La vida sobre ruedas

Ellos no necesitan alas para volar ni piernas para poder correr, con sus ruedas y habilidad pueden lograr velocidades que ni el hombre más rápido del mundo ha alcanzado
Rubén Zermeño Rubén Zermeño Publicado el
Comparte esta nota

Martín y Marco entrenan todos los días en el Autódromo Hermanos Rodríguez. A su paso se escucha el golpeteo de la prótesis de caucho que utilizan en las manos para rodar las llantas, sus jadeos y la velocidad. El entrenamiento es de al menos 5 vueltas a la pista a una velocidad constante de casi 30 kilómetros por hora.

“Tac, tac, tac” se escucha, es Marco Antonio Caballero de 25 años y su silla a la que apodó Lulú, para él, “arre Lulú” es su mantra para salir adelante, comenzar una carrera y despertarse un día más.

 “Tac, tac, tac”, detrás de él viene su mentor, Martín Velasco Soria, cortando el viento con la cabeza baja y mirando el cronómetro para medir el tiempo de esa vuelta, él no le puso nombre a su silla, pero sí la pintó de rosa, como todas las que ha tenido. Recuerda que se la regalaron en 2012, cuando fue a competir a los Juegos Paralímpicos de Londres.

Para estos atletas, una enfermedad y un accidente cambiaron su vida, pero el deporte adaptado, en especial el atletismo, les ha devuelto la llama de la vida.

Ambos, alumno y maestro se ayudan a sobrellevar su discapacidad y salir adelante por ellos mismos.

Estos hombres no sólo son deportistas de alto rendimiento, también tienen familias, estudian y trabajan para poder mantener su vida y la pasión que es el deporte, ya que al no ser medallistas paralímpicos, la Comisión Nacional del Deporte no solventa sus gastos, ellos tienen que comprar su equipo, sus sillas de ruedas, costear su nutrición especial y solventar sus viajes a las competiciones.

“Si tu quieres avanzar de abajo para arriba tienes que ser consciente de que cuando llegues aquí ya eres tu, tu te tienes que comprar tu silla, tus guantes, todo tu implemento, tus tubulares, las llantas, todo, todo. No hay nada”, señala Martín.

Para estos atletas, una enfermedad o un accidente cambiaron su vida, pero el atletismo les ha devuelto la llama de la vida

Por eso, durante todas las tardes, él en un taxi y Marco en un Uber, ruedan por la ciudad para buscar el sustento de sus familias y para poder seguir creciendo como deportistas, aliados en la pista y rivales en las calles.

“Esos de Uber son bien fresas”, dice Martín “y los taxis bien cafres”, le responde Marco, minutos antes de que aborden su auto y se vayan a trabajar después de un día de entrenamiento.

Un mundo que no está listo para él

Martín Velasco Soria dejó de caminar casi en cuanto comenzó a hacerlo, al año con cuatro meses sufrió poliomielitis, durante prácticamente toda su vida ha tenido que adaptarse a un mundo y a una ciudad que no está lista para los discapacitados.

“Ahorita ya hay mucha infraestructura a cuando era niño, todas las cosas cambiaron, falta, pero ya hay mucho, antes no había nada”, recuerda Martín, quien señala que para realizar su día a día con las adecuaciones que hay en la ciudad y las habilidades que ha ganado a lo largo de los años son suficientes, no así en el deporte.

“Realmente sí hay un gran apoyo para el deporte paralímpico, mucho, mucho, mucho, pero solo para las estructuras de arriba, nada más para los que son medallistas (…) y para los jóvenes que empiezan, pero para los que estamos en medio no tenemos nada”, reclama.

Por falta de ese apoyo se ha convertido en entrenador de un pequeño grupo de deportistas, a quienes no solamente les enseña como correr con la silla de ruedas, también les da lecciones de responsabilidad y de trabajo arduo.

“Me gusta ayudar mucho a los chavos, ese ha sido mi mayor éxito deportivo, el ayudarlos y poderles enseñar algunas cosas que yo he tenido desde hace mucho tiempo, podérselas transmitir, ese ha sido mi mayor logro, he tenido medallas panamericanas y que bonito, pero no se compara”, dijo el cuatro veces paralímpico, quien hasta hace unos años se jactó de estar entre los 5 mejores corredores de fondo del mundo.

“Es algo adictivo, el ir corriendo con los mejores, peleándote, diciéndote groserías o codearte es adictivo, ya lo quieres volver a hacer, es una sensación de adrenalina, bien, bien adictiva, la neta es que no te puedo decir otra cosa.

“No piensas nada, solo dices ‘ojalá y los alcance’ sin ponerte a pensar que un bachecito, una piedrita te puede llegar a matar, pero tu no piensas en eso, tu solamente te agachas, te pones en posición para alcanzarlos, es una adrenalina bien padre, no te acuerdas de nada”, describió Martín minutos antes de dejar su silla y subirse a su taxi para seguir rodando.

‘El deporte me ayudó’

Tan difícil como un maratón ha sido para Martín el entrenamiento de Marco Antonio Caballero, un joven de 25 años que a los 16 dejó de caminar por un balazo en la espalda baja.

“Me pasa el accidente y por acoplarme al nuevo estilo de vida pues como que me desubiqué un poco, el conocer el deporte me ayudó bastante, te hace centrar tus ideas de nuevo, te hace mantener bien en salud, físicamente  y eso conlleva a crear una vida más plena, más tranquila e ir buscando nuevas metas”, comenta siempre sonriente Marco.

A diferencia de su maestro, el joven deportista depende completamente de su silla de ruedas, por eso busca siempre mantenerla bien, es su esposa, su amante, su amiga y sus piernas, con ella puede alcanzar hasta los 60 kilómetros por hora en una pendiente, “es peor que tu esposa esa silla, en ningún momento se puede perder de vista”, bromea Marco.

Después del accidente y de entrar de lleno al deporte, Marco terminó su preparatoria y actualmente estudia una licenciatura, además de ser conductor de Uber, actividades que ponen más tranquila a su familia.

“Mi familia se sorprende, porque al momento de que me pasó el accidente, por mi nuevo estilo de vida, caí en depresión, caí en no salir para nada de la casa, como que acoplarse es un reto, entonces mi familia pensaba ‘¿qué va a ser de él?’.

“Ahora que mi familia se da cuenta que voy a la escuela, que voy a entrenar, que salgo a trabajar, se siente contenta y más segura de mi”, comentó Marco mientras se viste para salir a entrenar.

Marco le debe esta nueva oportunidad de vida a Martín y a otras personas que se encuentran en su condición.

“Con Martín me he vuelto responsable, más disciplinado, me ha llevado mucho a la cultura del esfuerzo”, señala y agrega que en el ámbito deportivo aún falta mucho apoyo para los atletas, por lo que hace una invitación a las empresas para que les donen equipo.

Martín sabe que en el deporte paralímpico sino eres medallista, eres un fracasado, por eso, sus cuatro paralimpiadas y cinco mundiales quedaron en el olvido y busca que sus pupilos puedan lograr lo que él no hizo.

“Mi mayor alegría, mi mayor gusto, mi mayor sueño sería que uno de ellos lograra hacer lo que yo no pude hacer.

“A lo mejor yo lo logro como entrenador, me gustaría mucho, lo que no pude hacer como atleta, con eso sería feliz, con eso me podría ir ya a la tumba”, señala.

Además de la adversidad de una ciudad que no está hecha para ellos, los atletas paralímpicos tienen que luchar contra la falta de apoyo para seguir practicando el deporte.

Al no ser medallistas paralímpicos, los dos deportistas tienen que comprar sus sillas de ruedas, costear su nutrición especial y pagar sus viajes

Por lo pronto, ya sea sobre sus sillas de carreras o en su medio de trabajo, Martín y Marco siguen rodando con miras a Tokio 2020.

Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil