La Iglesia católica se resiste a perder la fe en medio de la pandemia de Covid-19 a pesar de los ingresos que ha dejado de percibir por la falta de las limosnas que dejan los creyentes.
La Iglesia intenta sobrevivir a la crisis sanitaria con el apoyo de donantes y solicitando préstamos.
Sin embargo, dicha labor no es sencilla, conforme pasan los días y la situación se agrava, conseguir recursos económicos se vuelve más complicado. De acuerdo con las declaraciones que dio el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monteseñor Alfonso Miranda Guardiola, la Iglesia ha pedido prestado “a todo el mundo”, incluidas las empresas, pero lo que reciben no es suficiente para mantener al personal y sostener las actividades que realizan en apoyo a la comunidad.
Trabajo comunitario se verá afectado
Cerca del 98 por ciento de los ingresos de la iglesia provienen de las limosnas que los fieles dan durante las misas. El aumento en los casos de coronavirus provocó que desde el 13 de marzo siete mil 500 templos y 98 catedrales del país cerrarán sus puertas, quedando vulnerables ante los problemas económicos más de 14 mil sacerdotes diocesanos, tres mil sacerdotes religiosos y 135 obispos, de acuerdo con los datos que dio a conocer el secretario general de la CEM.
La falta de recursos económicos también afectó las actividades que se realizan en 120 albergues para migrantes, comedores populares, dispensarios médicos, orfanatos, centros de derechos humanos y de atención a víctimas de violencia.
Otras de las alternativas que permitían a los sacerdotes obtener más ingresos para la iglesia eran las celebraciones de bodas, bautizos, confirmaciones, primeras comuniones y misas privadas, pero el periodo de cuarentena obligatoria imposibilitó dichos servicios.
El internacionalista Mauricio Rodríguez asegura que la disminución de ingresos es un duro golpe para la Iglesia, al igual que lo está siendo para las empresas, el gobierno, las familias y los individuos, y el gran reto de todos será buscar la manera de reponerse a este impacto macroeconómico.
“Lo curioso es que hay una similitud entre la captación de fondos del Óbolo de San Pedro (ayuda económica que los fieles ofrecen al Santo Padre para que se puedan cubrir las múltiples necesidades de la Iglesia universal y las obras de caridad en favor de los más necesitados), y los precios del petróleo, ambos se fueron a la baja como consecuencia del brote de coronavirus. Este panorama es general para todos y para la Iglesia no será la excepción, habrá católicos desempleados, a los que les reduzcan su sueldo, e incluso los que tengan que cerrar sus empresas”, detalla el egresado del Colegio de México con investigaciones sobre la Santa Sede.
Iglesia tiene que adaptarse a los tiempos de Covid-19
La labor del sacerdote siempre ha sido una actividad esencial para la atención de los difuntos y sus familiares. Las medidas de sana distancia y los riesgos que trae consigo un cuerpo que presentó síntomas de coronavirus son una limitante para los curas que intentan realizar una velación.
Es por eso que la CEM creó un documento con pautas que ayudan a disminuir los riesgos de contagio por Covid-19 en caso de que se requiera la asistencia del sacerdote en un funeral.
Como primera instancia, en el informe se argumenta que los curas mayores de 60 años, quienes padezcan alguna enfermedad crónica como hipertensión, diabetes, enfermedad de Crohn, cáncer, artritis reumatoide, asma, o EPOC, no podrán asistir a ningún acontecimiento fúnebre.
Si es autorizado por la Iglesia y las autoridades sanitarias, el sacerdote podrá visitar a los enfermos graves o realizar la velación sólo si siguen los protocolos de seguridad, los cuales incluyen la sana distancia, el uso de bata, guantes de látex, mascarilla N95, cubrezapatos y gorro.
El especialista en temas de la Santa Sede Mauricio Rodríguez asegura que para la Iglesia el tema de la salud física y espiritual es muy importante.
“El clero se está cuestionando si las misas son una actividad esencial, también si los médicos y enfermeras son los únicos que deban quedar al frente de la batalla contra el coronavirus. Al no poder involucrarse como quisieran, los sacerdotes han encontrado alternativas digitales que les permiten mantenerse en comunicación con los creyentes”, explica Rodríguez.
¿Cómo serán las misas del futuro?
Para continuar con el ejercicio sacerdotal en medio de la Fase 3 de Covid-19, los curas han optado por transmitir la liturgia de la palabra a través de las redes sociales y páginas de internet de algunas parroquias, asimismo, ofrecen apoyo a través de llamadas telefónicas y reuniones virtuales a las personas que necesiten orientación.
A esto, Mauricio Rodríguez añade que el uso de la tecnología por parte de la Iglesia ha desatado un nuevo debate sobre qué tan válidas son estas prácticas tecnológicas.
“Otro de los fenómenos que se pudo apreciar es que Cáritas en Italia en las últimas semanas tuvo récord en demandas de servicio y bienes básicos. Nunca en la historia se vieron tantas personas pidiendo ayuda en ese lugar”, explicó Rodríguez.
“Aunque hubo un repunte en las actitudes religiosas, la otra cara de la moneda también demostró que la religión no resuelve la pandemia, y sí la ciencia”, comenta el internacionalista.