El fin de una era

América Latina no tiene presidentas desde marzo. Pero las últimas cuatro jefas de Estado impulsaron políticas para que las mujeres puedan acceder a sus derechos con mayor facilidad
Mariana Recamier Mariana Recamier Publicado el
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En la actualidad América Latina no cuenta con mujeres que gobiernen sus países, pero no siempre fue así.

La región tuvo cuatro presidentas en 2014. Laura Chinchilla en Costa Rica, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil y Bachelet en Chile. Sin embargo desde que Bachelet dejó su cargo, las mujeres soltaron el timón de Latinoamérica y lo retomaron los hombres.

Las mujeres ya no son las lideresas de los países latinoamericanos porque fueron juzgadas con más severidad por razones de género. Las presidentas recibieron peores críticas y castigos que los hombres que estuvieron a cargo de la misma región del mundo. 

“Cuando hay problemas políticos, las líderes han sido analizadas en algunos momentos con sesgos de género. Se han cuestionado cosas que en el caso de los hombres no se cuestionan”
Belén Sanz LuqueRepresentante de ONU Mujeres en México

La expresidenta de Chile fue una de las mujeres que perdió mucha popularidad cuando se hicieron públicos sus errores.

Los chilenos dejaron de creer en ella después de que surgieran rumores sobre supuestas actividades ilícitas de su hijo y su nuera que generaban ganancias en el sector inmobiliario. En el sentido contrario, el actual presidente chileno Sebastián Piñera no se vio afectado cuando presuntamente falsificó facturas para financiar de manera ilícita una campaña.

El caso más dramático de este trato desigual fue el de Rousseff, quien fue destituida en 2016 y fue expulsada de su cargo sin pruebas por   enriquecimiento personal y después sometida a un juicio por prácticas contables que por mucho tiempo se habían considerado normales en Brasil.

En el mismo sentido, Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica, declaró en el artículo publicado en The New York Times ‘Las mujeres volveremos a gobernar en América Latina’ que su mandato fue considerado malo sólo porque es mujer. 

En defensa del género

Las presidentas de América Latina tienen mala imagen, pero las políticas que desarrollaron para ofrecer mejores oportunidades a las mujeres hablan a su favor.

Bachelet es un buen ejemplo porque durante su segundo mandato creó el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género e impulsó una reforma electoral que establece que por lo menos el 40 por ciento de los candidatos a cargos públicos tienen que ser mujeres.

La realidad de las argentinas también cambió a partir del mandato de Fernández de Kirchner. Durante su gestión introdujo la figura penal del feminicidio en Argentina. Por otra parte, con Rousseff se logró que la misma cantidad de niños y niñas pudieron acceder a la educación primaria, secundaria y terciaria, es decir, hizo posible la igualdad de acceso a la educación.

La presidenta de Costa Rica creó un programa de corresponsabilidad por parte del Estado en el cuidado de los niños y adultos mayores y la implementación de medidas que permitieron que la tasa de feminicidios disminuyera un 70 por ciento.

“El que las mujeres estén en el poder sí contribuye a que se incluyan perspectivas que antes no se habían planteado como las brechas salariales, las necesidades de sistemas de cuidados o temas relacionados con la violencia”, explicó la representante de ONU Mujeres en México.

¿Por qué no hay mujeres presidentas en América Latina?

Sanz Luque dijo que ONU Mujeres identificó que hay algunos elementos en común entre México y toda América Latina que provocan que no hayan más políticas.

La representante afirmó que un punto que comparten muchos países latinoamericanos es que las mujeres no tienen acceso a los cargos importantes dentro de los partidos. Esto provoca que no sean elegidas como candidatas durante las elecciones. México es un ejemplo porque el liderazgo de mujeres en los grupos políticos no alcanza ni el 25 por ciento.

Otro impedimento para que las mujeres se conviertan en presidentas es que dedican el triple del tiempo que los hombres a tareas como el cuidado de los niños, adultos mayores y personas enfermas. Lo que provoca que disminuya la participación de las mujeres en la política, dijo Sanz Luque.

La representante agregó que otra barrera son los estereotipos de género negativos. Este tipo de prejuicios hacen que exista la idea de que una mujer “no puede ser buena política o que no tiene la capacidad para liderar un país”.

En muchos países de Latinoamérica la resistencia a la participación de las mujeres en la política se expresa con violencia física

Estos estigmas y un pensamiento sexista son difundidos por los medios de comunicación. Diarios, noticieros y programas de radio asocian a las mujeres con temas domésticos más que laborales y pocas veces se les relaciona con las cualidades necesarias para dedicarse a la política.

De las noticias analizadas sobre política en América Latina, el 90 por ciento reforzó estos estereotipos de género, de acuerdo al portal Who makes the news? muchas veces, la notoriedad de las mujeres en la política se reduce a la ropa que usan, su familia o sus parejas. Tal es el caso de Bachelet, a quien le preguntaban de forma insistente sobre su vida sentimental.

Las mujeres tampoco deciden competir para las presidencias de América Latina porque sufren violencia cuando lo intentan. El estudio ‘Violence against Women in Politics in Colombia’ reveló que casi una cuarta parte de las funcionarias electas en Colombia sentían que sus voces no eran tomadas en cuenta, sus partidos les negaban recursos y el 40 por ciento de las alcaldesas reportaron algún tipo de tratamiento sexista.

En algunos casos, la resistencia a la participación de las mujeres en la política se expresa con violencia física. Desde hace tiempo, los partidos tergiversan las cuotas pidiendo a las mujeres que renuncien después de ganar la elección. Juana Quispe, una concejala de Bolivia, murió a consecuencia de una golpiza que recibió por negarse a renunciar.

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