Héroes entre nosotros
Reporte Indigo presenta los rostros del heroísmo que, aun a costa de sus propias vidas, fueron en la ayuda de las víctimas del terremoto del pasado 7 de septiembre
Indigo StaffLas tragedias que provocan los desastres naturales en México históricamente despiertan sentimientos de unidad y de apoyo hacia los mexicanos afectados por la desgracia. Pasó en 1985, con el sismo que devastó la Ciudad de México, y ocurre ahora con el terremoto que hace una semana golpeó Oaxaca y Chiapas, dos de los estados más pobres del país.
Hasta el momento el terremoto –que ha sido uno de los más fuertes en la historia de México– ha dejado un centenar de muertos, miles de damnificados y millones de pesos en daños materiales.
En medio de la tragedia dejada por el sismo, siempre hay espacio para la solidaridad humana. En Oaxaca brotaron de entre la población decenas, cientos de personas que fueron en la ayuda sin límites para sus hermanos.
Entre los rostros anónimos destaca el de los cientos de efectivos del Ejército mexicano que, más por convicción, se lanzaron a rescatar al pueblo que sumido en los escombros lanzó gritos de ayuda a la autoridad civil local, la que prefirió voltear la mirada hacia otro lado.
La misma situación se ha presentado en Chiapas, donde ha comenzado a llegar la ayuda para los miles de afectados por este sismo en el sur del país.
En la Ciudad de México esos deseos de ayudar al prójimo en desgracia se han visto en los centros de acopio que se han instalado en la capital del país para recibir víveres y medicamentos.
Con el objetivo de asegurar que la ayuda recopilada llegue a su destino y se reparta equitativamente, diversos funcionarios, entre ellos el presidente Enrique Peña Nieto, Jose Antonio Meade, secretario de Hacienda, y Aurelio Nuño, secretario de educación, se dieron a la tarea de recorrer los estados y municipios más afectados.
En un recorrido realizado por Reporte Indigo a través de tres de los principales centros de acopio en la Ciudad de México se constató la unión y la solidaridad que despertó entre los capitalinos para ayudar a los damnificados por este terremoto.
En los tres centros de acopio: Campo Marte, Instituto Nacional de Perinatología y en la casa del Maestro Oaxaqueño se observó una cosa: la fama que tienen los mexicanos de ponerse la camiseta a la hora de ayudar cuando un desastre natural azota.
La ayuda para los damnificados del sismo que llega a los centros de acopio que se han instalado en el país es coordinada por el DIF Nacional, dependencia que preside la primera Dama, Angélica Rivera de Peña, y que dirige Laura Barrera Fortoul.
Seis rostros de valentía
En Oaxaca, en Juchitán, uno de los pueblos con más daños por el sismo, Reporte Indigo documentó decenas de historias de valor y heroísmo en las horas inmediatas al sismo del pasado jueves 7 de septiembre en la zona de Juchitán.
El de estos es el rostro del heroísmo en medio de la desgracia que, aun en las condiciones más extremas y a veces a costa de sus propias vidas, sin esperar nada a cambio, sólo la satisfacción de saberse útil a su comunidad, salva la condición humana y deja un halo de esperanza para seguir creyendo en el hermano dando la mano a su hermano.
Aquí el rostro de seis personas que hicieron resurgir la condición humana de entre los escombros. Aquí la historia breve de los héroes anónimos que hacen volver la confianza en la humanidad.
Ricardo, el poder de uno
Cuando la tierra se comenzó a cimbrar, a Ricardo Alberto Morgan, de 19 años de edad, estudiante de enfermería del Instituto Tecnológico del Istmo, lo primero que se le vino a la mente fue saltar de la cama y ayudar a toda su familia a ponerse a salvo.
Su casa se resquebrajó pero no colapsó totalmente, como la mayoría de las de sus vecinos.
Cuando salió a la calle, totalmente a oscuras, lo movieron los gritos de ayuda que salían de entre los escombros. No lo pensó dos veces: como pudo, aun sintiendo las sacudidas del sismo, se fue en ayuda de sus vecinos.
Con sólo la luz de su teléfono celular entró por un hueco de una casa en escombros, en donde estaban atrapadas cuatro personas.
Él solo pudo sacar a tres personas que estaban sepultadas. La tercera, que finalmente falleció, recibió los primeros auxilios dentro de la vivienda colapsada.
“Tenía hemorragia interna y una pierna fracturada, por lo que con la ayuda de otros vecinos pudimos sacarla aún con vida. Ya era una persona de edad que se pudo haber salvado si los cuerpos de rescate hubieran llegado a tiempo”, dijo.
Los cuerpos de rescate de Ixtaltepec tardaron en llegar más de media hora. La mujer rescatada murió antes de llegar al hospital. Pero en evidencia de su heroísmo, hoy son tres vidas humanas que se salvaron y que hablan de lo que el poder de uno sólo puede lograr. Ricardo no espera reconocimientos, sólo sigue trabajando en su colonia para hacer llegar agua y víveres a los vecinos en edad avanzada que siguen durmiendo en la calle.
Teresa, espíritu que no se cansa
Teresa se mueve como una hormiguita entre los escombros. Desde la media noche en que sucedió el terremoto sólo duerme dos horas en la noche. La despierta la preocupación de saber que sus vecinos tengan lo necesario para subsistir.
Ella se ha autoimpuesto la obligación de suministrar víveres y agua a los vecinos de la colonia Segunda Sección. También es la que insiste ante las sordas autoridades civiles locales para que los lesionados y enfermos tengan asistencia médica.
Recorre, aun con lluvia, las calles de su colonia para registrar las necesidades de los que siguen durmiendo en la calle.
Teresa Jiménez tiene 58 años de edad, es madre soltera de dos hijos y antes del terremoto subsistía vendiendo cena en la plaza principal de Juchitán. En el pueblo la conocen por su buena sazón, pero ahora se le reconoce como la mujer que intenta rescatar del escombro a su vecindario.
Durante la noche del sismo, Teresa, luego de poner a salvo a sus dos hijos, salió a rescatar a la gente que quedó sepultada entre las bardas y techos de sus viviendas. No sabe a cuántos pudo poner a salvo, pero en el barrio, al menos 12 personas, entre ellos tres niños, hablan del heroísmo de esta mujer.
Adriana, el ‘ángel’ del IMSS
Con jornadas de hasta 12 horas de trabajo, la doctora Leydi Adriana Canseco Toledo pone en alto el prestigio del IMSS. Ella forma parte de la brigada de más de 100 médicos que la dependencia destinó a la zona de Juchitán para la atención médica inmediata de los afectados por el sismo.
Apenas se toma tiempo para descansar; la preocupación de la salud de los niños en el albergue del Tecnológico no la deja en paz. Por eso aprovecha sus horas de comida y descanso para realizar recorridos permanentes y vigilar que ninguno de los más de 600 pobladores albergados carezca de acceso a los servicios médicos.
Le preocupa el índice de afectaciones diarreicas en menores y adultos mayores. No se da abasto para atender otras consultas.
Vigila de cerca a las mujeres que en cada réplica del sismo vuelven a las crisis nerviosas; hace también la labor de psicóloga al intentar convencer sobre la seguridad del albergue, y que el sismo ya pasó.
En este albergue están desplegadas tres unidades médicas móviles, pero la doctora Canseco no espera a que los damnificados acudan hasta allí en busca de atención. Ella recorre a todas horas del día las instalaciones, preguntando uno por uno si todo está bien. Algunos vecinos ya la han calificado como “un ángel con bata”.
Alfonso, diálogo con los presos
El sismo lo sacudió todo. Hubo pánico entre los presos. La guardia de esa noche no sabía qué hacer, pero fue el encargado del penal de Juchitán, Alfonso Hernández Sánchez, el que con una calma poco inusual en esos casos, comenzó a hablar con los 161 internos. Evitó un motín y una inminente fuga en esas inmejorables condiciones de confusión.
No hubo ninguna alteración al orden dentro de las instalaciones de la cárcel estatal de Juchitán, pese a que por más de 72 horas no se contó con los servicios de electricidad y agua potable, los que afectaron el funcionamiento de la cocina. El suministro de alimentos lo logró Hernández Sánchez tomando decisiones propias: con sus recursos mandó traer comida desde Tehuantepec, para que los internos no pasaran hambre.
También con sus propios recursos ha dotado de servicios médicos y psicológicos para toda la población interna; dispuso de una línea telefónica emergente para que todos los presos puedan estar en contacto con sus familias y con ello ayudar a la tranquilidad de la población penitenciaria, la que no se ha trastocado.
Las instalaciones del penal no sufrieron daños de consideración. Sólo una de las bardas perimetrales registró cuarteaduras. Pero aun así el encargado de la seguridad del lugar ha reforzado la vigilancia, sobre todo, ha dado confianza a los internos para seguir soportando las réplicas del terremoto haciendo constantes ejercicios de concentración en el patio, viendo por la seguridad de los presos.
Jesús, el del Calvario
Ante la tardanza de la autoridad civil para responder a las necesidades de ayuda de los damnificados en el Barrio del Calvario, Jesús Muñoz no se quedó de brazos cruzados: comenzó a recorrer las calles para sacar a la gente de entre los escombros. Integró entre los vecinos una brigada de ayuda a través de la que ha venido dando víveres a los que se quedaron con nada.
Él solo instaló su propio albergue. En dos canchas de básquetbol instaló una carpa y allí dio cobijo a más de 300 personas. Personalmente ha ido a tocar las puertas de las dependencias estatales a la ciudad de Oaxaca para obtener medicamentos, agua ropa, cobijas y comida para los que perdieron su vivienda.
No persigue ningún fin, sólo que la gente más afectada tenga un espacio digno en donde seguir a la espera de que el gobierno anuncie un programa de reconstrucción de viviendas. Sabe que eso no será pronto, por eso se ha mentalizado y convencido de que ese albergue de El Calvario tendrá que estar operando por al menos dos años.
Mientras, con un grupo de hombres, Jesús realiza recorridos por toda la colonia a fin de desalentar a las pandillas de rapiña que intentan saquear las pocas viviendas que han quedado en pie, pero que son inhabitables.
“Aquí vamos a esperar hasta que la autoridad reaccione, no tenemos otra opción más que la de echarnos la mano unos a otros”, dijo.
Ejército de anónimos
De todas las corporaciones que el Gobierno federal destinó a la ayuda de los damnificados en Juchitán, la del Ejército es la que se ha distinguido por su prontitud en la respuesta a la población.
A solo dos horas de sucedido el sismo, las fuerzas federales ya se habían hecho presentes en esta localidad, siendo la única instancia federal que pudo rescatar a personas de entre los escombros.
No hay nombres a distinguir. Acaso rangos. Son disciplinados.
“Lo que hace uno, lo hace todo el ejército”, dijo un capitán que está al frente de la compañía que brinda seguridad y alimenta a todos los que se encuentran en el albergue temporal del Tecnológico.
“Aun cuando esta es la tarea asignada, yo le aseguro que la mayoría de los elementos están ayudando por convicción”, asegura.
El Ejército ha desplegado más de 600 elementos a la zona de desastre en Juchitán. No proporcionan estadísticas de las labores que realizan, pero hay brigadas médicas, de seguridad, de suministro de alimentos y de búsqueda y rescate de personas desaparecidas. Los binomios de hombres y perros entrenados siguen buscando víctimas entre los escombros.
“Hay elementos que llevan 48 horas sin dormir. Es gente que no quiere descasar hasta que terminan de hurgar en los escombros. Otros no quieren dejar de seguir repartiendo la ayuda a la gente, y estos, los que dan de comer a los (damnificados) del albergue, están llevando los alimentos hasta donde está la gente que no puede caminar”, dijo a Reporte Indigo, un capitán de apellido Pérez.
Este, aunque colectivo y de anónimos, también es uno de los rostros humanos que se alzan dentro de la tragedia del sismo. Un rostro que cobra mayor relevancia por la forma grupal y desmedida en que brindan el apoyo a la sociedad, la misma sociedad que se ha quedado huérfana de la autoridad civil.
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