El socio torturador de García Luna

Uno de los socios que Genaro García Luna presume en la página de Internet de su compañía consultora en Miami, es José Rodríguez, un polémico agente de la CIA que dirigió los programas de tortura para obtener información de prisioneros relacionados con los casos del 9-11 del 2001 en Nueva York. 

Peniley Ramírez Peniley Ramírez Publicado el
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El periodista menciona su servicio en Bolivia y México. Su carrera no estaba ubicada en el mundo musulmán sino en América Latina
En su testiomonio el socio de García Luna dice que pidió la autorización de sus superiores, incluido Dick Cheney 
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Uno de los socios que Genaro García Luna presume en la página de Internet de su compañía consultora en Miami, es José Rodríguez, un polémico agente de la CIA que dirigió los programas de tortura para obtener información de prisioneros relacionados con los casos del 9-11 del 2001 en Nueva York. 

Esto se descubre precisamente cuando el tema de las torturas de los agentes de la CIA a prisioneros de guerra ha regresado a los medios por una nota publicada esta semana en The Washington Post, que asegura tener en su poder un documento secreto, de más 6 mil páginas, que presenta los métodos de interrogatorio condenados internacionalmente todavía peor que lo ya expuesto anteriormente.  

Rodríguez se volvió célebre en Estados Unidos en 2012 cuando aceptó haber participado en el programa de interrogatorios con métodos de tortura –en las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo– que fueron condenados internacionalmente cuando se dieron a conocer, en 2008.  

“No tengo arrepentimientos. Hubiera hecho todo de nuevo”, dice la voz agria de José Rodríguez a las cámaras de 60 Minutos, uno de los programas más influyentes de la televisión en Estados Unidos. 

Su expresión corporal reitera sus palabras. Se ve tranquilo, a veces sonríe, reitera que los terroristas de Al Qaeda tenían “sangre americana en sus manos” y ellos, los miembros de la CIA, sólo hicieron que “estuvieran incómodos” por algunos días.

“Hicimos lo correcto, por la razón correcta, que fue proteger nuestra Patria y las vidas de los americanos”, declara sin tapujos. 

Esto sucede en mayo de 2012. 

Con la misma franqueza Rodríguez se confiesa ante las cámaras como parte del “lado oscuro de la CIA”, es decir, de quienes hicieron el trabajo sucio para la Agencia de Inteligencia estadounidense con los interrogatorios a terroristas sobre los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Sus métodos de interrogatorio 

Al momento de los hechos que relata en la entrevista de 60 Minutos, José Rodríguez lideraba el programa del Centro de Contraterrorismo de la CIA, que se encargó de llevar a cabo los interrogatorios con “técnicas mejoradas” a varios de los detenidos capturados después de los ataques terroristas. 

Es el mismo programa cuyos detalles se ocultaron durante años y sobre el cual la CIA mintió, al alterar la información obtenida gracias a sus técnicas para conseguir respuestas de los detenidos, según el informe del Senado de EU revelado esta semana por el diario The Washington Post.

Después de su paso por el programa de la CIA, Rodríguez dirigió el Servicio Clandestino, organismo encargado de las operaciones encubiertas de la Agencia.

Salió de la CIA en 2008; desde entonces lo persiguió el escándalo. 

La prensa estadounidense dio una amplia cobertura a su participación en las prácticas de tortura con los detenidos, en especial los equipos de investigación de The New York Times y Associated Press. 

Además de autorizar varios de los interrogatorios, este agente nativo de Puerto Rico, en 2005 destruyó personalmente 92 videos que mostraban las prácticas. 

En 2008 Rodríguez pidió inmunidad para declarar en el caso. Dos años más tarde, el Departamento de Justicia anunció que no presentaría cargos contra ninguno de los implicados. 

Ya sin problemas ante la justicia, se dedicó a ser consultor, hasta que en 2012 publicó un libro en el que justificaba la actuación de la Agencia y la suya.

Sin que haya pesado su historial ni la forma como salió de la Agencia de inteligencia de EU, ahora José Rodríguez se enfoca hacia México. 

Y acepta la invitación del polémico exsecretario de Seguridad calderonista que dirigió la guerra contra las drogas y polémicos casos en los que se comprobó que utilizó “montajes” televisivos como la balacera en el aeropuerto y el caso Florence Cassez. 

García Luna lo presume en el portal web de su compañía con sede en Miami.

Relaciones peligrosas

Las relaciones de negocios del exsecretario de Seguridad en el sexenio de Felipe Calderón son cuestionables. Así lo publicó Reporte Indigo el pasado enero. Los socios de Genaro

Impacta Rodríguez en 60 Minutes

En el programa norteamericano el exagente de la CIA, ahora socio de García Luna,  habló con frialdad sobre los métodos de tortura empleados bajo sus órdenes en las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo. Su personalidad “sin piedad” fue clasificada por algunos medios como ‘psicópata’

El exdirector adjunto de Operaciones de la CIA José A. Rodríguez Jr. impactó a los estadounidenses en 2012 cuando apareció en el programa 60 Minutes defendiendo su creencia de que la tortura es efectiva y no debe ser mal vista.

“Teníamos que hacer que todos en el gobierno se pusieran sus pantalones de niño grande y nos dieran la autoridad que necesitábamos,” exclamó Rodríguez, quien se dice harto de tener que justificar la usa de tortura.

“Hicimos a algunos al Qaeda que tenían sangre americana en sus manos incómodos por unos días, pero hicimos lo correcto por la razón correcta. La razón correcta de proteger la madre patria y proteger vidas americanas.”

La entrevista entre la periodista Lesley Stahl se tornó oscura cuando Rodríguez tranquilamente explica las técnicas de tortura que aplican. Dice que desnudar a los detenidos es muy efectivo, ya que hace a las personas sentirse vulnerables y no es muy común en las culturas árabes.

También explica las Insult Slaps, que consisten en cachetadas a la cara que causen dolor y miedo. Compara erróneamente la técnica de privación de sueño con jet lag que cualquiera sufre, cuando en realidad puede causar alucinaciones, paranoia, desorientación, y la persona pierde el sentido de tiempo.

Incluso defiende el tipo de tortura llamado waterboarding, que consiste en tirar agua sobre una tela que cubre la cara del torturado, dando la sensación de ahogamiento.

Guantánamo y Abu Ghraib, el informe

Los informes secretos sobre las prisiones de los sospechosos de terrorismo y la participación de la CIA podrían abrirse pronto 

El escándalo sobre las torturas de la CIA se destapó en 2008 y se revivió esta semana, cuando The Washington Post adelantó un informe clasificado de 6 mil 300 páginas, elaborado por el Senado de Estados Unidos.

El documento obtenido por el diario asegura que el programa de tortura fue mucho más agresivo de lo que se había publicado y que la Agencia de Inteligencia exageró la relevancia de los detalles que se obtuvieron,  gracias a sus prácticas, desarrolladas en la prisión iraquí de Abu Ghraib y en la zona estadounidense de Guantánamo, en la isla de Cuba.

El nuevo capítulo del escándalo ha llegado hasta la revelación de que el gobierno de Barack Obama desmanteló en 2009 una red de sitios de detención de presuntos terroristas, que operaba de forma secreta. 

Este jueves 3 de abril, el Senado votará si se envía a la Casa Blanca un resumen ejecutivo del informe, para ser desclasificado. 

Este resumen podría contener más detalles sobre la participación de José Rodríguez, quien inició su sociedad formal con García Luna en diciembre de 2012. 

La relación de trabajo se concretó con el exsecretario de seguridad y el empresario de seguridad Mauricio Weinberg, en GL & Associates Consulting e ICIT Holding, dos consultoras gemelas ubicadas en Miami, que pretenden dar servicios a empresas y gobiernos que requieran información sobre México.

Pocos meses antes, Rodríguez, como agente veterano, publicó el libro Hard Measures: How Aggressive CIA Actions after 9/11 Saved American Lives (Medidas duras: cómo las acciones agresivas de la CIA después del 11 de septiembre salvaron vidas de americanos).

La edición se convirtió en un bestseller de The New York Times y colocó a Rodríguez en medio del debate sobre si eran o no justificables las acciones que él había comandado. 

Durante la entrevista con el programa 60 Minutos, justificó su comportamiento alegando que “si sucedía un ataque más a Estados Unidos nosotros íbamos a tener sangre en nuestras manos, porque no habíamos sido capaces de extraerle toda la información que tenía”.

Métodos inhumanos para obtener respuestas

Ante la amenaza de otro ataque terrorista, comenzaron a aplicar  “procedimientos alternativos de interrogación”. 

Estas nuevas técnicas incluyeron tener al prisionero desnudo, ponerle pañales, no dejarle dormir durante días, dejarle sin comer hasta hacerle bajar drásticamente de peso, obligarle a mantener sus brazos en alto por horas, meterlo en una caja con un insecto y sumergirle la cara en agua cubierta con un trapo hasta que tuviera la sensación de estarse ahogando.

Rodríguez no estaba solo. Tanto en la entrevista como en su libro asegura que tuvo autorizaciones de todos los órdenes de gobierno para ir “al borde de la legalidad”.

Durante los años en que el caso estuvo en la escena política en Estados Unidos, varios funcionarios del gobierno aseguraron que todo había sido perfectamente legal. 

Ahora el informe del Senado los pondrá de nuevo de cara a la opinión pública.

“Queríamos estar seguros de que el resto del gobierno estaba con nosotros. Cada vez que hacíamos algo como eso teníamos que pedir permiso”, dijo Rodríguez al programa de la cadena CBS. 

Como parte de su justificación, alegó una y otra vez que las técnicas “no eran para dañar a nadie, sino para que sintieran desesperanza y desesperación”.

Los psicólogos de la CIA, citados por el exfuncionario, les dijeron que estos métodos darían resultados en 30 días. 

El socio de García Luna declaró a 60 Minutos que las técnicas habían ayudado a impedir 10 complots terroristas a gran escala. 

En una postura radicalmente opuesta, el exagente del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) Ali Soufan, quien participó en uno de los interrogatorios comandados por Rodríguez, descalificó el éxito de estos interrogatorios. 

Dijo también a la CBS que los métodos tradicionales del FBI, que se centraban en construir una relación con el entrevistado, estaban dando resultados y que las técnicas de la CIA eran innecesarias. 

Incluso aseguró que uno de los interrogados, quien estaba cooperando, dejó de hacerlo luego de que fue sometido a las torturas de la CIA.

Todos los reportes posteriores elaborados por el gobierno estadounidense, incluido un informe del inspector general de la Agencia, concluyeron que en ningún caso podría asegurarse que habían llevado a mejores resultados con los prisioneros ni que detuvieron ningún ataque inminente. 

Esta postura se confirmó con el informe del Senado, el cual cita a un funcionario de alto nivel asegurando que no era cierto que la tortura hubiera ayudado a salvar miles de vidas.

Videos destruidos

De los interrogatorios bajo tortura, 92 videos fueron grabados por el equipo de comandaba José Rodríguez. 

En especial grabaron al prisionero Abu Zubaydah, actualmente preso en la cárcel estadounidense de Guantánamo, en Cuba, porque temían que falleciera en cautiverio.

Rodríguez fue el encargado de destruir los videos en un triturador industrial. 

Eran la única evidencia concreta de hasta dónde habían llegado estas técnicas de interrogatorio. 

La justificación según el funcionario es que lo había hecho para proteger a sus agentes de posibles represalias por partes de miembros del grupo terrorista Al Qaeda. “Sus caras se veían en el video. (Busqué) que Al Qaeda no fuera contra ellos y sus familias”.

Un correo interno de la CIA, enviado por Rodríguez al día siguiente de la destrucción y filtrado por la organización The Torture Report, encontró que en verdad estaba más preocupado por la imagen que por sus agentes. 

Escribió que “el calor de la destrucción (de los videos) no es nada en comparación con lo que sería si las cintas llegaran a ser de dominio público…. (Tomadas) fuera de contexto, nos harían ver terrible (a la CIA), sería  devastador  para nosotros”.

En su testimonio, el socio de García Luna relata que pidió la autorización de todos sus superiores, incluido el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, antes de decidirse a triturar las cintas.

“Nadie se decidía a destruir los videos. Un día llamé a mis abogados y les pedí que me dijeran que eso era legal y tenía la autorización para hacerlo. Cuando me dijeron que sí, me dije: voy a tomar esta decisión y voy a hacerlo”.

El veterano aseguró a 60 Minutos que tanto el presidente como el expresidente de EU estuvieron “muy aliviados” de que él tomara por sí mismo la decisión de destruir los videos. 

Desde la ficción, el caso ha sido retratado en la película Zero Dark Night (La noche más oscura) y en la teleserie Homeland (Patria), ambas producidas por Hollywood.

‘La guerra de las sombras’

El socio de Genaro García Luna no llegó a lidiar con los terroristas más importantes para EU por casualidad. 

De acuerdo con el libro “La guerra en las Sombras. Cómo la CIA se convirtió en una organización asesina”, publicado el año pasado por el periodista de The New York Times,  Mark Mazzetti, su participación en el caso fue mucho más intensa. 

El libro de Mazzetti cuenta los pormenores de las operaciones de la CIA para matar blancos estratégicos por medio de aviones no tripulados, llamados drones.

La investigación describe que Rodríguez fue el encargado de mostrar al vicepresidente Cheney un proyecto clasificado para “infiltrar pequeños equipos de asesinos en otros países con el fin de perseguir y matar a las personas que la administración Bush había señalado para ser asesinadas”.

En la reunión, relata Mazzetti, surgieron preguntas sobre logística y dificultades diplomáticas, pero los agentes “simplemente estaban pidiendo permiso. Cheney les dijo que se pusieran a trabajar”.

Esta puesta en marcha se concretó en 2002, cuando Rodríguez fue nombrado como director del Centro Contraterrorismo de la CIA. 

Aunque no tenía el perfil para el tipo de operaciones en Medio Oriente ni hablaba árabe, era el “humilde contrapunto” del anterior director, J. Cofer Black, conocido como un hombre con ideas radicales.

Mazzetti describe a Rodríguez como uno de los más altos funcionarios del Centro Contraterrorismo, hijo de profesores puertorriqueños, quien se hizo Licenciado en Derecho en la Universidad de Florida y entró a la CIA durante los 70. 

Su carrera no estaba ubicada en el mundo musulmán sino en América Latina, en especial en las guerras de Nicaragua, El Salvador y Honduras. 

“Estaba bien valorado dentro del servicio clandestino, pero nunca se había distinguido como uno de los mejores oficiales de caso en su grupo de coetáneos de la CIA”, describe Mazzetti. 

El periodista menciona su servicio en Bolivia y México, sobre el que no hace mayor hincapié, más que el relato de que cuando fue jefe de estación en la Ciudad de México tenía un caballo al que nombró Business (negocios). 

“Ordenaba a sus subordinados que si alguno de los jefes de Langley llamaba preguntando por su paradero, debían decir que Rodríguez estaba haciendo negocios”, escribe.

En una de las reuniones regulares que tenían en 2001 los altos funcionarios de la CIA, revela Mazzetti, discutían sobre dónde ubicar a los detenidos talibanes que los estadounidenses estaban capturando en Afganistán. 

Rodríguez propuso de forma improvisada que los llevaran a la Bahía de Guantánamo, en Cuba, “en una de las decisiones más funestas de la administración Bush”.

Aunque en principio los funcionarios descartaron la idea que provocaría “la terrible irritación de Fidel Castro”, terminaron aceptándola. 

Se basaron en que era una instalación estadounidense y no corría el riesgo de amenazas si el gobierno cubano cambiaba de liderazgo. 

“Los funcionarios de la CIA pensaban que una cárcel en Guantánamo estaría fuera de la jurisdicción de los tribunales estadounidenses. Parecía un lugar perfecto”, escribe el reportero ganador en 2009 el Premio Pullitzer de periodismo.

Gracias a la recomendación de quien ahora funge como socio del exsecretario mexicano de seguridad, Cuba se convirtió en la nueva prisión secreta del gobierno de EU.

El lugar ha sido señalado por todas las organizaciones de derechos humanos como un hoyo negro de violaciones y fue catalogado por Amnistía Internacional un “ejemplo de lo que nunca debió existir”.

Allí se albergó a los prisioneros que luego serían torturados, en un edificio de máxima seguridad al que llamaron Strawberry Fields (campos de fresas), porque “los prisioneros estarían allí, como cantaban los Beatles, para siempre”. 

Hasta el cierre de esta edición, el sitio web de la compañía GGL Consulting, donde aparece José Rodríguez como socio de la compañía fundada por García Luna, estaba inactivo. 

Su página gemela, la web de la consultora de Samuel Weinberg, ICIT Security, sí está en funcionamiento y podría verse el nombre del exfuncionario como uno de los socios estratégicos. 

Senado: ‘La CIA nos miente’

The Washington Post afirma que los informes incriminan a la Agencia

Un nuevo reporte del Senado de Estados Unidos que pronto podría hacerse público, concluye que la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) por años engañó al gobierno y público en general respecto a su  brutal  programa de interrogación. 

El CIA ocultó detalles sobre la gravedad de los métodos que aplican, exageró la importancia de las tramas y los prisioneros, y tomó el crédito por información que los detenidos compartieron por su propia iniciativa, antes de ser sometidos a las técnicas de interrogación.

El documento, según la nota de The Washington Post que corroboró la información con personas que han visto el reporte clasificado, muestra un patrón de afirmaciones sin fundamento por parte de la Agencia para conseguir permiso para usar brutales métodos de interrogación que arrojaron poca o ninguna inteligencia significativa, según funcionarios del gobierno norteamericano.

“La CIA describió repetidamente su programa al Departamento de Justicia así como al Congreso como algo que consigue inteligencia única e imposible de obtener de otra manera, que ayuda a desmantelar tramas terroristas y salvar miles de vidas. ¿Era eso verdad? La respuesta es no.” explicó un funcionario que leyó el reporte.

El reporte, que se creó a partir de las cronologías detalladas de docenas de detenidos por la CIA, revela casos de abuso que no se habían dado a conocer, así como divisiones dentro de la CIA por diferencias de opinión sobre el programa de interrogación. El reporte el Senado de EEUU es el más completo después de el 11 de septiembre de 2001 sobre un programa altamente clasificado. El Comité de Inteligencia del Senado hoy votará si envía un resumen ejecutivo del reporte al presidente Obama. 

 

 

 

 

 

 

 

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