La Feria Internacional del Libro ofrece un domingo literario

No hay punto más emblemático de México que el Zócalo, la Plaza de la Constitución es el punto neurálgico del país, un sitio donde conviven los muchos Méxicos que van y vienen por el centro de una ciudad centenaria, hoy esa ciudad se detiene a leer.

La Feria Internacional del Libro llega una vez más al centro de la ciudad. Para quien la busca y para quien se tropieza con ella, la FIL ofrece más de 300 editoriales, para todos los rangos de precios, que publican letras clásicas, modernas, contemporáneas, con ilustraciones en vez de palabras.

Es domingo y las familias caminan a pasos prudentes, buscan los grandes sellos con portadas llamativas y se arremolinan en los estantes de Penguin, Planeta o Trillas. Quienes han decidido dedicar su domingo a buscar entre tumultos la copia de su siguiente libro no parece importarles las filas, más largas que las que se encuentran en las librerías, o que los precios son muy similares a los regulares; hay para quienes la Feria es un acontecimiento en sí misma.

Personas como Natania, quien a sus doce años ha ocupado los 10 meses de 2024 para leer 25 libros y que en la bolsa que carga su padre lleva otros cuatro. Para ellos el peregrinaje al Zócalo es un asunto familiar, él lleva 15 años asistiendo y en los tres lustros de pasear entre letras ve que el espacio y la magnitud no son los único qué ha cambiado.

La oferta de la FIL no es solo libros, así lo sienten y escuchan los cientos que, con el sol del medio día, se resguardan del calor bajo el Foro Elvira Carrillo Puerto frente a batería, bajos y guitarras que combinan ritmos de blues con compases rockanroleros y ponen a mover los pies y menear la cabeza a gente dos carpas a la redonda.

Para Paloma Sainz, la directora de la Brigada para leer en Libertad, la intención de introducir otras manifestaciones culturales recae en que el libro se nutre de muchas fuentes e ignorar la música, el teatro u otras formas de arte es un despropósito cuando se puede tener algo tan vivo como la música.

La Brigada que Sainz encabeza entiende que no hay peor publicidad para la lectura que obligar a alguien a leer, la literatura se tiene que encontrar con gusto y hacerlo no siempre es accesible, debido a ello su proyecto no oferta libros a bajo costo, no, ellos los regalan.

Un obsequio no es la única forma de antojar las letras, en el stand 166 hay una propuesta que apuesta por el misterio para fomentar la lectura. Con Cita a ciegas con un libro, por 70 pesos se puede encontrar una aventura sorpresa bajo el papel estraza dónde está escrita una frase que antoja el género del libro.

Las propuestas abundan, pero no todas tienen el mismo alcance. Alberto Sánchez representa a Malpaís en un espacio tres veces más chico que el dedicado a Editorial Planeta, ahí promociona letras periféricas, poesía de “morras” y arte gráfico en forma de stickers, en escaso metro y medio dónde acomoda su catálogo también está el de Editorial Amaltioque, con quién comparte las visitas de los transeúntes.

Pero la Feria es grande, una plaza con espacio para todos. Cómo para Alejandro y Editorial Época, que en un mundo donde las ediciones de El Quijote pueden ir por medio millón de euros en una subasta ellos la acercan a quien tenga 100 pesos en su bolsillo.

Este es un evento de familias, de parejas, de solteros, de amigos y hasta de mascotas. Este es una Feria del libro, de la música, del arte y de la denuncia. Está es una fiesta para quien busca y quien la encuentra; el año pasado la encontraron un millón 200 mil personas.