Por meses fue invisible. El único vestigio de su existencia fueron las notas periodísticas que se publicaron cuando su cuerpo fue encontrado y la voz insistente de una activista que no descansó hasta saber quién era.
Su nombre era Lupita y tenía 4 años. Nunca fue registrada. Fue golpeada y agredida sexualmente antes de ser asesinada y arrojada al Bordo de Xochiaca en Nezahualcóyotl, Estado de México, el 18 de marzo del 2017.
Sin identificarla ni hacer una ficha para su búsqueda, las autoridades del Estado de México sepultaron su cuerpo. Frida Guerrera, activista que visibiliza los casos de feminicidios en el país, supo de su hallazgo e hizo un retrato hablado con la información y las fotografías que tenía: se le llamó la “niña de las calcetitas rojas”, porque tenía esas prendas cuando la hallaron.
A finales de año, Marina Concepción, una de sus tías la reconoció por una de las fichas de Frida. Ella había perdido contacto con la madre de la menor y desconocía qué había sido de ella hasta que vio la información a través de un mensaje de WhatsApp que recibió.
Cuando fue al Palacio Municipal de Nezahualcóyotl y más tarde a la Fiscalía Mexiquense para pedir más datos sobre la menor, le dijeron que el caso ya había sido cerrado y los familiares identificados. El trato que recibió, dice, fue humillante.
“Tengo muchos recuerdos de ella y sí, duele mucho. No hay palabras para describir lo que siento a partir de lo que pasó con la niña”, dice.
“Ella fue golpeada, fue violada, fue muy maltratada, la golpearon muy feo, la mataron a golpes”, relata.
Marina recurrió a Frida y con su apoyo verificó que se trataba de su sobrina. Luego de eso fue posible localizar a la madre de Lupita y a su padrastro, quienes fueron detenidos y vinculados a proceso por el delito de feminicidio. El caso continúa en proceso.
La historia de Lupita no es única, refleja una situación alarmante que va al alza: el feminicidio infantil, que es el asesinato de niñas menores de 14 años por razones de género.
Tres de los casos más conocidos y recientes son el de Valeria (11 años), en el Estado de México; el de Ana Lizbeth (8 años), en Nuevo León; y el de San Juana (9 años), en Zacatecas; así como en los de decenas de pequeñas más que han quedado en el anonimato.
En los tres feminicidios mencionados las niñas fueron raptadas, agredidas sexualmente y finalmente asesinadas por hombres que abandonaron sus cuerpos en unidades del transporte público, en lotes baldíos y en casas deshabitadas entre junio de 2017 y julio de 2018.
Delito en aumento
Pese a la grave situación, este delito aumenta ante los ojos de la autoridad y parece no alarmarla. El documento “Información Delictiva y de emergencias con perspectiva de género”, del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), registra un incremento constante desde el 2015.
Mientras que ese año las cifras oficiales reportaron 45 averiguaciones de feminicidios en edades de 0 a 17 años; en el 2016 los números ascendieron a 53; y en 2017 fueron 61. Es decir, entre el 2015 y el 2017 hubo un incremento del 36 por ciento. Y este 2018 se observa que la tendencia al alza seguirá igual, pues durante el primer semestre del 2018 se reportaron 38 casos.
Sin embargo, los números de la Secretaría de Gobierno se quedan cortos comparados con los que organizaciones civiles han registrado de estos crímenes. La activista Frida Guerrera contabilizó 67 feminicidios de niñas de 14 años o menos en 2016, 114 en 2017 y en este 2018 lleva un registro de 50 casos.
Guerrera, quien da seguimiento a casos de feminicidio en todo el país, indica que la mayoría de los agresores son padrastros, familiares cercanos, vecinos o conocidos que las están cazando y las asesinan de manera brutal.
“Y no descartamos también, porque se han dado sentencias por feminicidio en diversas partes del país, de madres que han cometido este atroz crimen contra sus chiquitas porque quieren comer, porque lloran o ante la vulnerabilidad también que representa el circulo con esta mujer”, añade.
Sin embargo, no existe un perfil específico de los agresores, sino que en México puede ser cualquiera, explica Yuritzi Hernández de la Rosa, coordinadora del Observatorio Ciudadano en contra de la Violencia de Género, Desaparición y Feminicidio en el Estado de México (Mexfem).
La Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) reporta que cada día son asesinados 3.6 niños y niñas y adolescentes en el país, y desaparecidos 4, y acusa que en el caso específico de los feminicidios infantiles una de las razones de su incremento es que las autoridades no lo reconocen y por ello no lo tipifican como tal.
Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de Redim, señala que mientras la violencia de género se ha incrementado, la edad de las víctimas disminuye.
La impunidad es la principal razón por la que se cometen estos crímenes, dice.
El director explica que una de las formas para proteger a las menores es haciéndolas partícipes de lo que está sucediendo y no escondiéndolas; también incorporando a niños y adolescentes para que sean aliados y las protejan de la violencia machista y, aunque parezca algo obvio, combatir la impunidad, pues es un estimulante para los feminicidas.
Impunidad, el principal estímulo
En México, las niñas y adolescentes son desechadas como envolturas de caramelos después de comerse.
Así describe la activista Frida Guerrera la forma en la que cualquier persona puede tratar a una menor después de utilizar su cuerpo como objeto sexual.
Según el Índice Global de Impunidad 2018, en México el 99 por ciento de los delitos en general quedan sin castigo.
“El feminicidio infantil está creciendo en el país y si no volteamos a verlo, tan difícilmente vamos a hacer algo, si el feminicidio en sí es un tema invisible, el feminicidio infantil nos cuesta un poquito más”, alerta Frida.
“Sí debemos de tener claro que es el asesinato de una niña hasta los 14 años cometido por un hombre en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder que se le otorgue. La situación obviamente del adulto sobre la minoría de las chiquitas es lo que agrava el tema”, agrega.
La violencia contra las niñas debe de atenderse de manera urgente y específica, pues de no hacerlo puede agravarse todavía más, como lo que ocurrió en Chihuahua, cuando empezaron a registrarse los primeros feminicidios de mujeres en Ciudad Juárez desde enero de 1993, y ahora es una problemática grave
“Necesitamos de parte de las autoridades investigación real de los casos para identificar al responsable, que de otra manera esta impunidad lo único que hace es alimentar nuevamente los hechos y por eso es tan urgente”, explica Juan Martín Pérez García, de Redim.
“Porque en este mar de dramas que tiene el país, el que maten a alguna niña o mujer adolescente termina siendo como una nota más del día y no se está revelando la gravedad y la obligación que tiene de proteger a las personas menores de 18 años de edad”, agrega.
“Además, los feminicidas no discriminan condición económica ni social, cualquier niña o adolescente de cualquier parte del país puede ser víctima, no hay un perfil específico y este tipo de crímenes laceran a toda la sociedad”, advierte Yuritzi Hernández, coordinadora de Mexfem.
“Hay una crisis porque no hay consecuencias a lo que está sucediendo y la impunidad está a todo lo que da, todo mundo puede asesinar sin que pase algo absolutamente, los perfiles de los agresores señalan que pueden asesinar y no pasa nada (…) Hay que acabar con la impunidad que es el caldo de cultivo que nos está diciendo que cualquiera pueda asesinar a niñas y mujeres”, añade.
¿Emergencia sin solución?
Reconocer el peligro al que se enfrentan las niñas y adolescentes por el incremento de la violencia de género no significa que se tengan que esconder o resguardar, sino es una oportunidad para hacer frente al problema.
Juan Pérez García, Redim, explica que el contexto estructural bajo el cual se dan los feminicidios es la violencia machista, es decir, el tener una cultura donde se ve normal controlar a las niñas y a las mujeres, así como los altos niveles de violencia en todo el país y la impunidad.
El director ejecutivo de Redim propone varios puntos. Primero reconocer el feminicidio como tal y tipificarlo de forma correcta, instrumentar investigaciones reales de cada caso por parte de las autoridades en la que los responsables paguen por los delitos, y que el movimiento feminista reconozca a las niñas y adolescentes como parte de su agenda, ya que no siempre ocurre así.
Además, involucrar a las niñas y adolescentes en lo que está sucediendo y debatir con ellas sobre cuáles serían las mejores formas de protegerlas, y no esconderlas o resguardarlas. También trabajar con niños y adolescentes para que se conviertan en aliados de esta causa y en contra de la violencia machista, ya que todo empieza en la infancia, según el especialista.