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La borran del mapa

En un trayecto de 20 kilómetros de distancia, o lo que es lo mismo, unos 40 minutos en automóvil, desapareció hace nueve meses, Érika Cueto Vázquez.

“Yo finalmente lo que quiero es que las autoridades busquen a mi hija. Lo que pido es eso, pero yo veo que las autoridades no buscan a nadie”, dice, al borde del llanto, Leticia Vázquez Camarena, madre de Érika.

En Puerto Vallarta le dijeron a la familia que el sistema presentaba “fallas” para levantar la denuncia
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En un trayecto de 20 kilómetros de distancia, o lo que es lo mismo, unos 40 minutos en automóvil, desapareció hace nueve meses, Érika Cueto Vázquez.

“Yo finalmente lo que quiero es que las autoridades busquen a mi hija. Lo que pido es eso, pero yo veo que las autoridades no buscan a nadie”, dice, al borde del llanto, Leticia Vázquez Camarena, madre de Érika.

El 12 de noviembre de 2014, Érika, instructora de Pole Dance, había salido antes del mediodía de Puerto Vallarta, con rumbo a San José del Valle, en Nayarit. Ahí se reuniría con otras personas, para afinar los detalles de un congreso sobre la disciplina que ella dominaba.

Entre ambos puntos existe una distancia de 20 kilómetros; en menos de una hora se está en uno u otro. Pero ella nunca llegó a San José.

A los 39 años, Érika ha acumulado una gran cantidad de triunfos deportivos. Abundan en la casa de su madre, como el de 1994, cuando obtuvo el tercer lugar del Campeonato Estatal de Aerobics en Jalisco, o el que le dio la certificación de jueza en la National Aerobics Championship, una competencia internacional que desde 1983 se celebra en diferentes partes de Estados Unidos.

Licenciada en Cultura Física y Deporte por la Universidad de Guadalajara, Érika pretendía llevar a cabo otra edición de la Competencia Nacional de Pole Fitness, un evento anual en Puerto Vallarta, que se llevaría a cabo seis días después de que ella desapareciera.

El mismo 18 de noviembre, fecha en que arrancaría la competencia de talla internacional, el automóvil Spark color rosa de Érika fue encontrado en un sitio conocido como Paso del Guayabo. Parecía una pequeña esperanza para la familia. Pero se desvaneció al paso de los días.

“Nada ha servido porque supuestamente no se encontraron huellas”, añade la madre.

La familia ha tenido que sortear con la burocracia a la que se enfrentan otras víctimas de desaparecidos. En Nayarit les dijeron que no podían aceptar la denuncia porque no era su jurisdicción, y en Puerto Vallarta, les comentaron la primera vez, que el sistema presentaba “fallas” para levantar la denuncia.

“Es importante y valiosísimo que las autoridades reciban la denuncia de inmediato. Alegan que no lo hacen porque, según ellos, no andan perdidos sino de parranda, pero eso no debe importar, porque a las autoridades se les paga”, agrega.

Hace menos de un año, Leticia ha encontrado cobijo en Familias Unidas por Nuestros Desaparecidos (Fundej), una agrupación de familiares que buscan a sus desaparecidos en la entidad.

La madre de Érika dice que ha tenido la fortuna de contar con investigadores abiertos a los reclamos, pero aún así, los avances son nulos: no hay un solo indicio de la desaparición de su hija ni una línea de investigación del caso.

“Te cambia la vida por completo, te transforma. No tienes tranquilidad, no duermes, no comes, es algo muy feo, muy triste porque estás con la incertidumbre ¿dónde estará? ¿cómo estará? ¿qué le estarán haciendo?

“Es algo que no se puede describir hasta que lo vives (…) la delincuencia está incontrolable y todos podemos ser víctimas”, concluye la mujer.

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