En general, los nuevos narcotraficantes mexicanos no son de esos a los que les guste manejar lo que llaman “bajo perfil”.
Ellos quieren que todo el mundo sepa que tienen mucho dinero. Que viajan. Que las pueden de todas, todas….
Se compran autos tan lujosos que rayan en lo ridículo. Abren sus páginas personales en redes sociales y las alimentan con fotografías que muestran, sin pudor alguno, todos sus excesos. Van a Mundiales de Futbol a Juegos Olímpicos y a funciones de box.
Guillermo Valdés, extitular del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), dijo al diario español El País que Joaquín Guzmán, Ismael Zambada y otros capos de la vieja guardia han sido terriblemente discretos.
Pero los nuevos no. A ellos les gusta hacerse notar.
“El que tengas esta prepotencia y la necesidad de presumir de coches y armas obedece a la necesidad de transmitir poder. A la sociedad y a los cárteles enemigos. Son fotos de un desplante y una arrogancia que quizá corresponda a una mentalidad cortoplacista”, declaró al diario español.
Disfrutan de la atención pública, aunque ese derroche de alarde les cueste la libertad.
La noche del lunes, la policía brasileña arrestó al mexicano José Díaz Barajas, de 49 años.
A pesar de que su nombre está en un listado de buscados por la Interpol, el hombre se disponía –sombrero y todo- a acudir a Fortaleza para apoyar a su selección en el juego ante Brasil en la Copa del Mundo.
Díaz Barajas era buscado por narcotráfico, tanto en México como en Estados Unidos, y tiene una orden de aprehensión por tráfico de metanfetaminas.
“Barajas era uno de los narcotraficantes más buscados en Estados Unidos”, dijo Luiz Cravo Dorea, jefe de cooperación internacional de la Policía Federal. “Él permanecerá encarcelado en Río hasta su extradición a los Estados Unidos”.
Esta no es la primera vez que un prófugo mexicano es detenido durante una justa deportiva.
En el verano del 2000, Gracielo Gardea Carrasco lucía su enorme sombrero de paja con los colores verde, blanco y rojo. Estaba feliz durante los Juegos Olímpicos de Sydney, Australia. Echaba porras y ondeaba la bandera nacional. Por supuesto, estaba viendo el juego de futbol.
En México, seis de cada 10 personas se declaran aficionados a este deporte.
Hasta ahí todo bien, teniendo en cuenta que la afición mexicana es considerada por muchos la mejor del mundo.
Sin embargo, Gracielo no era un aficionado común. Gracielo era integrante de la banda de los “Los Tres de la Sierra”, estaba acusado de introducir y distribuir en Estados Unidos más de 60 mil kilos de mariguana y había asesinado a varias personas.
Su entusiasmo llamó la atención de la DEA, quien vio en el aficionado a uno de los hombres más buscados en ese entonces. Fue detenido junto con los líderes de la banda, Francisco Ríos Valderrama y Armando García Quiroz.
En diciembre del 2013, Jorge Marín González diversificó.
“El Comandante Marín”, líder de la narcocélula Cártel del Golfo fue capturado mientras disfrutaba de una función de la UFC en Cancún.
El peligroso sicario traía consigo 30 dosis de cocaína.
Aunque claro, también entre los narcotraficantes hay niveles. Unos meses antes de la captura de Marín González, Francisco Rafael Arellano Félix y José Rodrigo Aréchiga Gamboa estuvieron en Cabo San Lucas. Vieron juntos la pelea de box entre Omar Chávez y Joachim Alcine.
El integrante del Cártel Arellano Félix y el joven operador del Cártel de Sinaloa convivieron por más de una hora con los boxeadores y personajes de la política local. Pero nadie, ninguna autoridad, los reconoció.
Dos días después, Arellano Félix fue asesinado en medio de una fiesta infantil por un individuo disfrazado de payaso. Recibió 5 disparos. Versiones extraoficiales sugirieron que fue “El Chino Ántrax” quien lo mandó matar.
Aréchiga Gamboa fue detenido unos meses después, el 30 de diciembre de 2013, en el Aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol.