Sin gel antibacterial, agua y un techo estable, una comunidad de indígenas otomíes enfrenta el aislamiento por la pandemia de Covid-19 en el centro de la Ciudad de México.
Son alrededor de 80 personas de la etnia otomí que en la colonia Juárez, de la alcaldía Cuauhtémoc, montaron un campamento en el 2017, cuando fueron desalojaron del predio donde vivían.
La situación refleja el aislamiento y la discriminación que padecen los indígenas de la capital.
De acuerdo con la Encuesta sobre Discriminación de 2018 que realizó el Consejo para Prevenir y Erradicar la Discriminación (Copred), los indígenas son el grupo que más sufre el rechazo en la sociedad.
El estudio indica que el 84 por ciento de esta población ve vulnerados sus derechos por la discriminación.
Roma 18, el hogar de indígenas otomíes
El asentamiento de la calle Roma 18 se encuentra a dos cuadras de avenida Reforma y a tres de Insurgentes. También a cinco minutos de la estación del Metro Cuauhtémoc.
Durante estos días de contingencia por el Covid-19, las calles de la Juárez se ven vacías, casi sin gente. Solo algunos policías y vendedores de comida como tacos y tamales se asoman en las esquinas.
Sin embargo, esa soledad y el silencio que provoca la emergencia sanitaria, se ven interrumpidos por el campamento de indígenas otomís de Roma 18.
Ahí, a mitad de la calle, dos mujeres lavan ropa y trastos afuera de diversas casas de campaña y carpas.
El agua que usan la tienen almacenada en tambos y galones.
Además, en el campamento viven aproximadamente 30 niños, otro sector de la población vulnerable ante el Covid-19.
Joaquina, joven habitante del lugar, afirma que después del 23 de marzo, cuando comenzó la crisis por Covid-19, solicitaron a la alcaldía una pipa de agua pero les dijeron que no había.
Entonces, tienen que ir al Parque Washington de la colonia para abastecerse de agua de la toma que está ahí.
Tampoco nadie ha acudido a explicarles cuál es la situación del país referente a la pandemia de Covid-19.
Ante la carencia de agua, los habitantes del campamento acuden al parque mencionado. No obstante, no siempre pueden tomar agua de ahí.
“Hay veces en que no podemos, los vecinos marcan a los policías para que no nos dejen tomar agua, si nosotros agarramos el agua nos llevan al Juzgado Cívico“, explica respecto a la actitud discriminatoria que padecen por parte de algunos habitantes de la Juárez.
La falta de agua impide que quienes viven en las carpas puedan cumplir necesidades básicas como bañarse y llevar a cabo medidas primordiales para evitar contagios de coronavirus como lavarse las manos continuamente.
“Hay algunos que al tercer día se bañan porque no nos dejan acarrear el agua”, detalla.
Los que viven afuera del predio de Roma 18 no tienen cubrebocas, solo un poco de gel antibacterial que les dan organizaciones indígenas como la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata.
La joven otomí relata que sí sabe la crisis por el coronavirus pero nadie se ha acercado a preguntarles cómo están ni a ver qué necesitan.
“No han venido ha explicarnos cómo debemos estar ni a darnos la ayuda”, dice.
Joaquina afirma que, además de las carencias de servicios, es comerciante informal y si no sale a trabajar no tiene cómo subsistir.
“Vendo manzanas de chamoy, pero ya no nos dejan vender, los de la alcaldía nos dicen que nos vayamos”, apunta.
En consecuencia, no tienen ingresos y dependen de las donaciones de las organizaciones que los apoyan.
“Nos dan arroz o cloro para limpiar”, declara.
Joaquina Pedro, adulta mayor habitante del lugar, afirma que a diferencia de la mayoría de los capitalinos, ellos no pueden vivir una contingencia en casa.
“Dicen las personas que no podemos salir pero no es lo mismo tener una vivienda que estar aquí en la calle”, menciona.
La mujer también afirma que a veces van autoridades de la alcaldía y les prometen ayudarlos, pero no regresan.
“No ha venido ningún gobierno y solamente lo que nos dan las organizaciones y nos vinieron a ofrecer apoyo pero quién sabe cuándo llegue”, refiere Joaquina Pedro, quien escucha español pero no sabe hablarlo y contesta en otomí.
Campamento producto del desalojo
Hace 30 años, los indígenas otomíes llegaron al predio de Roma 18 que estaba abandonado, y lo habitaron sin tener documentos.
Ocuparon el predio ante la necesidad de tener un lugar dónde vivir y al ver que el lugar parecía no tener dueño.
Después del sismo del 19 de septiembre, la inmobiliaria Eduardo S.A de C.V. se presentó como propietaria de inmueble.
Entonces los desalojaron con granaderos y se quedaron sin in hogar.
A pesar de que los indígenas son un sector de la población vulnerable, ninguna autoridad les ofreció ayuda o los ha apoyado para conseguir una nueva casa.
“Sufrimos del frío y cuando llueve se inunda, rebasa las tarimas y luego se nos mojan las cosas”, menciona Joaquina Pedro, una adulta mayor.