Dueños de negocios dedicados a la venta de comida en todo el país ven llegar a su clientela a cuentagotas.
El confinamiento derivado por la pandemia de COVID-19, la sana distancia recomendada por las autoridades sanitarias para prevenir contagios y la reducción en los ingresos de millones de familias, desincentivaron el consumo en restaurantes y fondas.
Para Josué, el principio de la cuarentena no presentó riesgo para su negocio pues tanto él como Mayra, su esposa, optaron por el servicio a domicilio y contrataron a repartidores que les ayudaran con la entrega; sin embargo, el comerciante considera que a partir de que la Ciudad de México reabrió locales de comida, en su negocio bajó la demanda.
“La gente de por acá ya mejor se va a comer y a darse la vuelta a la Ciudad, algunos vecinos o conocidos lo han hecho y dicen que es porque ya están hartos del encierro y prefieren hacerse una hora o más de camino para salir a comer que nada más pedir a domicilio. Nosotros abrimos todos los días con la esperanza de que nos vaya mejor que el día anterior pero no mejora nuestra chamba”, explica Josué.
A pesar de que en algunas entidades el semáforo epidemiológico permite que estos sitios ya operen de forma limitada en la llamada nueva normalidad, los propietarios deben implementar medidas para permanecer abiertos y ser una opción confiable para sus clientes.
Datos de la Encuesta de la Situación de la Industria Restaurantera de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) indican que a la fecha 52 por ciento de las entidades federativas del país se encuentran en semáforo naranja mientras que el 48 en rojo.
Ante el escenario de un semáforo rojo en gran parte del país, la Canirac resalta que a más de 120 días de la pandemia, la industria restaurantera enfrenta su más grande reto: sobrevivir. Por lo tanto, hace un llamado a las autoridades y señala que se requiere certeza de apertura y no intermitente bajo el cumplimiento de los lineamientos sanitarios ya que el futuro de más de dos millones de familias está en riesgo.
Durante el semáforo rojo, el cual implica el máximo riesgo de contagio durante la pandemia, los restaurantes y locales de servicio de comida deben permanecer cerrados y únicamente pueden brindar servicio a domicilio.
En el caso de las entidades con semáforo color naranja los restaurantes tienen permitido abrir pero bajo ciertas condiciones. Por su parte, la Canirac presentó un protocolo de reapertura llamado “Mesa Segura” en el que establece una serie de medidas que los restaurantes deberán aplicar por ejemplo atender al 30 por ciento de su capacidad y hacer una sanitización del lugar antes de abrir.
Además, tendrán que cerciorarse de que haya buena ventilación, limpieza continua y profunda, un máximo de 10 personas por mesa, cambiar por completo la mantelería entre cada servicio así como fomentar métodos de pago electrónicos y desinfectar terminales y área de caja.
Durante la pandemia, los propietarios de negocios de comida optaron por ofrecer servicio a domicilio o hacer uso de redes sociales para promocionar sus productos, entre otras estrategias para evitar que sus ventas cayeran todavía más.
No obstante, la encuesta elaborada por la Canirac reveló que el porcentaje de consumo en servicio a domicilio y para llevar ha sido menor del 30 por ciento en nueve entidades: Baja California Sur, Ciudad de México, Chihuahua, Estado de México, Guanajuato, Morelos, Puebla, Quintana Roo y Zacatecas.
Miedo de cerrar los negocios de comida
Desde niña Alejandra Pardo paseaba por los pasillos del restaurante de comida italiana propiedad de su papá en la avenida Zarzaparrillas en el municipio de Coacalco, Estado de México. Ahora, la joven de 29 años teme perder el negocio familiar por los pocos clientes que han tenido durante la pandemia.
“Desde marzo que inició la cuarentena los clientes disminuyeron pero aún teníamos pedidos a domicilio e incluso los fines de semana no sentíamos diferencia porque trabajo había y mucho pero ahora es muy diferente nuestro panorama, la gente ya no pide como antes”, declara.
Alejandra recuerda la gran fila que se llegó a formar afuera del restaurante antes de la pandemia, por ello, junto con toda su familia asegura que jamás bajaron la guardia y acotaron todas las medidas de prevención para seguir con su trabajo sin ningún problema y sobre todo para que sus clientes tuvieran la confianza de seguir con el consumo en el negocio familiar.
“A veces creo que la gente ya no viene porque tiene miedo de contagiarse pero aquí siempre lavamos y sanitizamos la cocina, los cocineros trabajan con sana distancia, usan cubrebocas o careta y los repartidores también. Toda mi familia le tiene gran cariño a este lugar, por eso es que tenemos mucho miedo que, de seguir con pocos pedidos, tengamos que cerrarlo pues los últimos días ha sido difícil sacar para el sueldo de los trabajadores”, relata.