno de los oficiales perdió el control y disparó a un estudiante.
El grupo de universitarios quemó el vehículo en el que llegaron los policías y realizó otros desmanes en los alrededores.
Muchos de los universitarios, o personas interesadas en la UNAM, defienden sin cesar que las fuerzas del orden no pueden entrar, en ningún caso, en la Universidad por ser autónoma.
Ahora, Graue ha planteado la necesidad de fortalecer la seguridad con sistemas de vigilancia electrónica y fomentar una cultura de la denuncia.
En su discurso de toma de protesta, Graue fue enfático al decir que la autonomía no debe significar impunidad. Le espera un reto mayúsculo para intentar cambiar esa percepción.
Entre rejas, el comienzo
En lugar de ser una ceremonia llena de júbilo para los universitarios, Enrique Luis Graue tomó protesta entre rejas, cobijado por la cúpula de la comunidad académica de la UNAM.
Minutos antes de que tomara protesta, un grupo de jóvenes que dijeron ser estudiantes de la máxima casa de estudios, irrumpieron en el Antiguo Palacio de Medicina, donde se realizaba la ceremonia.
Con gritos de “Alerta, alerta, alerta educativa, la lucha estudiantil por América Latina”, un grupo de entre 15 y 20 estudiantes intentó entrar a la ceremonia, lo que les fue negado por elementos de seguridad de la UNAM.
Uno de ellos intentó colarse, pero los elementos de vigilancia lo empujaron hacia afuera y cerraron la pesada puerta de madera. El joven alcanzó a tirar hacia adentro un zapato, en rechazo a la asunción de Graue.
Tras la puerta de madera, los vigilantes cerraron una reja de grueso metal, que protegía a los asistentes a la ceremonia.
Enrique Graue tomó protesta encerrado en el patio del recinto.
Afuera, se escuchaban los gritos y las goyas de los manifestantes. Por momentos, el nuevo rector de la Universidad callaba en su discurso por el sonido tan fuerte de la protesta. Callaba y seguía su mensaje, después de unos segundos.
La manifestación de los jóvenes no mereció ninguna referencia del nuevo rector.
En su discurso, más bien, Graue afirmó que el respeto a las diferencias ideológicas es fundamental, pero se debe hacer dentro de cauces que no impliquen violencia.
“Disentir es un privilegio de la razón y de la inteligencia. Hacerlo con violencia e intolerancia es inaceptable en una casa donde se cultiva el saber, se estimula la pluralidad, y se respeta la diversidad.
“De la expresión de la inconformidad a la manifestación violenta, hay fronteras que pueden llegar a cruzarse, y resultan en actos injustificados y reprobables. En la Universidad no puede, ni debe, haber cabida para ello”, sostuvo Graue.
Con una postura dura, el nuevo rector se refirió también al problema de la inseguridad en la Universidad.
Para el nuevo líder universitario, la inseguridad en la UNAM es un reflejo de la situación que se vive en todo el país.
Afirmó que, aunque será la propia Universidad la que decidirá cómo solucionar este problema, Graue advirtió que no se podrá usar la idea de la autonomía para delinquir sin consecuencias.
“No contamos con una fuerza coercitiva y no la tendremos. Se continuará con la misma política de disuasión y se fortalecerá la cultura de denuncia temprana para la reacción oportuna de nuestros cuerpos de vigilancia.
“Mantendremos la prudencia universitaria y haremos lo conducente para mejorar nuestra seguridad. Pero debe quedar claro: la autonomía no significa impunidad”, sentenció Graue.
El nuevo rector de la UNAM aplaudió que no haya una disminución en el presupuesto de la casa de estudios para el 2016; sin embargo, se solidarizó con las universidades que sí tendrán una baja en sus recursos.
El factor De la Fuente
Enrique Luis Graue es un hombre muy cercano a Juan Ramón de la Fuente, exrector de la máxima casa de estudios.
Quienes conocen a Graue, saben que ambos académicos son cercanos desde mucho antes de 1991, cuando De la Fuente fue nombrado director de la Facultad de Medicina y el hoy rector era miembro de la planta académica.
Son amigos. Graue se ha referido a De la Fuente como su hermano. Ambos tienen 64 años. Crecieron juntos, iban a la misma Facultad y les tocó compartir sus tiempos juveniles.
Son tan amigos que, incluso, sus esposas también forjaron una amistad en común.
Aunque Graue ha dicho que pidió a su amigo De la Fuente no intervenir en el proceso de designación como rector, muchos consideran que esa cercanía lo convirtió en su candidato natural.
Al ser uno de los académicos más reconocidos en el país, la recomendación de De la Fuente habría sido determinante para que la Junta de Gobierno tomara la decisión final.
De la Fuente fue el rector que encabezó la recuperación de la máxima casa de estudios luego de la huelga de 1999-2000. Y lo hizo teniendo acercamiento con diversos sectores de la comunidad universitaria.
Ahora, un grupo de universitarios ha convocado a Graue a participar en un foro deliberativo universitario para trabajar en varias reformas internas que fortalezcan el papel de la UNAM en el país.
“En el alarmante contexto actual de corrupción desbordada, represión, autoritarismo de Estado, neoliberalismo económico y destrucción ambiental, el continuismo equivale al retroceso”, afirman los académicos que publicaron un desplegado.
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