El mensaje para él luce claro: las refinerías en Texas están “ociosas” y necesitan petróleo mexicano para procesar.
Muy lejos de su extracción priista, de su puesto como secretario de Gobernación en todo el sexenio de Miguel de la Madrid, el senador Manuel Bartlett defiende cada uno de los puntos del lopezobradorismo y va contra Carlos Salinas, quien aparece como un fantasma recurrente en sus críticas.
Con un discurso que mezcla la doctrina de Gramsci con las decisiones de Lázaro Cárdenas, no se explica la reforma energética que viene, sin la participación de Estados Unidos.
Desde su curul como senador del Partido del Trabajo, en entrevista con Reporte Indigo explica la reforma con un análisis geopolítico.
Acepta que Pemex prácticamente abandonó la exploración en 1982, justo el año en que se inauguró como encargado de la política interna del país.
Su argumento principal es que Pemex debe mantener a toda costa la propiedad del petróleo. Lo finca en el principio de que “el que controla la energía controla al país”.
Por eso considera una falacia el argumento de que es necesario que los mexicanos se quiten las ataduras ideológicas, sean pragmáticos y piensen en la inversión privada, común entre los que defienden una reforma energética abierta a la inversión de compañías particulares.
Cree que no hay que competir con nadie. “¿Por qué vamos a competir si es nuestro petróleo”?, insiste.
Abrir lo cerrado
“Señores, si quieren ser realmente ricos, prósperos, inteligentes y guapos, como Peña Nieto, entonces cambien el régimen. No dicen modifiquen la Constitución, porque esa es la perversión, la inmoralidad”, ironiza Bartlett.
Durante más de 10 minutos detalla las declaraciones, las entrevistas, lo que llama la “campaña mediática de los nuevos salinistas” para defender la reforma.
“Todo lo tenemos documentado”, asegura. Cita informes, notas de prensa, portadas de revistas.
Cada argumento remite a Estados Unidos. La idea de “ir de la mano con las grandes transnacionales” no le parece sinónimo de un futuro de progreso.
Lo ve como un retorno al siglo 19, cuando gran parte de los recursos naturales mexicanos eran controlados por compañías estadounidenses.
El doctor en Ciencias Políticas por la UNAM acepta que yacimientos vitales para el país, como Cantarell, están bajando dramáticamente su producción, pero no cree que esto baste para dejar entrar a las empresas extranjeras a la explotación de los hidrocarburos.
Insiste en que “el petróleo es una materia estratégica, vital para un país. La conquista del petróleo por parte de las empresas transnacionales es la búsqueda del dominio del petróleo por los estados hegemónicos.
“El principio de protección del petróleo es un principio de protección esencial y de supervivencia”.
La exploración en aguas profundas la ve como “una locura”, cuando México tiene aún petróleo en aguas someras y una parte muy importante del territorio sin explorar.
“Los gringos están metidos ahí porque son una potencia imperial y la seguridad energética en EU está en que cada vez tengan más petróleo producido por ellos mismos, que fueron una gran potencia productiva y ya no lo son.
“Entonces en el Golfo han perforado todo para tener seguridad energética y no depender de Arabia Saudita y por allá. Nosotros por qué vamos a perforar a ese costo con tecnologías que ni siquiera están probadas”, refrenda.
Sobre el shale gas, cree que será el gran garlito de este sexenio. “Así como fue el gran tesoro del mar, ahora es el shale gas y ocultan que en EU este es un mito, más que una realidad, que ha sido más bien un interés financiero”.
Mirar hacia México
En marzo de 2008, Bartlett publicó el libro El Petróleo y Pemex. Despojo a la Nación.
Hacía dos años que se había acercado públicamente a Andrés Manuel López Obrador. Desde esa posición ideológica estuvo en contra de la reforma energética, finalmente aprobada por el PRI, el PAN y el PRD en octubre de ese año.
A casi un lustro de distancia, mira esa reforma como la puerta por la que entraron las grandes compañías de servicios a ganar muchos de los contratos de Pemex.
De acuerdo con este argumento, la reforma aprobada por el PRI, el PAN y el PRD, entonces no fue modernizadora sino privatizadora.
En el único punto en que los defensores de la nueva reforma que se pretende para este año y Manuel Bartlett coinciden, es en que hay que cambiar el régimen fiscal de Pemex.
El argumento desde el gobierno es que se deben bajar los impuestos a la explotación para que la paraestatal tenga más recursos. Bartlett defiende que los recursos salgan de cobrarles impuestos a las grandes empresas. Desde la bancada del PT, sostiene que la petrolera debe recuperar su investigación, la generación de tecnología, y la petroquímica.