La nueva amenaza

Se hace llamar “El Viejo” o “El Abuelo”, viene desde el estado de Guerrero con la misión de recuperar la plaza de la venta de droga en el Ajusco, Tlalpan.

Se le señala como el presunto responsable de las narcomantas dirigidas al jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa, en las que advierte: habrá más colgados en el Distrito Federal.

Icela Lagunas Icela Lagunas Publicado el
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La ejecución a balazos de un médico veterinario en el perímetro de Tlalpan encendió los focos rojos

Se hace llamar “El Viejo” o “El Abuelo”, viene desde el estado de Guerrero con la misión de recuperar la plaza de la venta de droga en el Ajusco, Tlalpan.

Se le señala como el presunto responsable de las narcomantas dirigidas al jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa, en las que advierte: habrá más colgados en el Distrito Federal.

Aunque el Gobierno de la Ciudad de México mantiene la postura de rechazar que existen grupos de la delincuencia organizada en la capital, analizan con preocupación la reciente marea roja y la advertencia respecto a que los crímenes no van a parar.

El fin de semana se disparó la cifra delictiva en la capital. El último, la ejecución de un veterinario en el Pueblo de San Miguel Topilejo, delegación Tlalpan, perímetro que se encuentra en aparente disputa por grupos que venden droga.

El viernes se reportó en Tlalpan la aparición de una narcomanta dirigida a Miguel Ángel Mancera y la Sedena para denunciar el vínculo entre policías capitalinos con la delincuencia.

El sábado en la delegación Iztapalapa, tres activistas en derechos humanos que llevaban días en la capital como parte de una campaña de denuncia por la muerte de un compañero, fueron baleados en la colonia Chinampac de Juárez.

Matías Flores, del Comité de Derechos Humanos de las Huastecas y Sierra Oriental; Jesús Hernández Reyes y Rubicel Hernández García, del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, fueron atacados a balazos y luego ingresados al Hospital Balbuena, en donde dos de ellos fueron reportados como graves.

Y luego, en pleno corazón de Polanco, un joven fue asesinado  a balazos al salir de un antro. Según los avances, la víctima de nombre Carlos Páez es sobrino del empresario Arturo Orozco González, propietario de una fábrica de tortillas y tostadas.

A pesar de que lo acompañaba un escolta que le proporcionó su tío, el joven fue asesinado por su agresor, con quien sostuvo una discusión al interior del establecimiento Gravity que se localiza en Campos Elíseos.

El crimen del veterinario

A la ola de hechos delictivos se sumó otra ejecución en la colonia San Miguel Topilejo, en la delegación Tlalpan.

El doctor Marco Antonio Sánchez Porta, de 55 años, fue encontrado por la policía en su domicilio, tirado boca arriba.

De acuerdo con la averiguación previa FTL/TLP-3/1797/15-11, La policía local se dio cuenta de los hechos debido a que una vecina alertó que el veterinario de profesión había quedado de acudir a su casa a vacunar a sus perros.

Él médico le llamó para avisarle que “le habían metido unos balazos”.

Cuando los elementos de seguridad acudieron al inmueble del veterinario encontraron rastros de sangre y varios casquillos de una escopeta 12 milímetros.

La movilización policiaca llamó la atención de vecinos; uno de ellos, Gilberto Limón Arce, corroboró que la víctima era veterinario de profesión, soltero y con tres hermanos, dos en Estados Unidos y el tercero en Morelia, Michoacán.

Aunque todos son preocupantes, el asesinato del médico veterinario en el perímetro de Tlalpan terminó de encender los focos rojos luego de que la manta del viernes advirtió que continuarían los crímenes en la demarcación.

“Venimos por la plazas, Chapulines de Tlalpan”, amenaza, y luego le exige al jefe de Gobierno realizar una limpia urgente en las corporaciones policiacas del Distrito Federal, porque sus elementos protegen a delincuentes.

“Empezará la cacería”, amagan a través del mensaje en el que también acusan al director de Inteligencia de la Procuraduría de Justicia capitalina, Fernando de Anda Ríos, de proteger a ciertos grupos que operan al sur de la capital.

Luego de tal alusión, el referido elemento de la PGJDF salió públicamente a denunciar amenazas por parte de un grupo delictivo.

El recuerdo de ‘El Compayito’

Fernando de Anda Ríos parece estar en la mira de los grupos delictivos. 

Cuando Miguel Ángel Mancera era titular de la Procuraduría General de Justicia e hizo frente a la ola de decapitados encontrados en el Distrito Federal durante los años 2011 y 2012, de Anda Ríos fue el efectivo que operó junto a él.

Por esas fechas, diversos grupos delictivos que se peleaban el control del mercado de la droga al sur de la Ciudad de México encabezaron una batalla campal para apoderarse de la plaza del Ajusco.

Mancera era procurador cuando se desató en el DF una serie de crímenes atribuidos a la organización delictiva “La Mano con ojos”, cuyo sello fue la extrema violencia en la forma de ejecutar a sus adversarios, pues les cortaba la cabeza.

Óscar Oswaldo García Montoya “El Compayito” fue el líder de la “Mano con ojos”, a la que se atribuyeron más de 600 crímenes cometidos en la zona Metropolitana.

Fue capturado en el Distrito Federal en agosto de 2011 por policías del Estado de México que en ese momento comandaba Alfredo Castillo.

La aprehensión de “El Compayito”, que formó un pequeño ejército de sicarios que pertenecieron a células del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, ocurrió justo en la delegación Tlalpan, donde se escondía de la justicia.

Antes y después de la caída de El Compayito”, el entonces comandante Rodolfo de Anda Ríos encabezó en la zona una serie de detenciones de presuntos narcomenudistas y criminales responsables de las ejecuciones en la Ciudad de México.

A cuatro años de los hechos, ese grupo vuelve a ser noticia y pone de nueva cuenta en jaque al equipo de Miguel Ángel Mancera, quien tiene claro que el tema de fondo es el narco.

“Aunque usted lo niegue en Tlalpan y el DF, sí hay cárteles”, sentencian en la manta. Después de eso ejecutaron a un veterinario en esa delegación.

> El narco entre nosotros

Un recuento de los hechos violentos hace tambalear la versión de que en el DF no opera el narco.

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