La consolidación de Jalisco como el “gigante agroalimentario” del país, el título que las autoridades locales suelen emplear con orgullo, ha traído un inmenso costo medioambiental que apenas comienza a dimensionarse, según especialistas de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
Jalisco se volvió una potencia nacional en producción agropecuaria, lo que lo ha llevado a alojar poblaciones de animales tan grandes que generan un volumen de desechos equiparable al de una megaurbe con 15 millones de personas -tres veces el número de habitantes de Guadalajara-.
“La actividad agropecuaria es tal vez la actividad de mayor impacto histórico sobre la biodiversidad de Jalisco, lo que se refleja principalmente en la pérdida de vegetación a través de la deforestación, la degradación de bosques y suelos por sobrepastoreo y prácticas agrícolas inadecuadas, como la quema de residuos agrícolas y su impacto en la generación de incendios forestales, así como en la contaminación de cuerpos de agua y la generación de emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero)”.
Así lo señala el estudio “Jalisco A Futuro 2018-2030”, elaborado por académicos de la UdeG, específicamente en el apartado “Naturaleza y Medio Ambiente”; y coordinado por Sergio Graf Montero, actual titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial de Jalisco, y el catedrático Eduardo Santana Castellón.
El liderazgo agropecuario de Jalisco se traduce en cifras como las siguientes: aporta el 11.26 por ciento del PIB agroalimentario a nivel nacional; el 55 por ciento de la producción de huevo de todo el país; el 37 por ciento de la carne de cerdo; el 35 por ciento de la carne de pollo; el 18 por ciento del maíz grano en el ciclo primavera- verano.
También es el segundo lugar nacional en producción de aguacate y berries; y el primero en arándano y frambuesa (con 70 por ciento y 60 por ciento, respectivamente).
La expansión de todas estas actividades agropecuarias ha demandado de una explotación intensiva de los recursos naturales de Jalisco: una cara del “gigante agroalimentario”, que por normalidad queda fuera del discurso oficial.
El alto costo ambiental que generan las actividades agropecuarias puede evidenciarse con la producción lechera, en la cual Jalisco es líder nacional. “Si consideramos que una vaca lechera genera cada día aproximadamente 48 kg de estiércol y orina, se estima que el hato lechero de Jalisco genera un total de 16,417 toneladas diarias de desechos que se vierten en su mayoría sin tratamiento”, dice el estudio.
El hato bovino de Jalisco se estima en 3 millones 140 mil 602 cabezas, de las cuales el 80 por ciento es para producción de carne, y el 20 por ciento restante para la producción de leche. El documento advierte, sin embargo, que una quinta parte de toda la superficie del estado está destinada actualmente al sostenimiento de estos animales.
Cerdos y cambio climático
La industria porcícola por sí misma representa un gran riesgo ambiental para Jalisco, pues “genera una gran cantidad de desechos con alta carga contaminante orgánica, que se descargan sin tratamiento en ríos y arroyos”, dice el estudio.
El impacto ambiental de esta industria es tan severo que es como si Jalisco construyera en su territorio una nueva mega-ciudad con tres veces el tamaño poblacional de la metrópoli de Guadalajara.
“Se estima que el número de cerdos en el estado suma poco más de tres millones de cabezas, y si consideramos que un cerdo de 100 kg excreta aproximadamente 6.17 kg de heces y orina al día, tenemos aproximadamente dieciocho mil toneladas de desechos cada día que equivalen aproximadamente a las descargas orgánicas de una población humana de quince millones de personas”.
Las secuelas de ser el “gigante agroalimentario” del país no se limitan, sin embargo, solo a la contaminación del agua, suelo y aire en el estado, por el contrario, hay repercusiones globales con la emisión de los GEI, causantes del cambio climático.
“Las emisiones de GEI provenientes de las actividades pecuarias, específicamente emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso por fermentación entérica proveniente del ganado y manejo del estiércol, se han incrementado significativamente en los últimos años, alcanzando el equivalente a 5,634 Gg de CO2 en 2016”.
La agricultura, el mayor impacto del gigante agroalimentario
En términos exclusivos de agricultura, los cultivos que generan el mayor impacto ambiental para el estado son el agave, el aguacate, la caña de azúcar y las berries, ya sea por la extensión que han alcanzado, los modos de producción que se están utilizando, el crecimiento reciente, o por su vinculación con procesos de industrialización
“La expansión de la agricultura comercial constituye otro de los factores de deterioro ambiental con impactos en las tasas de deforestación a través del cambio de uso de suelo de bosques y selvas, la contaminación de cuerpos de agua e impacto a la salud pública por el uso de pesticidas”, dice el documento.
Sobre el cultivo de agave se sabe que tuvo su crecimiento más relevante entre los años 1990 y el 2005, en este periodo pasó de 20 mil hectáreas a casi 120 mil hectáreas. Pero ese disparo tan brusco dejó severos daños ambientales para el estado, pues ocasionó “cambio de uso de suelo por la deforestación por apertura de áreas para su cultivo, especialmente en detrimento de las selvas caducifolias y en la sustitución de cultivos tradicionales”.
Algo similar pasó con el cultivo de aguacate, que pasó de menos de 2 mil hectáreas en el año 2007, a más de 20 mil hectáreas en el 2017. “Su crecimiento ha sido en detrimento de las superficies de bosques de pino y pino-encino”.