Han pasado 90 años desde aquella tarde del miércoles 5 de abril de 1933, cuando en una casa del centro de Monterrey se registraba un doble crimen que marcó a la sociedad de aquella época y que con el paso del tiempo se convirtió en una lamentable leyenda referente de Nuevo León.
Las noticias de esa época daban a conocer que en la calle Aramberri en la casa marcada con el número 1026 era la escena de un impactante doble asesinato donde las víctimas eran madre e hija y quienes fueron identificadas como Antonia Lozano de Montemayor y Florinda Montemayor. La mascota de la familia, un loro, presuntamente sería pieza clave para descubrir a los asesinos.
El crimen fue descubierto por el señor Delfino Montemayor, esposo y padre de las víctimas, quien tras regresar a su vivienda luego de una jornada laboral extensa en Fundidora Monterrey, encontró la terrible escena donde estaban los cuerpos y manchas de sangre por toda la casa.
De inmediato, el hombre dio aviso a la policía quienes llegaron e inspeccionaron la escena. Se determinó que las mujeres fueron degolladas y que Florinda había sido abusada sexualmente. Además, se determinó que los asesinos habían robado cosas de valor de la familia, como dinero y otras pertenencias.
También, los investigadores de esa época que cubrieron el lamentable asesinato señalaron que la puerta no había sido forzada, por lo que los culpables conocían a las mujeres quienes les dieron acceso a su casa.
Se informó que uno de los oficiales siguió un rastro de sangre que salía de la ahora famosa Casa de Aramberri y que daba hasta una carnicería ubicada en la calle Doctor Coss y Abasolo, donde encontraron ropa llena de sangre y a los culpables.
¿Quiénes fueron los asesinos?
Tras la investigación, la autoridad determinó que los responsables eran Fernando y Heliodoro Montemayor, quienes resultaron ser sobrinos de Delfino Montemayor (esposo y padre de las víctimas), y sus cómplices Gabriel Villarreal (dueño de la carnicería), Emeterio González y Pedro Ulloa.
Al ser declarados culpables, continuó una serie de careos en el municipio de Zuazua; al regresar a la penitenciaria en Monterrey los culpables escaparon y los policías les dispararon, surgiendo la versión de que se utilizó la “ley fuga”.
El Loro
En esta historia de crimen destaca la mascota de la familia, que según detallan archivos periodísticos de esa época, el loro repetía en muchas ocasiones “no me mates Gabriel, no me mates”, lo cual también sirvió para dar con los asesinos.
La Casa de Aramberri en la actualidad
Tras la muerte del señor Delfino Montemayor, la casa fue habitada por dos familias más hasta que finalmente fue vendida.
Durante el transcurso del tiempo se ha dicho que ahí aún se puede sentir el dolor que dejó el doble crimen y que incluso hay personas que han sentido presencia paranormal, por lo que por décadas duró abandonada.
Al estar deshabitada y sin vigilancia, la famosa Casa de Aramberri fue grafiteada y se fue deteriorando con el paso del tiempo, pero sin duda siempre fue escenario para que personas locales o turistas acudieran a tomar fotos ya que este crimen sigue presente generación tras generación.
Aunque no se sabe qué pasará con esta propiedad, se informó que ya tiene dueño y que presuntamente será convertida en un negocio. Ha sido remodelada de su fachada, pero la historia que guarda sigue vigente.