La vinculación que México tiene con su vecino del norte en términos comerciales, productivos y económicos es de tal magnitud, que considerar la reducción al mínimo dicha relación, como lo propone Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, resulta incluso inviable para la considerada economía más grande del mundo.
México y la gran potencia del hemisferio occidental guardan una relación estrecha que marca cada aspecto de su constitución como naciones, lo que ha llevado dentro de la opinión pública a no poder concebir uno sin el otro; sin embargo, en los ámbitos comercial y productivo, el que podría figurar como el próximo líder político estadounidense, desea reducir al máximo dicho nexo.
Y es que, bajo consignas que amenazan con perseguir, y deportar a los migrantes de origen mexicano, retornar las empresas e inversiones de origen estadounidense a su país, y aumentar aranceles en lo que sea que pueda considerarse una amenaza para la seguridad y prosperidad de Estados Unidos; el puntero en las encuestas de preferencia para liderar a la nación norteamericana ha dejado ver que, de llegar a la Casa Blanca, no tendría empacho en atentar contra el lazo que une a su país con México, algo que en consideración de Pedro Casas Alatriste, director general de la American Chamber of Commerce of Mexico, resulta simplemente inviable.
“Sin duda es imposible imaginarse una industria estadounidense sin su contraparte mexicana de por medio; 40 por ciento de las exportaciones mexicanas tiene componentes del país vecino del norte, al mismo tiempo, somos los socios comerciales número uno de esa nación y generamos un comercio, entre ambos países, cercano a los 800 mil millones de dólares, lo cual es más o menos 100 millones de dólares cada hora. Así que pensar que esas cadenas pueden separarse por una narrativa o un proceso electoral no es posible”, comenta Casas en entrevista para Reporte Índigo.
Al respecto, pese a que Trump ha centrado su narrativa en plantear un escenario donde solo México aprovecha la condición de compartir la frontera con la considerada economía más grande del mundo, Estados Unidos obtiene diversos beneficios de dicho escenario, ya que cuenta con más de siete millones de trabajadores migrantes de origen mexicano, de acuerdo con el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos, además de la obtención de miles de barriles de petróleo diarios, acorde a los registros de la Administración de Información Energética, y hasta el abastecimiento de prácticamente todo el aguacate que consume, como lo expone la Secretaría de Economía (SE).
Incluso, en amplio contraste con lo que han expresado seguidores ultranacionalistas del candidato republicano, los registros de la SE sugieren que los capitales de origen estadounidense han encontrado dentro del territorio nacional un lugar donde sus negocios puedan prosperar, al punto de convertirse en los que han llegado en mayor cantidad a México con la intención de crear un vínculo duradero con fines económicos y empresariales de largo plazo, sin importar que fuera la administración de Barack Obama, de Joe Biden o el propio Donald Trump cuando gobernó su nación por primera vez.
La necesidad de mayor integración
Ante un contexto en donde las tensiones geopolíticas han caracterizado a la década y se han encargado de cambiar el panorama comercial y hasta logístico, tal como lo han alertado instituciones del tamaño del Fondo Monetario Internacional, o BlackRock, uno de los principales proveedores mundiales de soluciones de inversión; una propuesta donde México y Estados Unidos podrían obtener un mayor beneficio económico y comercial sería a partir de una vinculación más estrecha que propicie una dinámica productiva aún mayor dentro de la que ya de por sí es considerada una de las regiones más competitivas del mundo, según el cálculo de GBM.
“Las fuerzas geopolíticas hacen que México y Estados Unidos estén más cerca hoy y hacia adelante eso no va a cambiar, sobre todo por la desvinculación norteamericana con China y por encima de que los países están volviendo más proteccionistas y Estados Unidos no es la excepción; aunque el futuro es difícil de predecir, lo seguro es que la integración prevalecerá”, explica a este medio Jesús Carrillo, director de economía en el Instituto Mexicano para la Competitividad.
La charla pendiente
Pese a que imaginar una nación estadounidense alejada de la mano de obra, recursos naturales y hasta ingenio mexicano resulta un escenario perjudicial para la gran potencia del hemisferio occidental, el hecho de que en 2026 se revise el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá en medio de desacuerdos por temas como las reglas de origen de diversos componentes, la producción de bienes estratégicos como el maíz y hasta la cuestión arancelaria, podrían generar una negociación poco armónica para las posturas comerciales de las naciones que se encuentran por renovar liderazgos políticos en este año, considera Jesús Garza, profesor de economía y finanzas de la escuela de negocios del Tecnológico de Monterrey.
La región y su discordia con China
En medio de los ataques discursivos a México por parte de Donald Trump, y con la incertidumbre de saber si el país saldrá bien librado de la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá; la guerra comercial que sostiene la economía más grande del mundo con el gigante asiático plantea un escenario complejo para el país.
El momento por el que atraviesa la relación que Estados Unidos sostiene con China ha permitido que México se consolide como el principal socio comercial de la nación con la que comparte la frontera norte, al mismo tiempo que la primera economía del continente asiático ha buscado sacar provecho de sus actividades productivas dentro de territorio nacional.
Dicho escenario ha generado una condición paradójica en la que, a pesar de que el país se encuentra en estado de incertidumbre por saber con quién revisará en 2026 el gran instrumento comercial y diplomático con el que cuenta, no busca acercarse más al gigante de Asia, ya que, como lo ha expuesto Rogelio Ramírez de la O, secretario de Hacienda: “China nos vende, pero no nos compra”.
Al respecto, Monserrat Aldave, economista principal en Finamex expone a Reporte Índigo que México se sitúa en medio de la conversación que impulsa Estados Unidos, y la que busca colocar la narrativa de la llegada indiscriminada de capitales y actividad económica china al país, y una realidad que visibiliza el todavía preponderante lugar que conserva el “vecino del norte” en temas como la Inversión Extranjera Directa o las exportaciones mexicanas.
“Hoy por hoy empresas chinas, solo tenemos en el sector de retail, es decir que todavía no contamos con fábricas grandes aquí, hay anuncios de grandes factorías del ramo automotriz pero no se han concretado; creo que es una discusión adelantada que se tiene en Estados Unidos, porque sí, es cierto que la inversión china ha aumentado a lo largo de estos años, pero sigue siendo una proporción pequeña”, destaca la analista.
A dicha situación, agrega a este medio Pedro Casas Alatriste, director general de la American Chamber of Commerce of Mexico, debería contemplarse que no se trata de una aversión sobre el origen de las empresas o los capitales, sino al respecto de los tratados comerciales y sus reglas, que de cumplirse, podrían dar paso a una mejor integración y cooperación económica a nivel internacional, y hasta a finalizar la discordia que se tiene con la gran economía asiática en la región norteamericana.
“A lo largo de los años hemos recibido inversión de alemana, japonesa, de cualquier procedencia; y cuando se instalan en México ya no se trata de un tema de nacionalidades, sino de cómo estas operando bajo las reglas del juego en territorio nacional, por lo tanto, si cumplen con las reglas no es necesariamente malo que lleguen esas inversiones chinas”, puntualiza el directivo.
‘Son solo promesas de campaña’
La propuesta de Donald Trump de reducir al mínimo la relación comercial de Estados Unidos con México en caso de ganar la presidencia, son solo “promesas de campaña”, señala la senadora Claudia Anaya, quien considera que el discurso del expresidente solo va dirigido a sus bases.
Sin embargo, en caso de implementarse, a Estados Unidos le lastimaría económicamente cortar relaciones con México.
“Debemos considerar que en estos momentos Donald Trump solo es un aspirante a la presidencia de los Estados Unidos, no es un presidente todavía.
“Gran parte de lo que dice, su narrativa electoral está orientada a conseguir votos, no a gobernar, aún y cuando un presidente gana y dice y hace cosas, éstas en la realidad no se implementan”, destaca la legisladora integrante de la bancada del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara alta.
Claudia Anaya recuerda y pone como ejemplo que al presidente Andrés Manuel López Obrador cuando suspendió las relaciones México-España por supuestos agravios cometidos a los mexicanos hace 500 años.
“Pues a pesar de que esto lo dijo en una conferencia de prensa mañanera, el tratado de comercio con España ha continuado funcionando sin mayores problemas en el transcurso del sexenio.
“Igualmente, cuando en Estados Unidos se elija a un presidente, muchas de las cosas que se dijeron en campaña no se repetirán o, incluso, podrán decirse cosas para agradar a su base electoral”, agrega.
Claudia Anaya destaca que una de las principales críticas de Trump al gobierno del actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es que lastimó la economía.
“Entonces, si a Trump le interesa la reactivación económica de Estados Unidos, no va a lastimar relaciones con ninguno de sus socios comerciales, por el contrario, va a tratar de mantener las relaciones con los socios comerciales, incluso fortalecerlas”.
En ese sentido, explica que será el interés superior, de quien gane, mantener estable la economía o fortalecerla, porque de eso dependen los futuros proyectos de gobernanza de los partidos que los están postulando.