Frontera mortal
La línea fronteriza entre México y Estados Unidos se ha convertido en un cinturón de muerte que ha cobrado la vida de más de 11 mil personas en 23 años.
La situación podría empeorar a partir de este viernes, con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
El hoy todavía presidente electo ha prometido no solo construir un muro a lo largo de toda la frontera con México, sino reforzar la vigilancia sobre la línea con el aumento de agentes de la Patrulla Fronteriza, el sobrevuelo de drones las 24 horas del día y la colocación de sensores en puntos remotos.
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La línea fronteriza entre México y Estados Unidos se ha convertido en un cinturón de muerte que ha cobrado la vida de más de 11 mil personas en 23 años.
La situación podría empeorar a partir de este viernes, con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
El hoy todavía presidente electo ha prometido no solo construir un muro a lo largo de toda la frontera con México, sino reforzar la vigilancia sobre la línea con el aumento de agentes de la Patrulla Fronteriza, el sobrevuelo de drones las 24 horas del día y la colocación de sensores en puntos remotos.
La puesta en marcha de estas medidas podría multiplicar las muertes en el corto plazo.
Al tener menos alternativas para cruzar hacia Estados Unidos, los migrantes buscarán lugares más inhóspitos y peligrosos para poder hacer la travesía; por ende, los riesgos se multiplicarán.
No se trata solo de los peligros impuestos por la naturaleza. El endurecimiento de las políticas contra los migrantes indocumentados tendrá repercusiones también en la tarea de la Patrulla Fronteriza.
Aun antes de la llegada de Donald Trump, las acciones de la Patrulla Fronteriza (Border Patrol, por su nombre en inglés) han provocado la desaparición y muerte de personas en la zona fronteriza.
Un reporte de la Coalición de Derechos Humanos y de la organización No Más Muertes, ambas con base en Tucson, Arizona, revela que los agentes fronterizos despliegan métodos de aprehensión y persecución que hacen que los migrantes se pierdan o fallezcan en el desierto.
Prácticas como hacer descender un helicóptero sobre los grupos de migrantes, perseguirlos en vehículos todoterreno o buscarlos con perros, son algunas prácticas que “La Migra” aplica sobre los migrantes.
“Este informe no solo da las historias y acontecimientos de tantas personas que se entrevistaron, de personas necesitadas en el desierto o los familiares, sino de cómo la Patrulla Fronteriza realmente (…) utiliza políticas que aumentan el riesgo de muerte y separación”, expuso Isabel García, quien preside la Coalición.
Durante más de tres décadas, García ha encabezado un esfuerzo por defender los derechos de los migrantes.
La Coalición y No Más Muertes forman parte de un grupo de organizaciones que desde hace años buscan a migrantes desaparecidos en el desierto. Se calcula que desde los 90 hasta hoy, se han encontrado los restos de más de 6 mil personas.
Tan solo en el condado de Pima, Arizona, donde se encuentra uno de los principales pasos de migrantes, se han recuperado los restos de 3 mil 52 personas entre el año 2000 y el 2015.
Ahora, la Coalición lleva la defensa de los derechos de los migrantes; el grupo No Más Muertes se dedica a buscar restos en el desierto; y el Centro Colibrí realiza análisis forenses y recopila ADN de personas que tengan familiares que hayan desaparecido en el desierto.
En su oficina, Isabel guarda cruces blancas con el nombre de quienes han perdido la vida en el desierto.
Su intención es que no se olvide a quienes perdieron la vida en un intento por mejorar su vida y la de sus familias, aunque a veces acaben cruzando la frontera de la muerte.
Perseguir y dispersar
Es la noche del 6 de marzo del 2015 y José Cesario Aguilar cruza el desierto del sur de Arizona con dos sobrinos y un guía. Llevan varios días en el cruce y, de día, se ocultan en cavernas para evitar ser vistos por la Patrulla Fronteriza.
Esta noche, la suerte no está de su lado. Un grupo de agentes los ve y, con dispositivos que les ayudan a ver en la oscuridad, comienzan a perseguirlos.
Desafiando el negro total de la noche en el desierto, los migrantes corren. No quieren ser detenidos ni lastimados por los agentes. Al contrario de los policías, ellos no ven nada, no saben lo que pisan, no adivinan lo que tienen enfrente.
Cada quien corre por donde puede. Los sobrinos de José se van juntos y finalmente son detenidos por los agentes. El silencio se rompe cuando, a lo lejos, escuchan un grito. José Cesario cae de un risco que no ve en la negra noche del desierto. Ahí, encontró la muerte.
El relato, asentado en el informe “Métodos Mortales de Aprehensión. Las consecuencias de Perseguir y Dispersar en la Tierra Salvaje”, realizado por la Coalición de Derechos Humanos y No Más Muertes, revela que las estrategias usadas por la Patrulla Fronteriza han causado desaparición y muerte de miles de migrantes.
Para el informe, las organizaciones entrevistaron a decenas de personas que vivieron en carne propia una persecución en el desierto; y a familiares de quienes fallecieron en la travesía.
Aunque no hay un número exacto sobre las personas que han perecido en el desierto, las cifras disponibles son estremecedoras. Hay quien habla de 11 mil muertos en ambos lados de la frontera; otros de 9 mil o 6 mil.
El informe señala que además de los riesgos que corren las personas por las condiciones del ambiente en sí mismas –un desierto inhóspito, un río profundo o una zona de cerrados matorrales-, los métodos que usan los agentes fronterizos para capturar a quienes intentan cruzar provocan que los migrantes se lastimen, se pierdan, mueran por algún accidente o sean asesinados.
Previenen con el desánimo
Desde 1994, como parte del Operativo Guardián – que incluyó la construcción de más de mil kilómetros de muro fronterizo, en algunas zonas-, también se instrumentó el plan “Prevenir a través de la disuasión” –Prevence Through Deterrence, en inglés- con el que se sacó a los migrantes de las zonas urbanas y se les envió a terrenos muy difíciles para el cruce.
El plan también contempla que la Patrulla Fronteriza aplique métodos duros contra los migrantes para capturarlos y “poner el ejemplo” para evitar que otros sigan ese camino.
Así, los agentes de la Patrulla Fronteriza tienen la tarea de aprehender a los migrantes incluso en terrenos remotos. Una vez que son alertados sobre la presencia de un grupo de personas, estos policías intentan interceptarlos y detenerlos, utilizando diversos métodos.
“Este intento de detención suele venir acompañado de una persecución. Con frecuencia se emplean helicópteros, camionetas, cuatrimotos, caballos y perros. Los agentes de la Patrulla Fronteriza persiguen a los migrantes a altas velocidades, a través del desierto”, explica el informe.
La persecución no solo tiene consecuencias como las heridas por caídas o golpes. Los agentes ocasionan también que los grupos de migrantes, donde a veces viajan varios miembros de una familia, incluyendo niños, se dispersen y se pierdan en el desierto.
El desierto que conecta a la región mexicana –Baja California y Sonora- con Estados Unidos –California, Nuevo México y Arizona- es considerado el segundo más hostil después del Sahara.
Levantan nubes de polvo
Una de las estrategias más recurridas por la Patrulla Fronteriza es dispersar a los grupos de migrantes mediante el uso de helicópteros.
“Julia llevaba un día y medio de camino en el desierto, cuando un helicóptero comenzó a volar en círculos sobre el grupo. Después de dar algunas vueltas, el helicóptero se enfiló directamente hacia ellos. Los migrantes se tiraron al suelo; aparecieron entonces agentes por tierra.
“Todos comenzaron a correr. El grupo se dividió en dos. Julia no supo hacia dónde corrió su guía o qué pasó con la otra mitad del grupo –todos habían tirado la comida y el agua que traían, para poder correr-. Después de eso, ella vagó perdida por varios días en el desierto”, narra el documento.
La Coalición por los Derechos Humanos calcula que casi el 40 por ciento de los migrantes que pasan por el desierto han sido acosados por helicópteros, cuya misión es dispersarlos, acorralarlos hacia ciertas zonas y crear nubes de arena –bajando muy cerca del terreno, a tres metros del suelo- para cegar a los migrantes e imposibilitar que puedan moverse.
“Los helicópteros que hacen los ‘dustings’ (levantar nubes de polvo), te separan como grupo y es algo increíblemente traumático, porque un helicóptero desciende cerca de ti; y todo mundo pierde a otras personas”, explica Isabel García.
Al dispersarse el grupo, es más probable que algunos migrantes sean detenidos; otros, que pierdan el sentido de orientación y anden en el desierto sin rumbo fijo por varios días, hasta encontrar alguna ayuda; o que otros mueran, pues al tirar la comida y el agua que llevaban, quedan a merced de la naturaleza.
“Puede ser una experiencia traumática ser perseguido por un helicóptero o por agentes armados en caballos o en cuatrimotos en el remoto desierto. Voluntarios de la organización No más
Muertes reportan haber hablado con migrantes que han pasado delante de huesos y cadáveres y hablan del temor constante por el paisaje: serpientes de cascabel, coyotes.
“Algunos hablan de decisiones inquietantes: dejar a alguien atrás porque ya no podía caminar, o tratar de regresar a donde los habían dejado, pero ya no encontrar a nadie. Otros hablan del aislamiento como el enemigo más grande: la perspectiva de enfrentarse solo al desierto”, dice el informe.
Además de estas prácticas, la Patrulla Fronteriza también persigue a los migrantes con camionetas todoterreno –con las que han causado atropellamientos-; con brigadas de perros –que en ocasiones los muerden-; o a caballo –con los que son atacados-.
Incluso, asienta el reporte, los agentes fronterizos hacen uso desmedido de fuerza, por lo que han sido señalados por diversas organizaciones.
Desde 2010, se sabe que 48 personas han sido asesinadas directamente por agentes de la Patrulla Fronteriza. De ellos, 24 fueron asesinados durante una persecución.
En las oficinas de la Coalición de Derechos Humanos, Isabel García tiene un altar dedicado a quienes murieron a manos de un agente fronterizo, en un intento por reclamar que se haga justicia porque casi siempre estos casos quedan en la impunidad.
El peligro del muro total
Más de 20 cajas de plástico apiladas en la Coalición de Derechos Humanos, en Tucson, Arizona, hablan más de la tragedia que cualquier testimonio.
Todas están llenas de cruces blancas. En cada cruz, el nombre de alguna persona fallecida en su intento de cruzar a Estados Unidos. Si no hay un nombre porque no hay un cuerpo identificado, un número o la palabra “Desconocido” hacen las veces de memorial.
“Es una crisis lo que estamos viviendo. (La frontera) es un cinturón de muerte”, lamenta Isabel García, quien preside la Coalición, fundada en 1993 y quien lleva años haciendo y guardando las cruces en memoria de los muertos de la frontera.
Con una labor de más de 30 años en la defensa de los derechos de los migrantes, García fue merecedora del Premio Nacional de Derechos Humanos, de México, en el 2006.
Impulsada por su organización, en el 2004 se conformó No Más Muertes, grupo civil que busca restos de migrantes en el desierto de Arizona.
Más recientemente, en el 2013, nació el Centro Colibrí, un grupo de expertos forenses dedicado a la identificación de los restos encontrados en el desierto a través de ADN de personas que han reportado tener un familiar desaparecido.
Juntas, las tres organizaciones trabajan en el proyecto “Encontrar a los Desaparecidos”, que busca acabar con la crisis de muerte que se vive en esa parte de la frontera.
“Hemos visto que la gente desaparece en el desierto. Cómo es posible que nosotros tengamos políticas que permitan que familias enteras en México o en otros países, jamás tengan una palabra, razón de sus seres queridos. Imagínese cómo se vive eso, multiplicado por miles. En Arizona, nada más, de 3 mil personas se han encontrado restos.
“Entre más militarizamos y más (ponemos) barda, es más probable que no vayamos a encontrar ni restos. De por sí, más de la mitad de ellos son desconocidos, porque no queda cómo identificarlos”, afirmó García.
La activista culpa al muro, construido durante la administración de Bill Clinton, de las miles de muertes ocurridas en la frontera.
La promesa de Donald Trump de construir un muro total, o de reforzar la vigilancia y la militarización de toda la línea fronteriza, no solo hará más difícil el cruce, sino potenciará las muertes.
Esto ocurrirá, advierte García, aunque no se construya en su totalidad el muro fronterizo.
“(Sería una tragedia) Aun 100 millas más de muro que construya, para que pueda convencer a su base racista que lo eligió a base de su promesa de construir una barda. Si construye un poco de barda y le da dinero a las corporaciones que están aquí, usando cualquier cámara o tecnología, con eso será suficiente para ellos.
“La migración generalmente no traía muerte. La gente se cruzaba por el mismo agujero, el hoyo en la cerca, en Nogales. La gente venía y salía; venía y seguía todas las cosechas, por California, Washington, Oregon y regresaban con su dinero. La gente siempre ha cruzado; pero fue la política concreta de Clinton, de cerrar la frontera, de sellarla, lo que trajo esas consecuencias”, acusó.
Al construir más muro, los migrantes se verán obligados a pasar por terrenos aún más inhóspitos –como ocurrió a partir de 1994- y morirán con más frecuencia tanto por la inclemencia del desierto como por el maltrato de las agencias encargadas de vigilar la frontera.
“Entre más seguridad hay más inseguridad; hay más muerte”, sentenció García.
A pesar de que muchos consideran que en la frontera de México y Estados Unidos se vive una crisis humanitaria, lo cierto es que la muerte de migrantes ya es parte de la realidad “normal” que se vive en ese sitio.
El hallazgo de migrantes muertos ya no es noticia ni causa de preocupación en la frontera de México y Estados Unidos, lo que provoca que la tragedia que viven miles de personas todos los días pase desapercibida para la mayoría de las personas.