La inevitable disputa
A la par de las celebraciones por sus 25 años de existencia, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional marcó una importante distancia de la agenda del Gobierno federal, dicha postura supone un capítulo más en el ineludible conflicto entre López Obrador y el movimiento civil
Salvador Vega“Ése, el que está en el poder, fíjese cómo está de loco: dice ‘yo voy a gobernar para pobres y para ricos’; solamente un loco, el que está mal de su cabeza eso puede decir. Porque entonces no trabaja su mente, es un descerebrado”, fueron algunas de las palabras que el Subcomandante Insurgente Moisés compartió en su discurso conmemorativo por el primer cuarto de siglo de la aparición del EZLN en la vida pública nacional.
Las palabras fueron dirigidas hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador, que reflejan la tajante postura y más firme oposición desde el sector indígena hacia el nuevo gobierno.
Ante el posicionamiento del Ejército Zapatista Liberación Nacional, el jefe del Ejecutivo dijo que respeta sus decisiones y que no caerá en ninguna provocación.
“Expreso mi respeto a sus planes, programas y decisiones. Vivimos en un país libre, no hay represión y no hay censura”, señaló López Obrador el miércoles.
Aunque parezca un asunto reciente debido a la intención de promover el megaproyecto del Tren Maya dentro de la región chiapaneca, la historia de separación entre la organización armada y el fundador de Morena, se remonta al menos a cuatro sexenios atrás; manteniéndose vigente a pesar de los constantes intentos por parte del tabasqueño de incluir a los pueblos originarios dentro de la agenda de la Cuarta Transformación.
Pese a esto, el movimiento encapuchado se manifestó en contra del proceso de desafuero por considerarlo un “problema ético” de impactos mayores para la vida nacional.
“No se trata sólo de que el desafuero es un golpe de Estado ‘preventivo’ (como ya lo llaman algunos) y de que, si el 2000 alentó la idea de que las elecciones son el camino al poder, el 2006 será la ratificación de que cualquier medio es válido para conseguir esos fines (…) ¿Significa esto que apoyamos a López Obrador y que olvidamos la ya larga historia de traiciones e inconsecuencias del PRD? No. Es más, si en lugar de López Obrador la del desafuero fuera Marta Sahagún también nos opondríamos. El problema, no es de personas o tendencias políticas, sino de historia y de consecuencia política”, se leyó en un comunicado firmado por el Subcomandante Marcos.
Para febrero del 2007 —durante el sexenio del expresidente Felipe Calderón— la separación de los insurgentes zapatistas del sector obradorista tuvo otro momento clave al denunciar que la cruzada para militarizar al país por parte del panista fue una iniciativa de campaña acuñada por López Obrador en su primera contienda electoral a la Presidencia. Los zapatistas denunciaron: “¿Es de izquierda un programa que es adoptado sin problemas por la derecha? Como que viene siendo una geometría imposible”.
A pesar de que muchos sectores sociales puedan diferir con la posición que el EZLN a la par del crecimiento político de López Obrador, la separación siempre ha sido evidente y una de las funciones primordiales que el movimiento indígena mantuvo desde una década atrás fue la anticipación de escenarios políticos. A través de una carta, el Subcomandante Marcos –ahora conocido como Subcomandante Galeano– pronosticó en el contexto del 2007 el panorama político que se perfilaba para las elecciones presidenciales del 2012 y el 2018, refiriendo a manera sarcástica que al pueblo de México se lo iban a volver a “almorzar”.
“Como quiera no se agüiten (…) Van a volver a editar la historia y van a volver a decir que AMLO (o Ebrard) es la alternativa ‘de izquierda’ y que quien lo critique es de derecha… hasta que sea candidato del PRD (o como se vaya a llamar el nuevo partido); se van a volver a empachar con los dulcecitos envueltos en encuestas; se los van a volver a almorzar; van a volver a subir a templetes y a ‘orientar a las masas’; van a volver a ver cómo se apaga todo. Luego, van a regresar a la cruda y la desmemoria (‘es que hay que prepararse para el 2018, mi buen’)”, pensamiento lanzado dos sexenios antes de la victoria de Obrador en las urnas en julio del año pasado.
Zapatistas de frente al Tren
De entre todos los sectores que manifestaron oposición a la construcción del Tren Maya los zapatistas fueron los últimos en alzar la voz.
Desde su perspectiva, el plan de Obrador supone el desplazamiento de las comunidades originarias del sur del país y en concreto de la selva chiapaneca, razón por la cual no dudaron en plantar su postura.
“Eso es lo que hace el nuevo gobierno que está ahora, está consultando a que nos vengan a enfrentar a nosotros, los pueblos originarios y en especial al Ejército Zapatista de Liberación Nacional con ese su porquería Tren Maya… y todavía le ponen el nombre de nuestros anteriores. No lo aceptamos. No tiene nada que ver, si quiere así como no nos preguntó, que le ponga su nombre de su mamá”, reclamaron a principios de esta semana.
Asimismo, la distancia hacia el jefe del Ejecutivo –a quien los encapuchados no dudaron en llamar “mentiros” y mañoso”– es también en el sentido cultural, pues el reproche se extendió al grado de evidenciar que el acercamiento que ha tenido Andrés Manuel López Obrador hacia los sectores indígenas es meramente ficticio o una estrategia para brindarle legitimidad a su régimen.
“Eso de que disimula que agarra nuestros modos, nuestras costumbres, que pide permiso a nuestra madre tierra; está diciendo, ‘dame permiso madre tierra para destruir a los pueblos originarios’, eso es lo que dice. Le hace falta entender a los otros hermanos originarios. Eso es lo que está haciendo ese señor, nosotros no le creemos. Solo porque la madre tierra no habla, si no le diría ¡Chinga tu madre!”.
Por su parte, el presidente ha mantenido su postura de no responder a las declaraciones hechas por el movimiento, y apuntó que el EZLN no lo iba a “cucar”.