Durante el verano, las plantas nativas del Valle de Guadalupe entran a un estado de hibernación. La mayoría tira sus hojas. Esto, a ojos de los comunes, podría dar la imagen errónea de una planta muerta, sin embargo, es todo lo contrario: simplemente implementa un artilugio de la adaptación para sobrevivir las temporadas de secas.
Paula Pijoan, experta en el manejo de ecosistemas áridos y surfista ensenadense de segunda generación, conoce a detalle la flora de la región. “Si no eres amante de las plantas, ciertamente, se ven horribles sin hojas. Parecen muertas. Pero no es cierto”, enfatiza la experta.
La región del Valle de Guadalupe es única gracias al clima mediterráneo que permite el cultivo de la vid. Si bien el cultivo de vid ha modificado el paisaje del valle, la flora nativa está integrada mayoritariamente por chaparrales y matorral costero. Este catálogo natural es para los expertos un hotspot de biodiversidad.
Según sus palabras, cuando ‘pelan el monte’, se afecta la captación de agua, un recurso limitado en el valle.
“Para un recurso tan primordial como escaso en una valle vitivinícola donde es reconocida la sobreexplotación de los mantos acuíferos, el no captar la poca agua disponible debería de generar cierta resonancia”, comenta Paula.
Lamentablemente, ni las autoridades municipales ni los inversionistas inmobiliarios parecen interesados en la razón de ser de los pastos costeros y chaparrales.
Derivado de la continua eliminación de la flora nativa, se ha perdido la capacidad de retención de las aguas de lluvias. Por si fuera poco, la extracción descontrolada de arena del arroyo en 2010 ha limitado la capacidad de infiltración o efecto ‘esponja’ del cauce.
“Sin arena ni vegetación nativa, el agua se pierde, nunca entra a los mantos acuíferos. Sin esta capa, solo hay tierra compactada y cero absorción. Por ello, tanto hojas como raíces son claves en la retención del valioso líquido. Son la capa de tierra suave formada de materia orgánica que funciona como esponja absorbente de agua.
“Para mí el problema no era Nodal. Hubiera sido la Ópera de Berlín, igualmente hubiese criticado el acto de desmonte para su concierto en el Valle de Guadalupe. Lo curioso es que fue gracias a Nodal que se nos dio la atención mediática sobre un problema de desorden territorial”, concluye Paula.
En sintonía con Paula, Axel concluye que solo de ellos depende el destino del valle.
“Existe una visión cortoplacista de depredación enfrentada a una largoplacista que busca generar un patrimonio y un destino que perdure para una segunda y una tercera generación”.