Un año después del triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento político, la Cuarta Transformación que ha propuesto el nuevo régimen ha impactado prácticamente en todos los ámbitos de la administración pública.
Este cambio de paradigma no ha dejado indiferente a nadie y ha suscitado reacciones no solo entre sus opositores, sino también entre aquellos que le otorgaron su confianza el 1 de julio de 2018.
La llamada Cuarta Transformación avanza entre contrastes, aún con un amplio respaldo ciudadano, pero también empiezan a surgir los primeros descontentos entre quienes apoyaron al hoy titular del Ejecutivo federal, sin dejar de mencionar la resistencia de los damnificados políticos y de los que han visto trastocados sus intereses.
A 12 meses de su triunfo electoral y tras siete en el gobierno, aún es prematuro hacer un balance del alcance de esta transformación, la cual no ha estado exenta de cuestionamientos y de exigencias.
Patricia, una mujer en sus cuarentas, no puede creer lo que está viendo: el cierre de estancias infantiles, la falta de medicamentos para el cáncer, las consultas populares sin pies ni cabeza o el Ejército, ahora vestido de Guardia Nacional, deteniendo migrantes en las fronteras de México.
Se le quiebra la voz cuando habla del apoyo que, durante años, dio a Andrés Manuel López Obrador y a su movimiento.
“En la elección del 2006, después del fraude, yo le pedía dinero prestado a mi jefe para poder viajar al Distrito Federal (CDMX) y venir al campamento de Reforma, a las reuniones de la Convención Nacional Democrática, cuando se convirtió en presidente legítimo y cuando Felipe Calderón tomó protesta.
Incluso, figuras de la farándula, como Susana Zabaleta, han expresado su arrepentimiento por haber votado por López Obrador.
Del otro lado están quienes mantienen una firme convicción de haber apoyado al tabasqueño.
Roberto es un joven de 26 años que está convencido de que haber votado por AMLO es lo mejor que pudo hacer en la elección del 2018. Su opinión es que, quienes critican al mandatario, lo hacen porque no tienen en cuenta la visión general y a largo plazo que sí tiene el presidente.
“Es muy pronto para decir si se equivocó o no. Yo pienso que antes la situación ya estaba mal y él está tratando de hacer un cambio, pero eso no va a hacerse rápido. Pero eso sí, tiene que cumplir con lo que está prometiendo”.
“Creo que quienes lo critican por todo no saben en realidad lo que él piensa hacer o cómo quiere resolver las cosas, pero hay que tenerle fe y apoyarlo en todo, porque si no seguro sí va a fracasar; por algo ha de estar haciendo lo que está haciendo”, señala.
Así son los contrastes que se viven en el México de la llamada Cuarta Transformación.
En las redes sociales, los cafés, las escuelas o reuniones familiares, abundan las posiciones encontradas entre quienes apoyan al presidente o lo rechazan.
Este 1 de julio se cumplie un año de que Andrés Manuel López Obrador arrasó con la elección presidencial con 30 millones 113 mil sugragios, la votación más alta obtenida por un candidato a la Presidencia en la historia de México.
No solo eso. El resultado fue histórico también porque fue la primera vez que un contendiente de izquierda ganó los comicios.
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Amplia aceptación
Aunque las opiniones entre los ciudadanos están divididas, el presidente López Obrador llega al 1 de julio del 2019 con altas cifras de aceptación.
Sin embargo, ha bajado algunos puntos durante las últimas semanas. En abril pasado, la aprobación era del 64.6 por ciento.
Estas cifras, sin embargo, no son del todo extrañas; regularmente, al inicio de su mandato, en esos promedios se encuentra la aprobación de los presidentes.
Según cifras de la consultora Parametría, en junio del 2007 la aceptación de la labor de Felipe Calderón era del 60 por ciento — su punto más alto de popularidad llegó en febrero del 2009, con 76 por ciento—.
En junio del 2013, Enrique Peña Nieto tenía una aprobación del 62 por ciento. Su punto más alto lo tuvo en marzo del 2013, con 63 por ciento
Estos niveles de aceptación se han mantenido a pesar de que algunas acciones del Gobierno federal han sido puestas en tela de juicio.
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Acciones aplaudidas y cuestionadas de la Cuarta Transformación
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido de acciones y decisiones que han dividido a la opinión pública.
La polémica comenzó desde el periodo de transición, cuando López Obrador ya había ganado la elección pero aún no tomaba las riendas del gobierno, sin embargo ya influía en las decisiones del país.
Fue en ese periodo cuando se anunciaron cambios en las dependencias públicas, se afianzó la creación de una Guardia Nacional, se trazó la idea de un plan de austeridad y se organizó la consulta popular para echar abajo el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
Ya en el gobierno, las decisiones de López Obrador comenzaron a verse desde el día uno.
El 1 de diciembre del 2018, mientras el nuevo presidente tomaba la protesta de ley en el Palacio Legislativo de San Lázaro, la Residencia Oficial de Los Pinos dejó de serlo y se convirtió en un centro cultural.
Se dio inicio al proceso de cancelación y liquidación del NAIM y se anunció que la Secretaría de la Defensa Nacional estaría a cargo de la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía, hoy detenido por una cascada de amparos.
Se comenzó con la política de austeridad, cuyos efectos comenzaron a verse en diciembre y enero pasados con miles de despidos en la Administración Pública Federal y la cancelación de decenas de programas públicos.
La política de austeridad sin análisis tuvo también otro impacto: trabajadores al servicio del Estado, calificados para esas tareas, renunciaron a sus empleos, dejando importantes vacíos en las áreas operativas del gobierno.
La cancelación de algunos de esos programas tuvieron un impacto directo en miles de familias.
Primero fueron las estancias infantiles, que no recibieron más recursos públicos; después fueron los refugios para las mujeres víctimas de violencia que, tras la presión en redes sociales, lograron salvar algunas instalaciones; después desaparecieron los comedores populares.
El recorte en algunos sectores fue criticado; especialmente en las áreas de salud, cultura y ciencia.
Muchos de los recursos obtenidos de estos ahorros están siendo destinados al programa Jóvenes Construyendo el Futuro, en el que se paga a aprendices; así como en el programa de becas Benito Juárez y el apoyo a adultos mayores.
Llegó después la primer gran cruzada del Gobierno federal: la lucha contra el robo de hidrocarburos.
Tres de las obras de infraestructura que son consideradas bandera en este sexenio también han padecido una lluvia de críticas: se trata del Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el corredor del Istmo de Tehuantepec.
En meses recientes se ha reportado una baja en la percepción de las calificadoras, lo que ha creado algunos roces con estas instancias.
La creación de la Guardia Nacional fue también otro punto álgido del nuevo gobierno, pues tuvo que conciliar con quienes estaban en contra del nacimiento de este cuerpo armado conformado con elementos militares y de la Policía Federal.
Las cuestiones diplomáticas también han pasado factura al gobierno del presidente López Obrador.
Primero, por su roce con España después de que se enviara una carta al rey Felipe VI exigiendo que su país externara una disculpa pública por la conquista a México, hecho que los españoles rechazaron categóricamente.
Durante estos meses, el gobierno del presidente también ha tenido que enfrentarse a las amenazas y ataques de su homólogo estadounidense, Donald Trump, a quien siempre le ha ofrecido paz y amistad.
El punto culminante de esa complicada relación con el gobierno de Trump ocurrió hace algunas semanas, cuando amenazó con imponer aranceles progresivos a los productos mexicanos si México no tomaba acción contra la migración indocumentada de Centroamérica y otros países.
López Obrador aceptó entonces convertirse en una cortina para evitar que migrantes indocumentados lleguen hasta las puertas de los Estados Unidos a pedir refugio.
El primer mandatario pasó de decir que México era un país de puertas abiertas para los centroamericanos, a ordenar a la recién creada Guardia Nacional hacer redadas y buscar personas indocumentadas para deportarlas a sus países.
Activistas en pro de los migrantes han acusado que el Ejército Mexicano y el Instituto Nacional de Migración se han convertido en la nueva policía migratoria de Trump… en territorio mexicano.
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Un relato de México
Analistas consideran que a un año de la elección presidencial, la luna de miel del presidente Andrés Manuel López Obrador ha llegado a su fin.
Esto significa que sus acciones ya comienzan a tener consecuencias, lo que ha provocado una división en la percepción de éxito o fracaso de su gobierno.
Para José Fernández Santillán, académico de la Escuela de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey, una de las actitudes más criticables de la Cuarta Transformación es que tiene una conexión alejada de la realidad.
“Andrés Manuel es un hombre de mitines y no de acción gubernamental, de tomar decisiones, de instrumentar políticas públicas. Esto se ha visto en el terreno donde ha fallado estrepitosamente. Él cree que dando una orden o deseando algo se va a cumplir.
“Yo diría que prometer no empobrece; no cumplir es lo que aniquila”, expone el académico.
Estos meses de gobierno, considera Fernández, han servido para dar una idea de lo que vendrá en el futuro cercano, sobre todo si se toma en cuenta el discurso.
“López Obrador ha polarizado al país entre fifís y chairos, entre la mafia del poder y el pueblo bueno. Ese discurso polarizante le ha resultado porque hay una masa de la población que, durante décadas, fue olvidada, y que en él ven la única salida a sus problemas.
“Mientras no haya una alternativa política, porque los partidos han quedado olvidados, él será la única opción”, apunta el especialista.
Fernando Dworak, analista y consultor político, considera que López Obrador continúa teniendo éxito en sus niveles de aprobación porque, aun como gobernante, se ha centrado en su legado, por lo que ha construido una narrativa de lo que él quiere que sea recordado de su periodo de gobierno.
“Es una persona que no está teniendo claro para qué quiere gobernar. A lo largo de 30 años formó un personaje altamente creíble, como un salvador: como una persona buena, una persona noble, una persona limpia, a la que no le hace daño la mafia del poder.
“Pero ojo: un discurso de gobierno implica tener responsabilidades. Una persona que gobierna tiene que tener claro cuáles son los costos de una decisión, cuáles son los sacrificios que se tienen que tomar. Y tal parece que él ha decidido no tomar ese camino y más bien continuar con su imagen de político bueno, honesto y eso no es gobernar”, critica Dworak en entrevista.
De continuar con esa estrategia, señalan, el problema será que la realidad y la información serán completamente contrarias y no dejarán espacio a que el país mejore sus condiciones en un futuro cercano.