El movimiento de la diversidad corporal Fat Activism pretende terminar con las generalizaciones médicas que pueden denotar gordofobia.
Para curar un dolor de cabeza, que era causado por un malestar en la muela, un médico le sugirió hacer una dieta a la argentina Cecilia Weller.
“Lo que fue más espantoso fue hacerme los análisis, que me los dieran todos bien y que el doctor no creía en la veracidad de mis estudios, en que yo estaba en perfecto estado de salud, me los quería repetir”, lamenta.
Por ello, la primera batalla del Fat activism es despatologizar la gordura, pues no es una enfermedad. Hay que terminar con la idea de que no puede haber gente gorda en condiciones sanas o de que las personas delgadas no se enferman.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define al sobrepeso y a la obesidad como una acumulación de grasa que supone un riesgo para la salud.
Para este organismo internacional, este factor es cualquier rasgo, característica o exposición que aumente la probabilidad de sufrir una enfermedad, como la insalubridad del agua o el humo de combustibles.
“No sólo nos quieren hacer creer que no somos bellas físicamente, también nos llaman enfermas por no aceptar que existen diferentes tipos de cuerpos”, reclama Kelly Ramírez, presidenta de la asociación civil Igualdad Sustantiva.
De acuerdo con la OMS, la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedades. La aceptación del cuerpo tiene un papel importante.
“Dijeron ‘los gordos no pueden ser felices’ y mi venganza frente a eso es serlo. Le doy mucha importancia a mi familia, tengo mi prometido, me voy a casar dentro de poco, pensamos tener hijos en breve”, asegura Weller.
El activismo también se lleva a cabo al dar a conocer estilos de vida saludables de las personas gordas en cuanto a ejercicio y alimentación.
En la composición de un cuerpo intervienen indicadores hormonales, neuronales, genéticos y metabólicos, por ello las militantes ponen en duda la atención médica centrada sólo en los kilogramos que marca la báscula. Además, bajar de peso puede ser algo saludable, pero también un síntoma negativo alimenticio, de sueño o mental.
Tampoco hay que dejar de lado las particularidades regionales de los cuerpos. La investigación sobre Prevalencia de Obesidad publicada en julio de 2020 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala que sobresalen en el Norte y toda la zona costera de la República Mexicana, incluyendo la península de Yucatán.
“No estamos negando que, como todas las corporalidades, hay personas gordas que están enfermas, pero el sistema de salud debe contemplar cuerpos diversos. Al hablar de ‘padecer obesidad’ y de no ‘vivir con gordura’ ya hay una marca negativa”, señala Alejandra Oyosa.
Otro problema que este activismo busca combatir es que ya no se responsabilice a las personas gordas de la patologización, pues no sucede así con otros pacientes.
“Cuando una persona tiene una enfermedad grave, como las respiratorias o cardíacas, no se les insinúa que es su culpa. Hay diferentes maneras de visibilizar el cuerpo que no están relacionadas con una falta de autocuidado como la mala alimentación o no hacer ejercicio”, evidencia Ramírez.
Además asegura que en México tenemos un sistema de salud tan precario que no puede establecer medidas de nutrición, por lo que la obesidad se ha salido de control por políticas públicas inadecuadas.
Nos encontramos con profesionales que ofrecen un servicio sin perspectiva de género y que, por ende, pueden ejercer violencia”, dice.
Movimientos aliados al Fat activism
Como en el movimiento LGBTTTIQ+, en el Fat activism hay que salir del clóset de la gordura. Es decir, conocerse y aceptarse.
“No es un tema que sale en una plática tan frecuentemente, sobre todo en este país donde la discriminación está justificada porque está vinculada con la salud. Sales del clóset como gorda aunque es absurdo porque somos muy visibles, ni modo que digas que no lo eres, pero cuesta mucho apropiarte primero de tu gordura, es un proceso que tiene pasos hacia adelante y atrás, vas y vienes, no es evolutivo. Hacerlo implica una posición antigordofobia por la diversidad corporal”, cuenta Alejandra Oyosa, de la asociación civil Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia.
El odio a la comunidad lésbico, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual, queer, asexual y pansexual deviene en homofobia, lesbofobia, transfobia y bifobia. Mientras que a la aversión a personas gordas se le conoce como gordofobia.
Y así como la comunidad LGBTTTIQ+ muestra con orgullo su diversidad sexual, el activismo gordo se enorgullece de luchar contra la discriminación y defender los cuerpos distintos.
“Tuve que hacer una pausa para decir que estoy orgullosa de ser quien soy como persona. Y si yo empiezo a ver el término gordo de otra manera, nadie lo va a poder utilizar como un insulto”, argumenta Weller, administradora de la cuenta Orgullo Gordo.
En Argentina el Fat activism avanzó vinculado al movimiento LGBTTTIQ+ hace 10 años, mientras que en México apenas comienza de la mano de la lucha contra la violencia hacia las mujeres. Además, forma parte del movimiento de la diversidad corporal, de género y sexual.
“Soy psicóloga, manejo el enfoque feminista para hablar de nuestras situaciones y una de esas es el conflicto que siempre tenemos con nuestros cuerpos por cuestiones de género. Me di cuenta de que era un tema muy recurrente y que necesitábamos trabajar todas en colectivo”, señala Kelly Ramírez.
“Hablamos de cuerpos construidos para el gozo propio y no para la mirada ni el disfrute masculino. Te vistes para ti, te arreglas para ti, haces ejercicio para ti”, detalla la comunicóloga.
La activista también rechaza los grados de discriminación según las jerarquías corporales, por ejemplo, las mujeres gordas de piel blanca y cabello rubio frente a las que son afrodescendientes.
O la aceptación a aquellos cuerpos de amplias dimensiones pero con el vientre plano o acinturado y que tienen grandes pechos y caderas. Además, las modelos de talla grande cuyo rostro debe ajustarse a los parámetros estéticos.
Las militantes de este movimiento señalan el uso de frases gordofóbicas dirigidas específicamente a las mujeres como “tienes una cara bonita, deberías bajar de peso”, “ponte a dieta para usar esta ropa” o “¿perdiste algunos kilos?, ¡Qué bien te ves!”.
“Si no te pregunto por mi salud o sobre mi cuerpo, no tienes porqué opinar. Pero la moral gordofóbica es la que justifica a las personas para que hablen de ti, de lo que haces bien o mal”, critica.