A pesar de que integrantes del denominado Bloque Negro se enfrentaron con agentes del escuadrón Atenea, lanzaron gas lacrimógeno e intentaron derribar algunas vallas metálicas en la marcha del 8 de marzo en la Ciudad de México, gran parte de las manifestantes intentaron mantenerse unidas y optar por la calma.
Miles de mujeres de todas las edades y ataviadas con los colores característicos del movimiento feminista, como el púrpura, lila, verde o amarillo limón, tomaron las calles bajo la consigna de protestar de manera pacífica y con la intención de resguardar sus contingentes de los grupos de encapuchadas.
A la par, durante el transcurso de la tarde, se registraron disturbios en distintos puntos del trayecto, incluida la vandalización de uno de los accesos de la estación Hidalgo de la Línea 2 del STC Metro –en donde dos mujeres resultaron lesionadas tras romper una estructura de vidrio–, así como en la calle 5 de Mayo y a las afueras de Palacio Nacional, en donde grupos de manifestantes intentaron tirar el muro de protección de manera violenta.
Sin embargo, el mayor contraste de lo que se vivió en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer en comparación a otras ediciones, se reflejó en tres principales acciones: una de ellas fue que algunas mujeres policías recibieron flores en vez de agresiones con pintura; la segunda fue que ni los transeúntes ni los comunicadores varones fueron agredidos y la tercera que muchas mujeres marcharon acompañadas de su familia.
Un ejemplo de ello fueron las mujeres García Méndez, quienes asistieron en conjunto (hija, abuela y nietas) para protestar por la violencia de género en todos los niveles.
Empujando la silla de ruedas de su mamá, Gloria García expresó que, pese a que ya había escuchado en años anteriores sobre las movilizaciones por el Día de la Mujer, asistió esta vez como una forma de tomar acción para frenar los abusos.
“Indudablemente todas hemos sufrido un abuso, desde nuestra mayor autoridad en casa, hasta fuera de ella. La verdad, yo estaba indecisa en esta situación, pero mis hijas me animaron mucho y yo animé a mi mamá que tiene 89 años”, cuenta.
En medio de arengas de “Ni una más” y “Fuimos todas”, dice que la marcha es una oportunidad de generar un cambio a favor de ella, de sus hijas y de todas las mexicanas.
“Cuando vemos en las noticias lo que pasa con las mujeres no hacemos nada, y creo que esta es una buena oportunidad de que se dé a conocer que estamos, como una sola mujer, defendiendo algo que merecemos”, afirmó.
Su hija Ana, dijo sentirse muy orgullosa. “Todo me imaginé, menos hoy poder marchar junto con ellas. Mi hermana está en Guadalajara y también está en la marcha. Hoy somos todas”, concluye.