En las calles de las ciudades fronterizas más importantes del país se repite la misma escena: fuerzas del orden —incluyendo a elementos del Ejército Mexicano y del Instituto Nacional de Migración — buscando migrantes indocumentados para detenerlos y deportarlos.
También se les ha visto detener personas al azar —mexicanos o extranjeros— y pedirles sus identificaciones en zonas donde tradicionalmente se encuentran los migrantes.
No se trata de Estados Unidos. Por primera vez en su historia, México está combatiendo la migración indocumentada con estrategias que no se habían utilizado en ningún otro momento y que son más duras que en Estados Unidos.
Entre las comunidades de migrantes centroamericanos que están en la frontera, se esparce una advertencia: no pueden salir de los albergues, porque si la policía los detiene, los manda de vuelta a su país.
En los últimos días se ha captado a personal del Instituto Nacional de Migración (INM), acompañado por patrullas de militares, vigilando las inmediaciones de los albergues donde se encuentran refugiadas personas sin documentos.
Activistas en pro de los migrantes denuncian que se han detenido incluso personas que están dentro del programa “Remain in Mexico” (Permanece en México); es decir, a quienes ya han solicitado refugio en Estados Unidos pero esperan la respuesta de un juez.
Peor aún: también mexicanos deportados que no cuentan con ninguna identificación han sido llevados por las autoridades.
Lo mismo ocurre en la frontera sur del país, blindada ahora por elementos de las Fuerzas Armadas y la Policía Federal agrupados en la Guardia Nacional.
Así es como México se ha convertido en el muro de los Estados Unidos para contener la migración indocumentada de Centroamérica y de otras partes del mundo, producto de las negociaciones para evitar que se impongan aranceles.
A esto se suma la falta de recursos económicos para atender a estas personas que buscan entrar a Estados Unidos, pero que están varados en el país. Aunque son apoyados por organizaciones civiles o iglesias de forma limitada por sus propias carencias.
La ‘Migra’ mexicana
Es la tarde del 24 de junio en Playas de Tijuana, justo en la esquina del país, donde comienza el muro fronterizo con los Estados Unidos.
Ahí, un destacamento de militares y un grupo de empleados del Instituto Nacional de Migración (INM) realizan un rondín y piden identificaciones a quienes están justo afuera de la Embajada Migrante, un albergue donde permanecen migrantes que no tienen a donde ir.
En ese lugar habitan no solamente extranjeros. Primordialmente se trata de mexicanos que han sido deportados de Estados Unidos y que apenas están recogiendo los pedazos de su vida anterior para comenzar nuevamente en México.
Desde ahí, Hugo Castro, voluntario de la organización Ángeles de la Frontera —Border Angels, en inglés— transmite en vivo a través de sus redes sociales lo que está pasando.
En la imagen puede verse a un grupo de soldados con vestimenta táctica color caqui, armados, acompañados del personal del INM, que se acercan a quienes caminan o permanecen en esa área y los interrogan.
En algún momento, se detienen frente a una familia. Padre y madre se levantan con un bebé en brazos para responder a los cuestionamientos de los agentes del INM, rodeados de los militares.
“Es muy triste ver que los soldados mexicanos, ver que el presidente mexicano, están sirviendo a (Donald) Trump (…) ¡Les están preguntando si planean ir a los Estados Unidos! En realidad están haciéndole el trabajo a Trump; son títeres de Trump. Están haciendo el trabajo de la Migra… ahora son la Migra mexicana.
Es lamentable que el espíritu que tienen los soldados mexicanos, que son conocidos por un alto grado de honor para servir a la patria, ahora se están brincando el respeto a los derechos humanos de aquellos que, ingenuamente, declaran que van a pedir refugio o se van a cruzar y ‘vas para arriba’”, se escucha decir a Castro en su narración.
La imagen no miente. Durante varios minutos, los agentes del INM interrogan a la pareja con su hijo, les toman fotografías y revisan algunos documentos que ellos muestran. Finalmente, las autoridades se alejan de ellos y les permiten permanecer ahí.
Unos metros más arriba, en la avenida, dos camionetas del INM, con rejas en las ventanas, esperan a quienes puedan ser detenidos. Castro descubre que ya llevan a dos personas dentro de las unidades y al querer acercarse a grabar, un agente del INM le pide que se aleje del vehículo porque ahí dentro tienen a alguien “asegurado”.
“¡Se lo están llevando porque no tiene identificación!”, exclama Castro con indignación.
“Y pues aquí está lo que están haciendo los del Instituto Nacional de Migración, los servidores de la patria, los soldados”, lamenta.
Hugo Castro confronta al agente del INM, a quien le toma una fotografía y le cuestiona por qué se lleva al hombre; él le responde que no está detenido, que está siendo rescatado.
El activista le señala que eso solían hacerlo antes, cuando ayudaban a los migrantes, y no ahora que los detienen; le pide no caer tan bajo y no hacer lo que califica como un trabajo sucio.
“¡No debe de servir a Trump! ¡Sirva a México!”, le exige Hugo Castro al agente de Migración mexicano, a quien acusa de mentir al decir que no lleva un migrante detenido en su unidad.
Hugo Castro señala que en los últimos días las detenciones en esa zona de Tijuana se han vuelto cotidianas. En un solo día, narra, 60 migrantes fueron detenidos en una jornada de madrugada, los agentes aprovechaban para llevarse a quienes dormían cerca del muro fronterizo.
“No son los soldados de AMLO, son los soldados de Trump… bueno, sí son de AMLO, pero él está sirviendo a los intereses de Trump”, lamenta el activista.
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Redadas en México, estrategia contra la migración
Para Soraya Vázquez, activista y abogada especialista en temas de migración, en México están pasando cosas que nunca habían ocurrido.
Fundadora del Comité Estratégico de Ayuda Humanitaria Tijuana, creado en 2016 para auxiliar en la llegada de miles de ciudadanos haitianos que buscaban cruzar a los Estados Unidos, Soraya Vázquez denuncia que las detenciones de migrantes están ocurriendo en toda la región, pisoteando los derechos de las personas.
“Nunca habíamos visto esto: un montón de militares y de Policía Federal y de Guardia Nacional desplegados en las zonas por donde circulan los migrantes, por donde están los migrantes, pidiéndoles identificación y levantándolos y llevándolos a la estación migratoria aún cuando tienen una situación regular, cuando tienen una visa humanitaria o tienen forma migratoria múltiple que se les da a los que están en esto del ‘Remain in Mexico’ (Permanece en México) cuando son retornados.
“Eso esta sucediendo aquí: están deteniendo a diestra y siniestra a las personas, están haciendo redadas en México. Las llevan a una estación migratoria o las llevan a la estación de infractores, cuando no han cometido ninguna falta; porque no traer ningún documento no es un delito y tampoco es competencia de esas autoridades solicitar eso. Ni el Ejército, ni la Guardia Nacional, ni nadie, pueden pedirte tu documentación migratoria; ellos no están facultados para eso”, señala Vázquez en entrevista.
Las detenciones se están dando también en lugares públicos y en las afueras de los albergues donde se encuentran estos migrantes, lo que está creando un ambiente de temor entre las comunidades
“Se está generando eso que quieren: un clima de ‘¡Qué horror! No vengas’”, expresa la activista.
Soraya Vázquez reprueba que el gobierno mexicano esté haciendo el trabajo sucio a los Estados Unidos de frenar a los migrantes desde aquí, pues se trata de dos países diferentes.
Aunque la situación es complicada por el número de personas extranjeras que están ya en las ciudades fronterizas, Soraya Vázquez piensa que sí hay salida y pueden integrarse a la vida de la comunidad, garantizando acceso al trabajo y a condiciones de vivienda dignas.
“Están pensando en albergues, pero están pensando más en la seguridad, más como en una especie de campo de concentración porque los ven como un riesgo, como una amenaza. Pero si cambian su perspectiva y los humanizan de nuevo y los ven como grupos migrantes y se entiende que son familias, gente vulnerable que necesita la atención, se les va a perder el miedo”, indica Vázquez.
En las zonas fronterizas del país, sostiene, la oferta de trabajo es amplia, desde industrias como la maquiladora o la de servicios, por lo que sí es posible que encuentren una oportunidad de continuar su vida en México.