El segundo ‘boom’ del arte feminista
En la década de los 80, artistas como el grupo Polvo de gallina negra sentaron las bases de la colectividad en el arte feminista y la relevancia de reconocer, salvaguardar y difundir la obra hecha por mujeres ante la violencia de género en el mundo cultural y en otros ámbitos; a cuarenta años de esa lucha, especialistas hablan de la evolución y presencia de este movimiento
Karina VargasPolvo de gallina negra es considerado el primer colectivo de arte feminista en México por su impronta y legado, aunque a la par existían otras iniciativas que experimentaban con los lenguajes de arte contemporáneo para analizar, criticar y cuestionar la violencia de género.
Ese grupo primigenio, creado en junio de 1983 en la Ciudad de México, lo conformaron las artistas Mónica Mayer y Maris Bustamante, quienes junto con otras mujeres creadoras y activistas, sentaron las bases para que se reconocieran, definieran y preservaran las expresiones artísticas ligadas a los temas de género.
En ese entonces, Mayer, autora de la obra El tendedero –retomada en la actualidad fuera del ámbito artístico como un mecanismo de denuncia anónima–, afirmaba que el país atravesaba por un “boom” de arte feminista por la presencia cada vez mayor de colectivas.
A 40 años de esa aseveración, expertas indican que se podría hablar de un nuevo “boom” o una “tercera ola” de ese movimiento por el incremento de mujeres artistas que se expresan mediante ese discurso.
Las grandes luchadoras feministas deben y merecen ser reconocidas en este Día Internacional Contra la Violencia de Género; Mónica Mayer es una de ellas. ¡Te queremos mucho, mamá de El Tendedero!#DiaContralaViolenciadeGenero #feministas #cdmxparatodos ##Independientemente pic.twitter.com/dxku3kOKPV
— CDMX INDEPENDIENTEMENTE (@iNDEPENDiENTMNT) November 25, 2021
El concepto
La historiadora y curadora de arte, Karen Cordero Reiman, explica en entrevista que el arte feminista es aquel que hace alusión a las obras de las mujeres que se autodefinen como feministas o bien, es el que por sus características plásticas o acción social se puede definir como parte de este movimiento.
“Que coadyuva a una visión donde el tema del género, como un aspecto analítico y crítico, es central, porque se toma en cuenta para observar el mundo del arte y como herramienta para buscar una concientización y una transformación social que puede ser hacia diferentes lugares de acuerdo con los distintos feminismos”, menciona.
La catedrática originaria de Nueva York y radicada en México agrega que, desde su visión, ese tipo de expresiones se caracterizan por tener una crítica al concepto binario de género (hombre-mujer) y se acercan más a un humanismo.
Marta Palau pionera del arte feminista, y cuya obra representa un legado invaluable en el arte contemporáneo en México, será homenajeada el 9 de noviembre a las 19 h en la Sala Manuel M. Ponce del @PalacioOficial. pic.twitter.com/HONlFfaGIw
— Museo de Arte Moderno (@museoAmodernoMX) November 3, 2022
Precisa que el arte feminista no es un estilo específico ni algo que corresponda a una esencia de lo femenino.
“Al contrario, comparte esta visión de criticar la idea de que hay un concepto de ‘la mujer’ como algo homogéneo o unitario y, en cambio, reconoce que hay una diversidad de mujeres y de vivencias que corresponden a momentos históricos, edades, lugares geográficos, clases sociales, cuestiones étnicas y muchos otros factores”, menciona.
Los antecedentes
La también integrante del Consejo del Museo de Mujeres Artistas Mexicanas (MUMA) comenta que el concepto de arte feminista comienza a utilizarse de manera colectiva y concreta para nombrar a grupos artísticos y a exposiciones en los años 70.
Aunque menciona que hay registro de exponentes que abordaron temas relacionados en décadas anteriores, como la artista María Izquierdo, quien realizó escritos en los años 40 sobre el papel de la mujer en el contexto posrevolucionario, o Concha Michel, cantante y activista política que se pronunció en favor de que las mujeres pudieran ejercer su derecho al voto.
“Si hiciéramos la historia del arte feminista autoconsciente en México sería a partir de los 70, cuando empiezan a haber grupos de artistas feministas y por las manifestaciones del movimiento feminista de esa época, donde hay aspectos que hoy llamaríamos performativos como la creación de monotes o la integración de la música, etc.
“Después, en los 80, cuando Mónica Mayer da cursos sobre arte feminista en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, y por el que formamos el grupo Tlacuilas y Retrateras. Nos compartió la importancia del trabajo en pequeños grupos, del trabajo colectivo”, narra.
El arte feminista radical de los 70 dio nombres como Karin Mack, cuya obra también sirve a Guadagnino como revulsivo del terror corporal en #Suspiria, cuya paleta de colores tiene mucho de Balthus y sus momentos de danza recuerdan al Butoh, la danza de la oscuridad de Japón. pic.twitter.com/6qemLLq41v
— Horror Losers (@horrorlosers) December 6, 2018
Sobre el nuevo “boom” de este movimiento, la catedrática menciona que, si bien este tipo de expresiones no dejaron de existir a lo largo del tiempo, es a partir del año 2015 que hay una mayor presencia de colectivos de acción feminista que buscan crear espacios de formación y concientización desde el arte y otras prácticas sociales.
En cuanto a la memoria y preservación de estos antecedentes, señala que es fundamental que las nuevas generaciones se interesen en lo que se ha hecho en el pasado y exista un diálogo en torno a esto con la finalidad de que se construya la conciencia de una genealogía feminista.
La ‘tercera ola’
Para la divulgadora e historiadora del arte, Veka Duncan, el momento que vive actualmente el arte feminista puede observarse como una “tercera ola”, pues toma en cuenta la labor de artistas como Frida Kahlo; Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Olin; Tina Modotti o Aurora Reyes.
Por lo que define esta etapa como una nueva ola del movimiento artístico que, en los años 70 y 80, tuvo mayor notoriedad con el trabajo de distintas voces, entre ellas, Polvo de Gallina Negra.
“Lo que pensaría que está pasando ahora es una tercera ola y me parece muy pertinente verlo de esa manera, porque hubo un momento en el que había, incluso, un reclamo de que las mujeres no tenían que estar haciendo siempre obra sobre ser mujer.
“Entonces había todo tipo de temáticas involucradas en la práctica de las artistas contemporáneas y creo que ahora el tema ha regresado a las cuestiones de género, a la manera en la que las mujeres viven la realidad actual, en el caso mexicano esto implica el tema de la violencia”, precisa.
Los cambios
Mónica Mayer, quien se autodefine como artista feminista, expresa que hace cuarenta años presentarse de esa manera era motivo de rechazo social; no obstante, ahora observa una masa crítica de mujeres feministas que alientan a que se lleven a cabo nuevas manifestaciones artísticas como las que involucran la reapropiación del espacio público.
“Entra una nueva generación y tienen otra manera de hacer las cosas, aparte de que la situación se ha vuelto mucho más violenta, once feminicidios al día no es cualquier cosa. Hay una reflexión del espacio público diferente.
“Si bien yo soy alguien que busca los cambios de manera educativa para que sean profundos, veo que es necesario y ha habido muchísima más respuesta a estas manifestaciones que en los 40 años que llevábamos protestando de manera tranquila”, cuenta en entrevista.
La artista nacida en la Ciudad de México en 1954, hace referencia a la llamada Glorieta de las Mujeres que Luchan, en la capital del país, como un ejemplo de las formas simbólicas de manifestación que organizan las colectivas hoy en día.
Señala que lo importante no es que se apropien del espacio, sino que las autoridades resuelvan las demandas de las mujeres.
“Que si asesinan o desaparecen a tu hija, se haga algo al respecto”, dice.
Añade que, aunque con el paso del tiempo se ha creado una amplia red de artistas y activistas feministas, las plataformas digitales han contribuido a que se consoliden más proyectos.
Un ejemplo de esto es la iniciativa Editatona, que se realiza desde el 2015 y tiene la finalidad de documentar la labor artística de las mujeres y surgió a partir de la obra “Archiva. Obras maestras del arte feminista en México”, de Mónica Mayer, que consiste en 74 fichas con información de diferentes creadoras.
“Creo que ahora se ha diversificado muchísimo, en esa época no se hablaba de micromachismos, no había feminismos, había uno solo, que era muy limitado a clases sociales, raza, etc. Es muy interesante que ahora se habla desde distintos puntos de vista, desde el arte también, porque hay muchas artistas que trabajan desde las interseccionalidades.
“Sin embargo, hay cosas que podemos ayudar las viejas a advertir, por ejemplo, que no se va acabar el patriarcado rápido. Por eso es tan importante la denuncia, porque solo puedes denunciar cuando tienes consciencia y veo que, en ese sentido, las generaciones jóvenes, están mucho más conscientes de lo que sucede”, manifiesta.
Sobre las olas del arte feminista, la que consignó en el libro “Rosa chillante” y la que se aprecia en la actualidad, Mónica dice que es muy positivo.
“Me da un gusto enorme porque hay masa crítica, es muy importante que seamos muchísimas para que esto realmente pueda cambiar, porque con dos o tres que estamos hablando no es suficiente, pero si hay dos o tres aquí y allá, esto se va normalizando”, concluye.
El legado
En junio de 2022, a un año de que el colectivo cumpliera 40 años de haberse creado, la Secretaría de Cultura del Gobierno federal reconoció la relevancia política y artística del grupo Polvo de gallina negra al considerarlo un hito de la historia del feminismo y del arte contemporáneo de México.
Lo anterior, mediante la publicación del texto “Polvo de gallina negra, agrupación pionera del arte feminista en México”, en donde relata que en 1983 las artistas mexicanas Mónica Mayer, Maris Bustamante y Herminia Dosal realizaron, en el Hemiciclo a Juárez en la Ciudad de México, el performance titulado ‘Receta para hacerle el mal de ojo a los violadores, o el respeto al cuerpo ajeno es la paz”.
En este #MesDeLaMujer, es importante recordar la obra de Polvo de Gallina Negra, 1a colectiva de arte feminista en América Latina.
Curada por @JuliaAntivilo, @CatedraRC_UNAM presenta una retrospectiva en el Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos, ¡en Santiago de Chile! pic.twitter.com/igPSHEYGmx— CulturaUNAM (@CulturaUNAM) March 22, 2022
Esta acción, que buscaba denunciar la cotidianidad de los actos de violencia en contra de las mujeres, representó la primera irrupción de la colectiva, que se integró posteriormente sólo por Mayer y Bustamante, “como una propuesta de arte alternativo que se oponía o que representaba un punto de fuga frente al arte elitista, apolítico y enclaustrado en ciertos recintos”.
El nombre del grupo es una alusión popular al remedio esotérico en contra de las “malas vibras” o el “mal de ojo”, y fue elegido como un amuleto de protección para el trabajo de las artistas feministas.
La historiadora del arte Veka Duncan precisa que el grupo marcó un antes y un después tanto en la producción de un arte abiertamente feminista como en encontrar la manera de que hubiera una relación entre la política y el arte.
Una obra trascendental
“El tendedero” es una obra realizada por Mónica Mayer que se expuso por primera vez en 1978 en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, y actualmente es una forma de protesta que se ha replicado en distintas instituciones para señalar casos de abuso o violencia de género.
Al respecto, Duncan asegura que no hay, en la historia del arte feminista en el país, una pieza que se le compare porque lo que la artista hizo fue abrir un camino de denuncia, fácil de replicar en distintos contextos.
“Ha logrado algo que toda obra de arte se propone y es que sea apropiada por la gente. A mí lo que me parece fascinante es que ahora los tendederos son un mecanismo de denuncia y tienen consecuencias reales para las víctimas y para los agresores. Se vuelve una catarsis en la que las víctimas tienen un espacio de expresión sobre lo que vivieron y eso tiene el potencial de cambiar vidas”, apunta.
También señala las “antimonumentas” como otra expresión artística en donde se hace visible el poder del Estado en el espacio público y la convierte en una obra hecha por la ciudadanía de manera autogestiva y de protesta, retomada principalmente por colectivas feministas como “La hemicicla” o “La glorieta de las mujeres que luchan”.