https://www.youtube.com/watch?v=s4efgRpZ2tE
En Tenancingo, Tlaxcala, se puede tener sexo hasta por 50 pesos.
El arreglo se da entre el padrote y el cliente. No es necesaria la decisión de la mujer sometida a explotación sexual.
La prostitución, cuenta Celeste, es un asunto de hombres. A las mujeres solo nos queda obediencia y quedarnos calladas, porque si no, nos va mal.
Celeste es casi una niña. Ella dice que tiene 20 años, pero su escuálido cuerpo no representa más de los 16. Trabaja en una casa de prostitución en Tenancingo desde hace más de 4 años. La joven es originaria de una comunidad cerca de Tehuacán, de donde su padrote se la trajo.
Lo conoció saliendo de la escuela (no explica si primaria o secundaria) y se hicieron novios. Por más de un año, su padrote la enamoró. A ella la deslumbró su camioneta y la forma en que la trataba: la consentía, la llevaba a pasear y le prometió una vida de ensueño con hijos y una casa en la ciudad de Orizaba. La realidad fue otra apenas decidió escaparse con él. La comenzó a golpear y la obligó a prostituirse. El amor que siente por él, del que ni siquiera dice su nombre, es la que la mantiene en esa vida.
La jornada de trabajo de Celeste comienza todos los días a las cinco de la tarde y termina cuando amanece. A veces ha atendido hasta 30 clientes en una sola noche, porque su dueño no permite que nadie permanezca con ella más de 15 minutos.
“Él es muy celoso, no le gusta que los hombres me toquen y mucho menos que me besen”.
A Celeste le gusta que la celen.
Una tradición
En Tenancingo, Tlaxcala, la explotación sexual y la trata de personas, es una tradición. Es parte de una cultura arraigada que se quiere amparar en los usos y costumbres de los pueblos naturales.
A la mayoría de los niños se les predestina a ser padrotes aun antes de saber que están en el mundo. Existe un rito para que los hombres en ciernes tengan poder sexual sobre las mujeres.
El chamán de la comunidad es el iniciador de la cultura de la explotación sexual. La tradición marca que el recién nacido debe someterse a una iniciación: con apenas unos cuantos meses de edad, se le deja sin bañar por espacio de dos semanas a un mes. El niño es llevado a una ceremonia privada en donde se le limpia con algodón la costra acumulada en sus genitales.
Hay oraciones y rezos, claveles rojos para la pasión. Las ramas de pirul y el incienso recorren el cuerpo del menor. Lo alejan del mal y lo acercan a las bondades de la vida. La costra de los genitales es tratada con un ritual que tiene que ver con la luna llena y mezclas de aceites especiales. Luego esa costra convertida en bálsamo especial se unta en el ombligo del menor. El niño está listo para atender sexualmente a cuanta mujer pueda tener, cuando alcance el uso de razón. Se le formó como un padrote que está obligado a mantener todo un harem bajo su control, aunque por la fuerza.
Así nace otro proxeneta.
Un problema que crece
Este año el tráfico de personas se apunta como uno de los de mayor incidencia, pues solo en el primer semestre de este 2015 se rebasó la cifra de averiguaciones previas iniciadas en relación a las integradas por ese delito durante el 2014.
La trata de personas tiene su epicentro en nueve municipios de los estados de Puebla y Tlaxcala, en donde en promedio se registran por mes dos casos de robo de personas, principalmente mujeres indígenas menores de 20 años, de las que en su mayoría no se vuelve a saber de ellas.
Los municipios que se apuntan en cuanto a las cifras de desaparición, bajo la presunción de la trata de personas son Zacatlán, Huauchinango, Acatlán de Osorio, Izúcar de Matamoros, Teziutlán, San Martin Texmelucan, Tepeaca, y El Seco, en Puebla, así como Tenancingo, en Tlaxcala, municipio considerado por los propios vecinos del lugar como “la cuna de la trata y la prostitución”.
Reporte Indigo buscó ayer las versiones del gobierno de Tlaxcala y de la Procuraduría local.
Se contactó a Daniel Irvin Angulo Juárez, quien aparece como jefe del Departamento de la Unidad de Comunicación Social de la Procuraduría General de Justicia de Tlaxcala, y se le solicitó una entrevista con la titular de la dependencia, Alicia Fragoso Sánchez.
Dijo que por la premura de la llamada, la titular no podría responder a los cuestionamientos, pero que enviaría al correo electrónico información estadística sobre el tema.
Por parte de gobierno del estado, la titular de la Coordinación de Información, Verónica Hernández, dijo que “el tema no es nuevo” y que es hasta esta gestión que se ha trabajado para dar resultados, y se comprometió a mandar información.
“Te mando algunos datos generales, digamos, y ya en la Procuraduría si te pueden dar una información complementaria, sería lo más importante. Aprovecho para comentarte que este tema del que tú hablas no es nuevo. Al contrario, en esta administración es cuando se hizo una estrategia estatal de combate contra este problema.
“Entonces, ya ahí en los datos que te mande pues a ver si te ayudan para tener un poquito de contexto y del trabajo que se ha realizado”, comentó la funcionaria
La información, hasta el cierre de edición, no había llegado al correo electrónico.
Pero no solo en Puebla y Tlaxcala es donde se registra la creciente incidencia de desaparecidas por trata de personas. El fenómeno se extiende, de acuerdo a las estadísticas de la PGR, a otras entidades del país.
Lo más grave
La organización Unidos Contra la Trata, que encabeza Rosy Orozco, establece la gravedad de la trata de personas al referir dos simples cifras: el 85 por ciento de las víctimas de explotación sexual que se detectan en el país son mujeres menores de 15 años, en tanto que el restante 15 por ciento son niños también menores de edad, lo que apunta hacia el creciente mercado del sexo con menores de edad.
Para el investigador J. Jesús Ruiz González, la trata de personas va a la alza debido al uso de las redes sociales por parte de los menores, los que son fácilmente enganchados por las redes del crimen organizado, que allí encuentran su principal “fuente de abastecimiento de materia prima”.
El modus operandi de los enganchadores –explicó el especialista- es casi siempre el mismo: comienza por contactar a sus víctimas, compartiendo sus gustos y aficiones.
En la mayoría de los casos se hacen pasar por personas del mismo sexo y la misma edad. Cuando se ganan la confianza del niño o la niña hacen una cita y de allí los menores son secuestrados y trasladados a la mayor distancia posible del lugar de origen, para someterlos por medio de la violencia y las amenazas.
La casada infiel
Erika tiene más de 13 años dedicada a la explotación sexual en Tenancingo. A sus 35 ya es “una mujer vieja para el negocio”. Su padrote ya no la trata con el cariño de los primeros días. Ahora ya ni la golpea.
“Antes era bonito, porque había días que no me dejaba salir a trabajar, le gustaba quedarse acostado conmigo todo el día, y me decía que no le gustaba que yo me acostara con nadie más”.
Su padrote es el que le lleva los clientes. Entre 10 y 15 personas atiende por día. A ella le toca atender a los clientes más viejos. El celo de su padrote no le permite a Erika tener relaciones con hombres más jóvenes que ella. Cobra 250 pesos por ocasión y de ese dinero solo le corresponden a ella 100 por día, para que compre sus cigarros y a veces un paquete de cervezas.
Legalmente no están casados, pero ella se siente su esposa. Su padrote vive con otras cuatro mujeres, pero al ser más jóvenes que Erika, a ella le corresponde el primer lugar entre todas.
Es la que menos dinero le genera, pero –se consuela- es porque le arrima menos clientes, eso la hace sentirse amada. Con eso le basta. A las otras mujeres que cohabitan con su padrote, Erika las considera como sus hermanas menores. Las cuida y en no pocas ocasiones las ha librado de las golpizas.
No revela su nombre. No quiere hablar de él, pero dice que lo ama con toda el alma. Se conocen desde hace más de 15 años, cuando él la enamoró en Veracruz y le pidió que se fuera con él. Se conocieron en un baile y comenzó a enamorarla. Fueron novios casi un año, hasta que Erika decidió dejar a su marido, con el que no hacía vida.
“Esta es mi vida”, dice con un dejo de dolor que apenas se compensa con una sonrisa leve en sus labios, “esto es lo que me tocó vivir”.
Está asignada a una cantina cerca de Tlaxcala, en donde es vigilada de cerca por un niño al que le paga su padrote para que le informe lo que ella hace, mientras él está en busca de clientes para llevárselos.
Un desenlace feliz
Lety Cruz, de 13 años, tuvo mucha suerte. La reacción rápida de sus padres permitió arrancarla de una red de tráfico de personas. El caso de Lety tuvo un desenlace feliz a diferencia de los otros 457 registrados en lo que va de este año.
En la mayoría de los delitos de trata de personas, el sistema judicial opera a favor de las redes de tráfico de personas.
Las denuncias por desaparición de personas pocas veces son atendidas de manera inmediata. Tienen que pasar horas y a veces días para que en las agencias del Ministerio Público se reciba la querella, se integre la averiguación previa y se inicie con la investigación.
A veces la falta de capacitación de los agentes del Ministerio Público es la causa principal para que no se emita en tiempo y forma la Alerta Amber.
El caso de Lety Cruz refleja el grado de incapacidad de las autoridades ministeriales. Cuando los padres de la menor acudieron a interponer la denuncia por la desaparición de la niña, el Ministerio Público recibió la denuncia dos días después, pero integró la averiguación con el número de oficio correspondiente al robo de una gallina.
Por eso no se aplicó nunca la Alerta Amber, lo que dejó a la niña expuesta por una semana a la acción de la red de trata que la mantenía en su poder.
En ocasiones, reconocen activistas, los casos de trata no son clasificados así porque los agentes del Ministerio Público no saben identificar los elementos constitutivos del delito.
En Puebla, Tlaxcala y Edomex es necesaria a veces la intervención de las Organizaciones no Gubernamentales para orientar a los ministerios públicos en la integración de la investigación.
Con la mirada perdida
No es difícil reconocer a las mujeres mayores de edad que son víctimas de trata, sometidas a la explotación sexual. Casi siempre son como autómatas –explica un activista de derechos humanos en Tlaxcala-.
Se les ve con la mirada perdida. No hablan y siempre están con miedo. Son mujeres que están muriendo todos los días porque no tienen forma de salir de la prisión y el infierno en los que viven.
Las víctimas de trata, por lo general viven en casas de seguridad y en hoteles bajo el control de las redes de tráfico de personas. De acuerdo al activista que pidió la omisión de sus datos, el desmedido crecimiento de moteles a pie de carretera es signo inequívoco de esa actividad. Por eso refirió que en los municipios de Puebla y Tlaxcala, en donde se considera la sede nacional de tratas, ha aumentado considerablemente ese tipo de establecimientos.
Solo en el corredor de la carretera Puebla-Tlaxcala, en un tramo de 60 kilómetros, se contabilizan 53 moteles de paso, algunos de ellos en obra negra, los que prestan sus instalaciones al mejor postor, por sumas que van desde 50 hasta 500 pesos. Esos son los sitios que utiliza la red de trata de personas que opera en esa parte del país, con mujeres sustraídas de otras entidades de México.
Las víctimas de explotación sexual, dijo Samanta, una mujer sustraída de Chiapas desde hace 10 años, están obligadas a atender en forma diaria de 35 a 40 clientes. Todos ellos son llevados por parte de un miembro de la red hasta su habitación. Ella cobra 200 pesos por cita, y de lo que logra recabar en un día nunca ha visto un solo peso. Le pagan con el hospedaje, la comida y la protección de su persona.
Pero los clientes que logra la red de tráfico no solo tienen la preferencia de mujeres de más de 30 años, como es el caso de Samanta. Hay clientes que prefieren menores de edad. Otros, son clientes especiales, los que no se limitan en el costo de los servicios, los que piden mujeres menores de edad, a veces niños, los que también se suministran en esta parte del país.