La anciana que desafió al temblor

El sismo del martes derribó los 'cuartitos' en los que Guadalupe, de 84 años, y su esposo, vivían. Ahora una choza prestada por un familiar se ha convertido en su hogar.
Ernesto Santillán Ernesto Santillán Publicado el
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Guadalupe de la Cruz Chávez es una señora semisorda de 84 años. A causa del sismo ahora vive con su esposo Norberto Pacheco en una choza con techo de lámina que uno de sus familiares usa para guardar sus herramientas de trabajo.

 

La cobacha convertida en un hogar cuenta con una sola cama. Al ponerse el sol se ilumina con los rayos de luz que se filtran por las fisuras de las maltratadas paredes construidas con cartón y lámina unidas con clavos.

 

La puerta, adornada por una cruz de madera de donde cuelgan algunas flores de color azul y rosa apenas cierra y cuesta imaginar que sería capaz de aguantar la más mínima ventisca sin derrumbarse.

 

La señora Guadalupe se encuentra sola. Viste una falda y un suéter color azul al que le faltan varios botones. Debajo de esa prenda usa un delantal que alguna vez fue blanco.

 

Ahora las manchas cafés como el color de la tierra sobre la que camina y que la vio nacer combinadas con las manchas amarillentas de la humedad llevan a pensar que el vestido que cargan sus encorvados hombros debe ser casi tan viejo como ella. En los pies calza una viejas zapatillas de tela raídas.

 

“El temblor tiró los dos cuartitos donde vivíamos mi esposo y yo. Él es agricultor y yo soy comerciante. Tengo un pequeño espacio en el pueblo de San Gregorio junto a la iglesia donde todos los días vendo algunas verduras”, cuenta despacio con una voz quebradiza mientras al fondo se eleva un hilo de humo de una pequeña fogata que preparó para hervir un poco de leche que le regalaron.

 

La señora de 84 años guarda silencio por un momento. Luego recuerda el día del temblor con pesar.

 

“Aquel día yo me encontraba vendiendo mi mercancía y le había dicho a mi viejo que regresara a la casa temprano a descansar, él ya está grande, aclara como si ella fuera una jovencita que cuida de él.

 

Lo peor fue que entre el pánico la gente salió corriendo y pisó todas mis verduras. Cuando regresé a la casa en donde llevábamos viviendo más de 40 años me di cuenta que Norberto estaba parado afuera; no había casa a la cual regresar. El sismo también nos la arrebató”, relata mientras camina con una tranquilidad nerviosa entre un pequeño paraje de flores que adornan la tragedia de la anciana.

 

Guadalupe tiene siete hijos pero se rehusa a irse a vivir con cualquiera de ellos. Ella tiene sus costumbres y no piensa adquirir ninguna nueva. Prefiere seguir viviendo en la casa que comparte con las herramientas y con su esposo. Para ella es más importante tener su propio espacio a una vivienda más digna y sólida.

Texto de Ernesto Santillán. Video de Gerardo Hernández

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